El arte de resistir de Emilia Yang: La memoria como acto político

Emilia Yang es artista, investigadora y activista nicaragüense. Su vida ha estado marcada por el exilio desde antes de nacer. Es nieta y bisnieta de perseguidos políticos, e hija de una familia criminalizada. Hoy, desde su condición de artista desplazada, transforma el duelo, la rabia y la memoria en arte y organización colectiva y documenta las historias de quienes han sido silenciados por el régimen de Ortega y Murillo.

La historia de Emilia Yang comienza antes de su propio nacimiento. «Es raro, porque les digo que soy nicaragüense, pero nací en Costa Rica por otro exilio», explica la artista. …

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En resumen

  • Nacida en Costa Rica debido al exilio familiar, Emilia Yang proviene de varias generaciones marcadas por la persecución política.
  • En 2018, tras el asesinato de su tío por paramilitares y la escalada de represión en Nicaragua, Yang documentó testimonios de víctimas.
  • Actualmente exiliada por su activismo, continúa su labor de memoria, buscando preservar el pasado e imaginar un nuevo futuro para Nicaragua.

La historia de Emilia Yang comienza antes de su propio nacimiento. «Es raro, porque les digo que soy nicaragüense, pero nací en Costa Rica por otro exilio», explica la artista.

«Mi abuelo también fue perseguido político y mi tatarabuelo estuvo preso por ser periodista. Mi familia ha vivido varios exilios», cuenta Yang.

Sus raíces están entrelazadas con una herencia de resistencia y persecución, que ha moldeado su identidad y su obra.

Tras crecer entre estas historias familiares de resistencia, Yang desarrolló una trayectoria profesional centrada en el arte, la investigación y el activismo. 

Yang ya exploraba la memoria como un acto político, antes de que la crisis de 2018 transformara radicalmente su vida y su enfoque artístico.

La crisis a partir de 2018

La represión del gobierno de Daniel Ortega y Rosario Murillo contra manifestantes y estudiantes desató una ola de violencia.

El Grupo Internacional de Expertos Independientes (GIEI) documentó al menos 355 personas asesinadas durante las protestas de 2018 y 2019. Miles fueron perseguidas, detenidas o forzadas al exilio.

Mientras esto sucedía, Yang y sus amigas comenzaron a documentarlo.

Emilia Yang exploraba el arte como denuncia cuando, la dictatura nicaraguense en 2018 inició una escalada de represión, lo cual la motivó a continuar con su lucha. Foto: Vekis Morales, La Revuelta
Emilia Yang exploraba el arte como denuncia cuando, la dictatura nicaraguense en 2018 inició una escalada de represión, lo cual la motivó a continuar con su lucha. Foto: Vekis Morales, La Revuelta

«Hicimos empapelados gigantes con los rostros de las víctimas. Queríamos que no se perdiera la identidad de quienes habían sido asesinados», recuerda. 

Esta acción representó sus primeros pasos en lo que se convertiría en una misión de preservación de la memoria frente a los intentos estatales de borrarla.

El dolor que transformó su camino

En junio de 2018, la violencia tocó directamente a su familia. Su tío, Vicente Rappaccioli, fue asesinado por paramilitares. 

«No era activista, era una persona pacífica, pero estaba en el lugar y momento equivocados», detalla Yang. 

«Cuando fuimos a reconocer su cuerpo, el Instituto de Medicina Legal intentó tratarnos con condescendencia. Les dije: “Esto no se va a quedar así”». 

Desde ahí supe que era urgente resguardar la memoria de lo que estaba pasando». La pérdida personal se convirtió en un catalizador para el trabajo de Yang.

Como señala la escritora Fátima Villalta, a quien Yang cita en sus reflexiones: «La muerte es una política de Estado y se ejerce no solo desde el asesinato sino desde la exclusión y el sometimiento. Despojarnos de futuro es también enviarnos al matadero».

El nacimiento de «AMA y No Olvida»

Tras el asesinato de su tío, Yang intensificó su compromiso con la documentación de la violencia estatal. Colaboró con la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) en el registro de testimonios de asesinatos y desapariciones.

Entre 2018 y 2019, trabajó con familiares de las víctimas para construir el proyecto comunitario «AMA y No Olvida», un museo de la memoria contra la impunidad. 

«Escuchar a esas familias, verlas llevar sus documentos, contando sus historias, a pesar del miedo y de las amenazas, fue algo que me cambió la vida», relata la artista. 

Este proyecto surgió de preguntas fundamentales: «¿Cuáles son las prácticas que las familias realizan en sus hogares? ¿Cómo hacer un espacio para honrar? (a sus víctimas)».

Emilia Yang exploraba el arte como denuncia cuando, la dictatura nicaraguense en 2018 inició una escalada de represión, lo cual la motivó a continuar con su lucha. Foto: Vekis Morales, La Revuelta
Emilia Yang a vivido en Costa Rica y en Estados Unidos producto de la criminalización que el régimen de Daniel Ortega ha impuesto a sus ciudadanos en Nicaragua. Foto: Vekis Morales, La Revuelta

El museo se convirtió en un espacio de resistencia frente a la narrativa oficial, que, como explica su sitio web:,  «criminaliza a los ciudadanos que participaron en las protestas cívicas». 

En el museo se encuentran semblanzas, testimonios y mapas/relatos de los hechos. Un archivo audiovisual y documental que permite dimensionar la vida y la muerte de las víctimas.

La Asociación Madres de Abril (AMA), con quien Yang colabora estrechamente, continúa sosteniendo su demanda de «justicia sin impunidad» para sus hijos y familiares asesinados.

Persecución y exilio

A medida que el régimen aumentó la represión, la situación se fue volviendo más peligrosa. «Mis amigas estaban siendo encarcelados. Nos vigilaban», cuenta la investigadora. 

«En mi familia había un silencio colectivo por miedo. Decidimos irnos».

Su trabajo con AMA y No Olvida la había convertido en un blanco para el régimen de Ortega y Murillo, como ella misma explica. 

«Estoy exiliada de mi país, por mi arte y activismo como víctima del Estado, por exigir procesos de justicia y difundir la memoria de las víctimas mortales del Estado».

Pero la salida no fue sencilla. Se exilió con Luciana, su esposa.

«Salimos en filas separadas para que no se notara que íbamos juntas. Pasamos más muchas horas en la frontera. Apenas llegamos, me enfermé de agotamiento».

Este proceso estuvo marcado por múltiples capas de vulnerabilidad: no solo como perseguidas políticas, sino también como mujeres y como pareja del mismo sexo en un contexto conservador y hostil.

Aunque reconoce que ella tiene privilegios, al también ser ciudadana costarricense.

El museo y nuevos proyectos desde la diáspora

A pesar del exilio, Yang no abandonó su compromiso con la preservación de la memoria. El museo, que comenzó en 2019 en Nicaragua, ahora está en itinerancia internacional.

«No podemos regresar, pero podemos seguir construyendo espacios de resistencia. Seguimos documentando, seguimos recordando», afirma con determinación.

Trasladar el museo representa adaptarse a las circunstancias de la migración, pero también muestra que el trabajo de memoria trasciende fronteras. 

Yang ha vivido en Costa Rica y Estados Unidos.

El desplazamiento forzado no logró silenciar su labor. Yang ha creado nuevos proyectos que exploran la memoria, el desplazamiento y la identidad. 

Emilia Yang se marchó de Nicaragua para salvar su vida, pero considera que seguir haciendo arte le permite mantener viva la memoria de su hogar y de su familia. Foto: Vekis Morales, La Revuelta
Emilia Yang se marchó de Nicaragua para salvar su vida, pero considera que seguir haciendo arte le permite mantener viva la memoria de su hogar y de su familia. Foto: Vekis Morales, La Revuelta

Obras como Viaje al Agua o Territorios de Memoria surgen como respuestas creativas a esa experiencia del desarraigo.

«Asumiendo mi lugar en la diáspora del exilio, esparzo semillas de esperanza, solidaridad y resistencia que ayudarán a crecer y conectar con otros ecosistemas».

Ante la falta de documentos y otras pertenencias familiares como fotografías, recuerdos, Emilia Yang se cuestiona ¿qué otros tipos de archivo puede hacer para mantener viva la memoria? o ¿cómo su trabajo actual puede conectarla con un espacio (su país) al que ya no tiene acceso?

«No puedo ir a la tumba de mi mamá, pero puedo encontrar otras formas de conectarme con ella», reflexiona y recuerda obras realizadas en su memoria.

«He trabajado con otros exiliados en México, cocinando juntos y contando historias. Imaginamos un futuro sin dictaduras. Son estrategias para darnos esperanza».

Un contexto más amplio: La migración nicaragüense

La experiencia de Yang no es única. Según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), más de 440 mil nicaragüenses solicitaron asilo a nivel mundial entre 2018 y junio de 2023. Aproximadamente 18 mil obtuvieron el estatus de refugiado. 

«No soy la única historia», reconoce Yang.

El Mecanismo Especial de Seguimiento para Nicaragua (Meseni) de la CIDH recibió los testimonios de 135 personas que fueron desterradas a Guatemala  en septiembre de 2024.

Una de las observaciones más penetrantes de Yang es la temporalidad del trauma para los exiliados: «En Nicaragua no es estrés postraumático. Es estrés traumático, porque el ‘post’ no existe. Seguimos recibiendo noticias, seguimos viendo gente desaparecida».

Recuerda que la criminalización de cualquier acto de protesta y el encarcelamiento es una realidad que sigue vigente y se intensifica con el paso del tiempo.

Pero Yang señala preocupaciones más amplias: «En Latinoamérica, la migración es una realidad frente a la falta de oportunidades y el aumento de gobiernos autoritarios». 

También le inquieta que «en el escenario de política internacional, el concepto de asilo está en riesgo, ya que la migración no se reconoce como un derecho humano».

Proyectos actuales y visión de futuro

En el presente, la investigación de Emilia Yang ha mapeado cómo dentro del exilio se construyen comunidades y cómo es posible imaginar futuros alternativos. 

«Quiero invitar a la gente a imaginar y crear un proyecto juntes sobre un futuro en libertad, a proyectar otros horizontes. No se trata solo de recordar lo que hemos perdido, sino de construir posibilidades».

Este giro representa una evolución en su trabajo, que ya no solo documenta el pasado y el presente doloroso, sino que busca cultivar imaginarios de lo que podría ser. 

La memoria se convierte así en un terreno fértil para sembrar nuevas posibilidades.

Emilia Yang concluye con una poderosa declaración de interdependencia: «La única manera de sobrevivir a los autoritarismos es agarrarnos de las manos. La resistencia no es individual. Nos necesitamos».

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