Ana Glenda Tager
“Para el Estado es más cómodo tener un enemigo interno y así justificar sus acciones”
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La reciente publicación “Relaciones, roles de género y violencia en las pandillas en El Salvador, Guatemala y Honduras” cuestiona la narrativa y el discurso que los medios y la academia han replicado por años sobre este fenómeno social, y critica que las decisiones políticas se tomen a partir del desconocimiento que hay sobre el tema. En esta entrevista, la socióloga Ana Glenda Tager, coautora de la investigación, profundiza en los vacíos de información, la utilización de estereotipos para manipular la opinión pública y cuestiona las políticas de seguridad de los gobiernos de la región.


Según el estudio recién publicado, las pandillas y su transformación de agrupaciones de jóvenes que buscaban reafirmar su identidad en los años 90 a grupos consolidados con prácticas violentas y delictivas, han marcado las dinámicas sociales y las políticas públicas en temas de seguridad de los tres países del Norte de Centro América -Honduras, El Salvador y Guatemala-. En paralelo, se instaló una narrativa binaria que impide abordar el fenómeno desde otras miradas y se enfoca casi solamente en sus expresiones violentas -cuello de botella del discurso, le llaman los autores-. 

Partiendo de estas premisas, Otto Argueta y Ana Glenda Tager afirman que las acciones que toman los Estados para enfrentar a las pandillas tienen profundos vacíos, prejuicios y estereotipos, debido a la poca información fiable que tienen las instituciones. Se promueven solo salidas punitivas y represivas a un fenómeno mucho más complejo y multicausal.

Una reciente publicación de la organización Diálogos afirma que la tasa de homicidios en los países del norte de Centroamérica ha disminuido en la última década. Y que sigue a la baja a pesar del repunte que tuvo El Salvador en 2016. En el caso de Guatemala, con datos de la Policía Nacional Civil (PNC), Carlos Mendoza, director de Diálogos, economista y politólogo especializado en violencia, asegura que no existe suficiente evidencia estadística para afirmar que las pandillas son las principales causantes de la violencia homicida en Guatemala

Ana Glenda Tager es socióloga, graduada de la Universidad Pontificia de Salamanca, exdirectora de Interpeace para Latinoamérica, y directora general de Alianza para la Paz (APAZ), donde promueve proyectos de transformación pacífica para prevenir la violencia. Con experiencia en temas de seguridad, construcción de paz y juventud en riesgo, Tager ha documentado la transformación de la conflictividad en Centroamérica. En esta entrevista da detalles sobre su reciente publicación, editada por Alianza para la Paz y la Fundación Heinrich Böll.

En la introducción de su investigación, hacen un breve recorrido por la transformación de las pandillas y su expansión en el norte de Centroamérica. Explican cómo al concluir los conflictos armados en la década de los 90 y al aumentar las deportaciones de pandilleros desde Estados Unidos se consolidaron en la región. ¿Podría explicar más sobre esa evolución?

Para muchos jóvenes las deportaciones significaron la llegada a países donde nunca habían tenido un arraigo. Era llegar a un país nuevo, algunos no habían vivido allí o ni hablaban bien el idioma. Muchos no tenían familia con quien quedarse. 

En El Salvador, había un parque muy famoso donde llegaban los deportados. Allí empezaban a reunirse con grupos de pandilleros que los adoptaban. Allí se concentraron las pandillas hasta inicios de los años 90.  Después se organizaron en los países de Centroamérica e iniciaron las políticas de Gobierno en su contra. La mayoría de mano dura. Los jóvenes se unen, se estructuran y empiezan a independizarse de la línea de los de Estados Unidos. En agosto de 2005 se desligan. Se dan ciertos choques entre ellos y forman la MS (Mara Salvatrucha) y la 18 (Barrio 18).

En la década del 2010, cuando fue la tregua entre autoridades y pandillas en El Salvador, los líderes consultaron a sus homólogos en Estados Unidos sobre la situación. Los del Norte dijeron que respetaban la situación, que era una decisión nacional y que la manejaran como quisieran. 

Lo que nos queda claro, en los tres países, es que las pandillas trabajan según el contexto político y social de cada país.

A pesar de que en cada país el fenómeno funciona de forma diferente, se suele explicar de la misma forma para los tres.  ¿Por qué se ignoran estas diferencias?

En El Salvador, su actividad económica está relacionada a extorsiones y hay un bajo porcentaje que se dedica a narcomenudeo. En Honduras, ese porcentaje es más alto de lo que pueda tener El Salvador y Guatemala. En cuanto a organización, en El Salvador importa mucho la jerarquía. Tienden a ser muy organizadas y relacionadas estrechamente con la sociedad. Las diferencias entre países son grandes, pero el discurso que manejan las autoridades es el mismo, de represión.

Los barrios no se constituyen por un grupo de jóvenes malos  que van al parque y hacen cosas malas. Lo que te encontrás son territorios con fronteras invisibles que dividen las operaciones de cada grupo. El dominio de territorio es causante de la mayoría de conflictos. Muchos de estos territorios son de la MS o de la 18. Cuando llegás al territorio ves familias: hermanos, mamás, papás, parejas, hijos, hijas.

En el caso de El Salvador hay incluso una tercera generación de pandillas. Algunos de ellos haciendo actividades criminales y otros no. Trabajan en otros lugares, pero viven en el barrio. No estamos hablando de un grupo político al que haya que denominar como terrorista. Estamos hablando de un sector social que se ha organizado ante la falta de salidas y a través de la violencia. Cuando solo se les llama terrorista o se les criminaliza, que es lo que se ha hecho en El Salvador, Honduras y ahora quieren hacer en Guatemala, se criminaliza al grupo en su conjunto.

¿Qué consecuencias podría haber, en Guatemala, el que el Estado los nombre terroristas?

Si por ser parte del grupo se les convierte en terroristas, se les encauza a la radicalización. Buscarán entrar en choque y actúan contra el Estado por la amenaza que reciben. Cuando han cometido un ilícito, pues es correcto que vayan a prisión, pero en el caso de El Salvador, las prisiones están llenas porque muchos están allí por asociación ilícita, porque supuestamente eran pandilleros. A otros los han atrapado por verlos en la esquina del barrio hablando con delincuentes, porque son parte del barrio. Al meterlos a prisión se les crea una relación directa con una organización de crimen organizado.

Llama la atención la propuesta cuando los índices de homicidios han ido a la baja desde hace diez años. En El Salvador, durante la época de la tregua en 2012, los homicidios tuvieron una baja pronunciada, y una vez la tregua se acabó en 2014, el pico se elevó. En 2015, la curva bajó de nuevo. Es importante que el Presidente explique las razones. Hay que poner atención a los fenómenos de criminalidad y no señalar al grupo, porque al colocarles en la punta del iceberg comenzarán a organizarse y generará nuevos métodos de trabajo. El índice de violencia podría subir.

Las pandillas se han transformado con el tiempo, ¿cómo se ha transformado el discurso en torno a las pandillas?

En esta investigación hicimos un análisis de lo que dice la academia, lo que dicen los medios de comunicación. Consultamos 280 publicaciones de Latinoamérica que tratan el tema de las pandillas. Bibliografía académica puramente. Del total, el 45.71% era sobre Centroamérica (Guatemala, El Salvador, Honduras y Nicaragua). Y de estos, el 7.5% hacía referencia a temas de género. El discurso va en la misma línea. Se enfoca en el trabajo que mantienen con clicas, que son grupos más pequeños. No es lo mismo trabajar con la MS o con la 18 porque tienen diferente organización.

El discurso de las pandillas es violento. Pero no se explica que la lógica no es de organización criminal con un fin económico específico. Para ellos es acercarse al otro y sentirse que forman parte de algo. Es la lógica con la que empezaron. Tener un espacio, un grupo. Se consideran familia y son muy unidos. Si a alguien lo matan ayudan a la esposa y a los hijos en temas financieros. 

Para los pandilleros hay dos salidas. Una es la muerte, porque si los matan es siendo muy jóvenes. Y la segunda es la cárcel. Hay diferencias entre quienes están en prisión, son mayores, líderes y se preocupan por sus familias, con las personas jóvenes que quieren una vida loca. Si esto no se entiende desde la sociedad y desde el Estado, se cree que siempre quieren utilizar las circunstancias para seguir delinquiendo.

El Estado también utiliza este discurso, hay grupos que les pagan para buscar acciones o acuerdos. Algunos partidos políticos les han dado dinero para que les ayuden en su campaña política, pero los tratos no son sólidos. Nunca son tomados en consideración para tratar de hacer un cambio social. El discurso se mantiene.

¿Qué hace falta en la ciudadanía para comprender el fenómeno?

Más cobertura desde los medios de comunicación. En el análisis que hicimos, en El Salvador había nueve artículos periodísticos en relación a mujeres en las pandillas. En Guatemala había dos y en Honduras cinco. En los medios aparecen muchos textos, pero son en relación al pandillero malo. La sociedad asocia. No estoy diciendo que los pandilleros sean solo gente buena, hay quienes hacen cosas horribles. No son niñitos de primera comunión. Pero hay quienes se arrepienten de lo que hicieron y piden conocer otras alternativas para cambiar sus vidas y solucionar sus conflictos. Es importante que podamos comprender el fenómeno y frenarlo. 

¿Cómo puede afectar el discurso que se tiene sobre las pandillas en la vida cotidiana de la ciudadanía?

Si voy en la calle y un motorista me quita el celular y me amenaza, lo primero que voy a pensar es que fue un pandillero que me robó y que en este país ya no se puede vivir porque estamos a merced de las pandillas. Cuando lo más probable es que no sea un pandillero sino una banda de crimen organizado. Es algo que no se puede corroborar, pero como ya van años en los que nos dicen que los delitos están relacionados a las pandillas, uno lo cree.

El Ministerio de Gobernación de Guatemala estudió la lógica de estos crímenes y el resultado era que las extorsiones salían de las prisiones. Un sitio donde no solo hay pandilleros. Tenían detectados nombres y números de teléfono, y el Sistema Penitenciario no cortó estas organizaciones. Incluso algunos pandilleros nos han dicho que estos grupos de extorsión les han utilizado para amenazar en las calles. Este tipo de tratos hacen que obtengamos información errada de cómo funciona la criminalidad en el país.

¿Cómo se puede redireccionar la narrativa, cuando existe una constante exposición a un discurso maniqueo desde las mismas campañas políticas y la promesa de la mano dura?

Una opción es que los medios de comunicación puedan enfocarse más en el tema. No solo con las pandillas que están fuera sino con el Sistema Penitenciario. Necesitamos debatir las ideas. El periodismo tiene entrada para ir y entrevistar. Preguntar cómo es posible buscar mejoras dentro del Sistema Penitenciario y en las calles. Maneras de trabajar con la gente para evitar que vuelvan a operar en la calle. 

Al trabajar con pandillas, alguna vez existió la lógica de ayudar a buscar acciones alternativas en la privación de libertad. Elementos con los que ellos se pueden sentir tomados en consideración y ganar dinero. Al final, reinserción. Pero no tenemos políticas reales en las que se pueda ayudar a estas personas.

En el tema específico de su publicación, ¿cómo es el rol de las mujeres en las pandillas y cómo lo explican los medios?

Los medios las retratan como las involucradas en la criminalidad. Muchas mujeres se están quedando sin salidas y se integran a estos grupos. Las pandillas se han dado cuenta que al involucrar a mujeres pueden entrar más fácil a algunos lugares. Las mujeres llegan y enamoran a los policías, o al guardia de seguridad privada, los distraen y pueden hacer más cosas.

En una entrevista a una privada de libertad en Honduras, ella dice que se siente poderosa al ser parte de una pandilla. Algo que como mujer no tenía posibilidad en su comunidad. Pero al estar en la pandilla y ser agresiva ella podía ser reconocida, sentir poder y liderazgo. Las mujeres han sido útiles para probar métodos distintos a los de los hombres. Un taxista que sabe cómo funcionan ciertas zonas no se detiene si ve a un hombre, pero sí cuando ve a una mujer.

En la investigación mencionamos que lo primero que se dice en el discurso de género -en los medios- es su ingreso a las pandillas, a través de un ritual que puede ser sexual, con el cual no logran obtener una posición en la pandilla, o puede ser a través de “el brinco” que es una fuerte paliza, con la que acceden a igualdad de condiciones con el resto de los miembros.

También se habla del rol de víctimas, son consideradas subalternas y se dice que no gozan los mismos derechos que los hombres.  Otro estereotipo es que ellas apoyan la economía criminal con el traslado de armas, droga, mensajes y que usan sus encantos para poder cautivar. Que sucede, pero no están arrinconadas a eso únicamente.

Y también aparece que son utilizadas como objeto sexual. A ellas les molesta que se diga eso porque no es así, sino que algunas te aseguran que van con el hombre que ellas quieren. Hay mucho qué analizar. Algunas privadas de libertad dicen que en efecto han sido utilizadas como objeto sexual dentro de la pandilla, pero que eso no hace diferencia con lo que viven fuera de la pandilla. En sus propios hogares donde han sido abusadas por sus papás o sus tíos. 

¿Existen datos sobre el número de mujeres implicadas en las pandillas?

Un estudio de hace cinco años, que se hizo desde Costa Rica para toda la región dice que las mujeres representan un 40% del total. Pero no en El Salvador. Allí hay una excepción porque los pandilleros decidieron que las mujeres no pueden formar parte de estos grupos. Según ellos porque las mujeres tienen más facilidad para hablar, si las agarra otro grupo de crimen organizado. Las consideran elemento peligroso para tenerlas dentro. En Guatemala y Honduras hay mujeres, e incluso con niveles de liderazgo. En El Salvador son cero mujeres. Ninguna.

¿Lo que sucede en El Salvador es una réplica de los estereotipos y del machismo del resto de la sociedad?

Al machismo se le encuentra en todas las pandillas. Hay mujeres que están ligadas a la pandilla, pero no están dentro. Son mujeres colaboradoras en el cuidado de ancianos, en el cobro de extorsión o venta drogas, pero que no las consideran activas. Además de las mamás, hermanas, hijas, tienen un alto nivel de participación por los lazos familiares, pero no son consideradas piezas del grupo por razones de seguridad.

En lugar de esto, ¿qué debería contarse sobre la participación de mujeres en las pandillas?

Nosotros queremos poner de manifiesto con esta investigación la falta de conocimiento que hay sobre las mujeres en estos grupos. Casi siempre se cuenta la historia de solo una de las mujeres por la dificultad que hay de acceder a las pandillas y a ellas. Se necesita mayor investigación sobre sus roles para entender qué están viviendo, cómo se involucran, cuáles son las diferencias del grupo, de la pandilla, todo el tema masculino y violento que concentran para entender sus lógicas.

Hay que contar sobre esas mujeres que no han cometido delitos. Que son parte de la pandilla y cumplen roles de novia del líder, cuidadora de los hijos, mensajeras en las prisiones, pero que no son actos criminales.

¿Existen personas de la diversidad sexual en puestos de liderazgo?

En el análisis que se hizo sobre bibliografía encontramos una sola publicación sobre esta población  en El Salvador. En Guatemala existe una clica de homosexuales en Mixco, conformada en 2008. 

El tema es tabú. Cuando hablas de esto las pandillas lo evitan y dicen que eso no existe con ellos, que es imposible. Pero cuando vas a mayor profundidad y ves cómo funciona a lo interno, te das cuenta de que para ellos lo terrible es que la pandilla contraria se entere de que tienen a alguien homosexual en su grupo. Esto es tomado como símbolo de debilidad.

Existen pandilleros homosexuales. La condición para permanecer es demostrar que son igual de fuertes que cualquiera, siempre que no se sepa que son homosexuales. Mientras no los ponga en situación de debilidad con el otro grupo, es algo que no les afecta tanto.

 

¿Puede considerarse a las pandillas como microcosmos de la sociedad?

Efectivamente. Reproducen lo que encontrás en la sociedad en su conjunto. Existe violencia, códigos y valores propios que ellos manejan. Por ser organizaciones cerradas y estrictas con el cumplimiento de sus reglamentos, son grupos más exacerbados que la sociedad, pero en efecto son microcosmos. Como son parte de la sociedad demuestran los mismos procesos.

¿Es posible investigar a las pandillas, desde la academia, a partir de documentos que se hicieron hace diez o veinte años?

Las investigaciones tienden a guiarse por los mismos documentos. Si volvemos a la misma información seguimos reproduciendo la misma información. No estamos teniendo acceso a cosas nuevas. Necesitamos reflexionar sobre cómo la academia se abre para entender el tema con mayor amplitud.

Existen autores en El Salvador que con diferentes métodos y distintos grupos han buscado contar y aprender más a través del tiempo. Pero la generalidad es que todos los trabajos se basan en hacer un barrido académico de lo que ya hay. Las pandillas han cambiado. Mucho de lo que se dice no responde a la actual realidad de estas personas. En algunos casos porque ellos se van redefiniendo a partir de las políticas y porque buscan conservar cierta información que no hacen pública.

Las promesas de campañas políticas van desde la mano dura hasta la pena de muerte, pero poco se debate sobre la prevención. ¿Existe voluntad para cambiar ese enfoque?

El gran problema es que no va a cambiar. Me lo han dicho personas de diferentes gobiernos, porque al ellos salir gritando “¡mano dura!”, “¡matemos a todos!”, la gente lo entiende como que allí se termina el problema, allí se resuelve. Pero si se dice que hay que darles educación y salud, lo escuchan como “bla, bla, bla”. Quién lo va a hacer, quién tiene verdadera voluntad. La población no entiende la lógica directa entre estas acciones y los resultados.

Si la misma sociedad no forma parte de esta lógica y entendimiento de cambio, es difícil dejar de ver que lo más rápido y seguro es matarlos a todos. Se genera una espiral de odio. Por un lado el sistema responde a lo que la sociedad quiere y por otro el sistema utiliza estas medidas para justificar sus acciones. El sistema puede crear problemas que luego requieren demandas asociadas a generar réditos, como la seguridad.

Para el Estado es más cómodo tener un enemigo interno y así justificar sus acciones. Los gobiernos necesitan tener al enemigo que te va ayudar a decir que algo que está mal y así demostrar que al ganarle al malo se arreglan las cosas. Una forma simplista de hacer el análisis social sobre los temas de seguridad. Utilizar el miedo para ello. En las sociedades guatemalteca, hondureña y salvadoreña, funciona muy bien. Es como cuando se señalaba a la guerrilla en el pasado. Se decía que ellos hacían todo lo malo y para acabar con lo malo se justificaban acciones.

Después de presentar el libro en Ciudad de Guatemala, al menos tres personas se me acercaron para decir que desconocían la situación de las pandillas. Me decían que siempre los habían calificado como personas malas que estaban en determinada área de la ciudad haciendo maldades, sin entender que son parte de una comunidad, de una familia y que en realidad no están aislados. Esto dice mucho de cuánto la gente necesita opciones para educarse y así cuestionar a sus autoridades. La ciudadanía necesita estar enterada, informada y ser crítica. Mientras menos se sabe, las autoridades tendrán libertad sobre cualquier acción que quieran tomar.

Es necesario no solo cambiar la narrativa respecto a las pandillas, sino cambiar la narrativa en general. Formar ciudadanos que cuestionan y van aprendiendo. Una ciudadanía mal informada entra en una lógica de ignorancia en la que cualquier discurso es creíble.

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