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La reforestación recupera un manglar

La contaminación y la deforestación atacan los manglares en Guatemala, unas barreras naturales entre la tierra y el mar, que protegen poblaciones, ayudan a mantener la biodiversidad y son fuente de alimentos. Ante una situación crítica, una comunidad se une con organizaciones sociales para reforestar estos ecosistemas necesarios para combatir la crisis climática.

Son las ocho de la mañana y el cielo está nublado en el embarcadero Sarampaña, en Chiquimulilla, Santa Rosa. «Tuvieron suerte de venir hoy», dice Julio Flores, quien ha vivido …

Son las ocho de la mañana y el cielo está nublado en el embarcadero Sarampaña, en Chiquimulilla, Santa Rosa. «Tuvieron suerte de venir hoy», dice Julio Flores, quien ha vivido en la localidad durante sus 65 años. Los días anteriores, dice Julio, el calor los hacía sudar día y noche. 

Es el primer fin de semana de junio y amaneció lloviendo. 

En mayo, el mes en el que suele iniciar la época lluviosa en Guatemala, solo llovió dos veces aquí, en Chiquimulilla. Fue muy poca cantidad y muy poco tiempo.

Flores es dueño de dos lanchas que transportan a turistas por el canal de Chiquimulilla, rumbo a la playa Las Lisas, en la costa sur de Guatemala. 

Antes, se dedicaba a la pesca de camarones, róbalo y de otros peces, como muchas de las personas de las aldeas cercanas. Pero hace un tiempo que dejó ese oficio. Ya no pudo seguir. Por la contaminación, dice. 

Según Julio Flores, una camaronera, cuyo nombre no recuerda «porque lo cambia constantemente», contamina con pesticidas el canal de Chiquimulilla y el mar.  «De 75 lanchas que antes pescaban, ahora solo quedan unas 12», asegura. 

Los pescadores han sido obligados a asumir otras labores. Varios, como él, son guardianes de casas de vacaciones de familias de la ciudad capital. Así  lo cuenta René Rocha, el vicepresidente del Consejo Comunitario de Desarrollo (COCODE) de la aldea Barra El Jiote, en Jutiapa, ubicada en las cercanías del canal de Chiquimulilla. 

Los pesticidas, además del agua del canal, contaminan los manglares que lo rodean. Son ecosistemas únicos que crecen en áreas tropicales con altas cantidades de salinidad.

«Ellos (la camaronera) estaban evacuando sus piscinas. El sedimento del camarón caía al canal y eso secaba los manglares», dice René Rocha. Afirma que se encuentran en diálogos con las autoridades de la camaronera. Él tampoco menciona el nombre de la empresa. 

En 2009, la abogada Paola Baez publicó una tesis sobre la destrucción y contaminación del ecosistema del manglar por personas que lo utilizan para el cultivo de camarón y la producción de sal. Explica que los estanques de camarones deben ser desaguados y lavados con frecuencia, para lo que suele usarse el agua de los cuerpos de agua circundantes, la cual es reemplazada por agua sucia (rica en materia orgánica y fertilizantes). 

Estas descargas de los estanques causan eutrofización (el aporte excesivo de nutrientes inorgánicos que produce una proliferación descontrolada de algas) y contaminación química en el ecosistema de los bosques manglares. 

Los estanques utilizan las larvas y postlarvas que se crían en el ecosistema de manera natural, lo cual disminuye la cantidad que las poblaciones naturales de camarón silvestre de la zona pueden consumir. Esto afecta «a los pescadores locales, tanto de camarón como de peces y la disminución de la propia semilla de las granjas», según Baez. 

Marcela Gereda, directora y fundadora de aMares, un colectivo de antropólogos y conservacionistas, explica que estos humedales son de vital importancia para el ambiente. «Absorben y capturan dióxido de carbono (CO2), lo que los convierte en un gran aliado para el cambio climático», explica. Albergan distintas especies de flora y fauna y funcionan como barreras naturales contra fenómenos naturales como ciclones y tormentas. 

Los manglares cubren 25,089 hectáreas de Guatemala, según información del Instituto Nacional de Bosques (INAB). El 90.73% está en el Pacífico. 

Los problemas que los manglares ubicados en las cercanías del embarcadero Sarampaña enfrentan no se limitan a la contaminación de la camaronera.  

En zonas específicas, son utilizados como basureros clandestinos, según el COCODE de Barra El Jiote. También experimentan deforestación, especialmente, los manglares de tipo rojo, por su atractivo color. 

Pero en los últimos 20 años, el Ministerio de Ambiente y Recursos Naturales (MARN) solo ha registrado 2 denuncias por contaminación de manglares. Una en San Cristóbal Verapaz, Alta Verapaz en 2021 y otra en Iztapa, Escuintla, un año después. 

Según el COCODE, las comunidades cercanas son las responsables de la deforestación. Utilizan la madera del mangle crecido para construir ranchos. 

En 2013, el Ministerio de Ambiente y Recursos Naturales (MARN) realizó un estudio de la cobertura de mangle en Guatemala. Reveló que la deforestación de mangle en la zona es también resultado del avance de la frontera agrícola. 

A los bosques manglares en esta región les afecta mucho la creación de barras: acumulaciones arenosas en zonas cercanas a la costa, cuyas corrientes llevan sedimentos de arena erosionados a la playa. Según el estudio del MARN, afectan al curso de los ríos y socavan áreas de mangle, cada vez que se forma una nueva. 

Esto, sumado a la tala ilegal, ha provocado la pérdida de bosques manglares en el Estero Chapán y el Estero Champericón, explica el MARN.  

«Devolver un poco a la tierra»

Un bus se estaciona a pocos metros del embarcadero. Del vehículo bajan treinta personas de distintas edades y ocupaciones: estudiantes de biología y agronomía, maestras de ciencias naturales, educadoras ambientales y familias con adolescentes. Junto a aMares y el Movimiento Ecológico Estudiantil (MEE), hoy, 9 de junio de 2024, participarán en la reforestación del manglar. 

No es la primera vez que la organización realiza la actividad; lo han hecho en tres ocasiones anteriores en el Paredón, en Escuintla, a unos 170 kilómetros. Allí, el mangle sembrado ha comenzado a crecer y ha atraído de nuevo la presencia de tortugas y jaiba, según Gereda. «Esto es esperanzador para las comunidades porque pueden volver a utilizar este recurso para su alimentación», explica. 

La reforestación se realiza en territorio de la aldea Barra El Jiote. Para llegar, el grupo recorre el canal en lancha durante 45 minutos. «Hoy venimos a devolver a la tierra un poco de lo mucho que nos da», dice Luz Recinos, estudiante de turismo sostenible e integrante de aMares y del MEE durante el camino. 

Los manglares rodean el canal y aunque a las diez de la mañana ya dejó de llover, el cielo permanece nublado. Aún así, la humedad del lugar hace que los participantes no paren de sudar. 

La zona de reforestación es de unos treinta metros cuadrados. Tiene mangle sembrado, de una reforestación reciente. Al fondo, el bosque del humedal. 

Allí, el grupo se encuentra con los integrantes del COCODE de la aldea Barra El Jiote, quienes guiarán el proceso. Fueron electos hace cuatro años y reelectos hace dos. Llevan cubetas con la semilla de mangle: una planta vertical y firme, de unos 30 centímetros, que los árboles botan de manera natural. 

El proceso es simple: los participantes introducen el mangle en la tierra, por aproximadamente una «cuarta» (la distancia entre el dedo pulgar y el meñique) y luego dejan esa misma distancia entre un mangle sembrado y el siguiente. Repiten el proceso hasta que las plantas se acaban. 

Terminan en veinte minutos. Suben a la lancha y continúan el camino. 

Llegan a un segundo punto de reforestación. Aquí, el lodo les llega a las rodillas. Les impide avanzar. Algunos se caen. Otros, logran mantenerse de pie, agarrándose de las raíces del mangle.

Este manglar solía ser un basurero clandestino, como otros de la zona. Aunque el COCODE lo empezó a recuperar en 2020, los restos de bolsas plásticas, pedazos de botellas de plástico y piezas de mosaico, aún siguen en la tierra. El mangle, que fue reforestado hace dos años, transitó un proceso adaptativo y crece, aún entre la basura. 

El grupo siembra aquí las últimas semillas de mangle que lleva. 

En total, fueron 5 mil 500 semillas de mangle. 

La comunidad que decidió salvar los manglares 

Las autoridades locales de Barra El Jiote se refieren a su aldea como «la isla»: es una playa frente al océano Pacífico, con el canal de Chiquimulilla por detrás. La conforman 87 familias. Unas 340 personas, aproximadamente, según los registros del COCODE. 

Hace cuatro años el COCODE asumió una prioridad: recuperar los bosques manglares de la zona por medio de proyectos ambientales. 

Se comunicaron con el INAB, quien los asesoró y capacitó para crear una Mesa técnica local del mangle. Hay tres representantes de la comunidad, y una promotora forestal designada por esta entidad. Se reúnen cada mes y organizan actividades. 

Una de las más importantes es la reforestación de manglares. 

La Mesa técnica local del mangle da paseos semanales por los manglares, para identificar zonas que necesitan ser reforestadas. Cuando deciden realizar una reforestación, convocan a la comunidad en el grupo de Whatsapp. 

Quienes se apuntan, se dividen en dos grupos: quienes recogen la semilla de mangle, la cual cae de los árboles, y quienes posteriormente las siembran. Salen en tres o cuatro lanchas.

Realizan también jornadas de siembra con la escuela de la localidad y con grupos de voluntarios de otros sectores y regiones, como aMares y el MEE. 

Con esta dinámica, han reforestado aproximadamente cuatro hectáreas (40 mil metros cuadrados), según Gimy Álvarez, presidente del COCODE. Lo equivalente a unos cinco campos de fútbol.

La comunidad cuenta con un vivero forestal y un huerto comunitario, de consumo y cuidado comunal. También capacita a un grupo de educadores ambientales que siguen en constante formación. 

Cada mes de julio celebran un Festival del Mangle, en el marco del Día Internacional en Defensa de los Bosques Manglares. Realizan actividades como recolección de semillas, reforestación, charlas, cine comunitario, concurso de dibujo y manualidades con reciclaje para niños y foros. 

En este día, como comunidad, se comprometen a cuidar los manglares, lo cual se registra en un acta. 

Según Álvarez, en estos cuatro años los cambios en el ecosistema han sido evidentes. 

Los manglares son lugares de anidación y alimentación de diversas especies de aves y el lugar de descanso para especies migratorias, quienes pasan el invierno en estas regiones. La guía de aves de la costa del Pacífico Guatemalteco registra 260 especies en esta región. 

Las aves son «un grupo de animales muy sensible que responde rápidamente a cambios en el entorno», según la guía. 

Aquellas migratorias, que habían dejado de llegar a los manglares cercanos a Barra el Jiote en el invierno, han regresado. 

Y en la comunidad, la tala y los basureros clandestinos han disminuido. 

«También favorece a la pesca porque limpia más el agua y hace que se regenere la larva y los huevos de todos los animalitos. Es increíble, desde el agua, hasta la tierra y hasta en sus ramas», asegura el representante de la comunidad. «Te cuidan y hacen que se regenere vida».

Kristhal Figueroa

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