Marilar Aleixandre: «Se está demostrando que los derechos que hemos conseguido no son para siempre y que pueden ir para atrás»

La escritora Marilar Aleixandre visitó Guatemala durante la Filgua 2025 para hablar sobre su libro ‘Las malas mujeres’. La obra se desarrolla en el ambiente de una cárcel de mujeres. Habla sobre la desigualdad que atraviesa a la justicia, sobre el aborto y el acceso de las mujeres a la educación.

En medio de la pandemia y el confinamiento por la COVID-19, la escritora española Marilar Aleixandre escribió la novela histórica Las malas mujeres. Un libro que trae al presente a …

En resumen:

  • Las malas mujeres es un libro sobre una cárcel de mujeres del siglo XIX; la cárcel de La Galera.
  • En el libro, las malas mujeres son presas de la cárcel. En la sociedad, el término se ha aplicado a las mujeres rebeldes, insumisas.
  • Uno de los personajes es una adolescente de 15 años. Su historia está relacionada con un aborto. «Ninguna mujer aborta porque quiere como un capricho. Todo eso tiene que ver con poca educación sexual», recuerda Aleixandre.

En medio de la pandemia y el confinamiento por la COVID-19, la escritora española Marilar Aleixandre escribió la novela histórica Las malas mujeres. Un libro que trae al presente a las presas de una cárcel gallega del siglo XIX.  

La escritora, que también es poeta, bióloga y traductora, es conocida por centrar su proyecto literario en las violencias sociales, la violencia que se ejerce sobre los colectivos. 

En su camino contra el olvido, la escritora metió «las manos en el pozo de la desmemoria» para rescatar la historia de las mujeres de la cárcel de La Galera. 

La obra, que se publicó en 2021, incluye la historia de mujeres conocidas —aunque algunas quizás no tanto como merecen—: Concepción Arenal, Juana de Vega, Pepa a Loba… 

Entre los capítulos también están las historias de otras que estuvieron hacinadas en La Galera, pero que la falta de registros documentales ha anulado los detalles de sus vidas. Para ellas, la escritora se apoyó en la imaginación y la realidad que viven más mujeres. 

Así, aparece en la escena Sisca, de quince años, condenada por acompañar a su madre a abortar.  

¿Algo ha cambiado entre las desigualdades de las mujeres de la cárcel de la Galera en el siglo XIX y las desigualdades del presente? ¿Qué es ser una «mala mujer»? Sobre esto conversó Marilar Aleixandre con Agencia Ocote. 

¿Qué fue lo que le llevó a escribir Las malas mujeres? ¿Cuál fue el detonante?

En 2019 estábamos escribiendo con una colega, María López Sánchez, un libro que se llama Moviendo los marcos del patriarcado: El pensamiento feminista de Emilia Pardo Bazán. La mujer que acuñó la palabra «mujericidio». 

Estábamos escribiendo este libro, leyendo las biografías de Emilia Pardo Bazán, pero también de Concepción Arenal. 

Concepción Arenal asistió a la universidad algunas veces. Iba vestida de hombre, no disfrazada, es distinto. Iba así porque si no, no podía entrar, pero todo el mundo sabía que era una mujer. No se pudo graduar; en esa época no estaba permitido. En España se permitió para las mujeres hasta 1910.  

A pesar de no tener el título de Derecho, se considera una penalista importante porque propone la regeneración. Hoy día le llamamos reinserción. Ella dice: «Las presas, los presos, tienen que volver a integrarse a la sociedad». En ese momento fue una idea totalmente novedosa.

En su biografía leo un párrafo, una frase: «Concepción Arenal fue visitadora de prisiones, el primer sitio donde estuvo fue la cárcel de La Galera de A Coruña, donde había 300 mujeres». Es como si alguien me diera una bofetada. 

¿Cómo? La cárcel de la Galera… yo vivo en Santiago, pero Coruña está a 28 minutos en tren. 

La calle de la Galera está a 10 minutos andando de la plaza principal. Le pregunto como a 20 personas de Coruña, ¿por qué se llama Galera la calle Galera? 

Solo una persona sabía que por la cárcel. Una memoria que está absolutamente olvidada. No hay documentación, no sabemos lo que pasaba allí. 

Entonces dije: «Tengo que escribir esto, tengo que escribirlo».

La novela se basa en hechos reales. ¿Cómo fue el proceso de investigación? ¿Qué tipo de fuentes consultó para construir estos retratos de mujeres encarceladas en el siglo XIX?

No sé si tanto como hablar de investigación. En una novela hay que documentarse. Aparte de leer historias de la época, veo los escritos de (Concepción) Arenal. Están todos en la web. De manera que cuando creo ese personaje, lo hago a partir de sus propias ideas y las cosas que escribe. 

Están esos harapitos, hay que coserlos con la imaginación, pero la imaginación tiene que intentar ser coherente.

Por ejemplo, yo imaginé que les quitan los vestidos y les dan una especie de uniforme gris. No sabía qué color eran, pero imaginé. Después leí en un artículo de Arenal, las presas con sus uniformes grises. 

Tuve que meter las manos en el pozo de la desmemoria para sacar la historia. Hay personajes que son reales como Concepción Arenal, que en ese momento va a la prisión como visitadora y Juana de Vega, una mujer liberal implicada en política. 

Los personajes históricos han dejado escritos o libros, ensayos, pero las presas, ¿cómo hacer hablar a las presas? 

Son mujeres que no saben leer, algunas están aprendiendo. Mujeres a las que se les ha dicho que no tienen voz.

Se me ocurrió la idea de hacerlas hablar en un diálogo a través de voces de poetas. Hay unos capítulos intercalados que llamé «El mudo coro de las malas mujeres».

La novela revela cómo la justicia estaba atravesada por la desigualdad sobre todo hacia las mujeres pobres. ¿Cree que estas formas de castigo simbólico y estructural hacia las mujeres han cambiado?

¿Por qué están en la cárcel? Porque no tenían casa, porque no tenían domicilio conocido, por mendigar y por robar. 

Por eso estaban los hombres y las mujeres en la cárcel, por robar. Pero no era robar como roban los banqueros en Europa. Era robar pan para dar de comer a los hijos. 

Y luego las mujeres, por unos delitos ya específicos, como prostitución. Mujeres que no tenían otra cosa que vender su cuerpo. Infanticidio, porque aparte de aborto, había mujeres que lo que hacían era matar al niño al nacer. Y aborto y todo eso.

Solo hay una mujer que sabemos por qué estaba, los delitos específicos. Pepa a Loba era una bandolera. En ese momento estaba en la cárcel por un engaño, alguien que había matado a su tío adoptivo había hecho que la condenaran manchando su ropa de sangre. Después fue capitana de un grupo de bandoleros.

Es una cuestión no sólo de las mujeres. El feminismo, los derechos de las mujeres, como tantas, sobre todo es una cuestión de clase. Es una de las desigualdades. De las mujeres que están en la cárcel de la Galera, ninguna es de una clase social elevada.

Hoy día también pasa. Sabemos que tiene muchas más probabilidades de acabar en la cárcel una persona de determinada clase social que de otra. 

Hay un tema en su libro, el aborto, que aún es controversial en muchos países. En Guatemala, por ejemplo, está penado por la ley. ¿Por qué es importante que sigamos hablando del aborto?

Pues porque se está demostrando que los derechos que hemos conseguido no son para siempre y que pueden ir para atrás. Eso, por una parte, en los países donde es posible hacerlo. Y también porque eso ayuda, yo creo, a las mujeres de otros países donde no es posible a luchar para ser dueñas de su propio cuerpo. 

Ninguna mujer aborta porque quiere como un capricho. Todo eso tiene que ver con poca educación sexual. 

En general lo que hay que hablar es de los derechos de las mujeres a decidir sobre su propio cuerpo. Si hay una buena educación sexual, el número de embarazos no deseados se reduce.  

Hay países donde el problema es que los hombres consideran que si se ponen un preservativo, no son hombres. Entonces, todo forma parte de la educación de la igualdad.

¿Qué implica ser una «mala mujer» desde el libro y desde la sociedad?

En el libro son las presas de la cárcel, pero en la sociedad, durante mucho tiempo se ha aplicado a las mujeres rebeldes, insumisas. A las mujeres que no aceptaban la sumisión. 

Las feministas le han dado la vuelta, hay un eslogan que no recuerdo quién lo inventó, pero que dice: «Las niñas buenas van al cielo y las niñas malas van a todas partes». Hay algunas cosas que se han reivindicado, de igual forma que se han reivindicado cosas como las brujas. 

Parte de ello es la voz, el discurso. Esto lo he visto cientos de veces. Estar en una mesa hablando. Los hombres hablan, dominan el discurso. Si tú dices algo, a lo mejor un poco más largo de tres frases, ya estás tú siempre hablando, ya estás tú con tus cosas feministas.

Es muy importante que las propias jóvenes y las mujeres se convenzan de que tenemos los mismos derechos y que podemos tener voz. Que podemos hacer cualquier cosa con nuestra vida, y para eso es muy importante leer.

Lo que pretenden los libros es que la gente construya sus pensamientos. Los pensamientos no vienen empaquetados y tú no tomas el que ha hecho un autor. 

En la novela Las malas mujeres rescata voces de mujeres silenciadas por la historia. ¿Por qué es importante darles protagonismo en la actualidad?

Racionalizar por qué tomas una decisión no es muy fácil. Tanto en esa novela como la que acabo de publicar que se llama Las bocas cosidas

Yo sé que leo esa frase y digo: «Quiero contarla, quiero contar una historia de que hubo estas mujeres presas». 

Cuando digo que no tienen voz es una metáfora, pero es cierto. 

Si tu no puedes hablar, no puedes levantar la voz, imagínate unas presas en el siglo XIX. 

La situación de las mujeres siempre ha sido un motivo central en su escritura. Leí que en una entrevista con el diario El País dijo que su primer compromiso político fue el feminismo. ¿Ha cambiado algo en ese compromiso?

Mi primer compromiso político, decir que quiero cambiar las cosas, recuerdo que fue una compañera de clase que nos invitó a algunas mujeres a tener unas reuniones sobre el número de una revista y los libros de Simone de Beauvoir. A partir de ese momento mi mirada no volvió a ser igual.

Me preguntaste si había cambiado mi compromiso, la respuesta es: no. 


Entrevista: María José Longo Bautista 

Edición: Carmen Quintela

Fotografías: Maria del Carmen Hernández e Ixmucané Us

María José Longo Bautista

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