Una mañana de 1997, Flor de María Ramírez –madre soltera– le encargó a su vecina cuidar a sus hijos de siete y dos años previo a salir a trabajar, como …
Una mañana de 1997, Flor de María Ramírez –madre soltera– le encargó a su vecina cuidar a sus hijos de siete y dos años previo a salir a trabajar, como lo hacía cada día.
Mientras ella estaba fuera, personal de la Procuraduría General de la Nación (PGN) llegó por sus hijos y se los llevó a bordo de una camioneta blanca.
Había una denuncia anónima en su contra por supuesto abandono.
Aunque Flor presentó varios recursos legales en busca de sus hijos, los pequeños ingresaron a programas de adopción por parte de agencias internacionales que trabajaban con abogados guatemaltecos.
Estos utilizaban un método que la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG) investigó y denominó «lavado de niños».
Dicha investigación, que tuvo el acompañamiento del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, fue presentada en 2010.
Casi 30 años después de lo ocurrido, el Estado de Guatemala le pidió disculpas a Flor, Gustavo Tobar, padre biológico de Osmín y a Osmín (hoy de 34 años), quien por mucho tiempo utilizó el nombre Rico, cuando vivía en Estados Unidos con sus padres adoptivos.
La historia de Osmín es una entre los más de 30 mil niños guatemaltecos dados en adopción entre 1977 y 2007 –año de creación de la Ley de Adopciones– y que fueron llevados a otro país en condiciones irregulares.
Hoy, Osmín tiene poca memoria de su pasado, pero hay algo que no olvidó: El rostro de su madre.

Antes de que la PGN irrumpiera en su hogar, lo poco que recuerda de su infancia en Guatemala era la alegría de correr con sus primos luego de tocar el timbre de una casa ajena.
Tampoco se han borrado las imágenes de algunas heridas que se hizo al jugar con cohetes el día de Navidad y de haber cuidado a su hermano, nombrado sólo como J.R. en documentos oficiales.
Como resultado del trauma al ser arrancado de sus raíces, la imagen que durante mucho tiempo lo persiguió era la de su madre, pero no la de una madre dulce. Siempre que él estaba en un cuarto en la oscuridad, miraba el rostro de su madre enfurecida.
Esos son los pocos recuerdos que tiene, el resto están detrás de muros que su mente creó.
Aún así, Osmín sanó muchas heridas del pasado, por lo que no tiene problemas con las preguntas. Nos dice que ya no se emociona como lo hacía de joven y que esto (contar su historia) es parte de su lucha por la memoria.
Su historia comenzó aquel 9 de enero de 1997, luego de que el Juzgado de Menores recibiera una denuncia anónima por supuesto abandono.
Personal de de la PGN llegaron al cuarto donde vivía con su madre y se lo llevaron a él (de 7 años) y a su hermano (J.R. de 2) al Hogar Asociación de Los Niños de Guatemala en una camioneta blanca.
«Lo único que recuerdo es que me dijeron que íbamos a regresar», relata Osmín. Él lo creyó y se subió a la camioneta.

«Desde ese momento empezó mi viaje de trata infantil. Me engañaron, jamás regresé a mi hogar. Perdí quién era».
Ese mismo día, su madre, Flor de María Ramírez, solicitó la entrega de sus hijos, presentando los certificados de nacimiento de ambos ante la jueza Aida Rabasso del Juzgado de Menores del municipio de Guatemala.
Flor indicó que ella salía temprano de su casa por la necesidad de trabajar. Dejaba encargado a Osmín de darle de comer a su hermanito y menciona que le pagaba a su vecina para que los cuidara, según un informe del caso que realizó la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).
Casi tres semanas después de que los pequeños llegaron al Hogar, se emitió una resolución judicial que confirmó su institucionalización, en donde permanecerían varios meses.
Aquí se parten los caminos de Osmín y J.R. Él prefiere no hablar de su hermano desde este punto de la historia, para respetar su decisión. J.R. prefirió no tener relación con su familia guatemalteca y optó por dejar en el pasado como fue su adopción irregular.
En agosto de 1997 el Juzgado de Menores declaró a los hermanos Ramírez en estado de abandono, aunque en el expediente no hay pruebas sólidas que lo comprobaran.
Los estudios sociales se basaron en entrevistas a personas que decían que Flor era incapaz de cuidar a sus hijos.
En junio de 1998, los niños fueron entregados a padres adoptivos estadounidenses. La adopción se realizó mediante un proceso extrajudicial o notarial.
En diciembre de 1998, el padre de Osmín, Gustavo Tobar Fajardo, presentó un recurso contra la declaratoria de abandono. Se argumentó que no se dio oportunidad a los padres de demostrar que podían cuidar del niño.
Tobar Fajardo demostró que por las condiciones económicas tuvo que migrar a México a trabajar, razón por la cual se separó de la madre de Osmín.
La responsabilidad de agentes del Estado
A partir de 1997, tras la finalización del conflicto armado interno –que permitió el robo de miles de niños por estructuras ligadas al Estado–, la Ley Reguladora de la Tramitación Notarial de Asuntos de Jurisdicción Voluntaria fue el instrumento que permitió a abogados formalizar trámites de adopción sin previa autorización judicial.
Esto hizo que la PGN fuera la única institución del Estado encargada del control y aval de los casos de adopción notarial. Pero la PGN no cumplió con el debido control.
Las adopciones nacionales e internacionales en Guatemala desde el comienzo estuvieron rodeadas de malas prácticas e ilegalidades, tal como lo demostró el informe de la CICIG de 2010.
Durante el conflicto armado interno, las fuerzas armadas jugaron un papel importante en las adopciones irregulares.
Una publicación de la Secretaría de la Paz de 2009 revela que en expedientes que recogen información sobre casos de niños dados en adopción, hay datos que refieren que miembros del Ejército y de la Policía Nacional estuvieron involucrados.
Fue entonces que el incremento de las adopciones internacionales aumentó con el interés de las parejas para encontrar a un hijo, lo que causó una demanda y la creación de redes de trata de niños.
El caso de Osmín entra en la modalidad conocida como «lavado de niños», en donde se presentaba ante un Juzgado de la Niñez a niños robados o comprados, como si hubieran sido abandonados.
Eran declarados en situación de abandono por un juzgado y eso permitía iniciar el trámite notarial de adopción sin necesidad de falsificar documentos.
Los jueces no ordenaban investigaciones para determinar el origen o localizar a la familia de los niños, ni la PGN las hacía. El informe de la CICIG y publicaciones de medios estadounidenses dan cuenta de las irregularidades en este negocio.

En 2002 el caso de Osmín fue archivado. Mientras tanto, él se resistía a la vida que le daban sus padres adoptivos en Estados Unidos, buscaba desesperadamente formas de escape, peleando con ellos y cayendo en adicciones.
Osmín, que en ese tiempo usaba el nombre Rico, tuvo que aprender inglés. Sabía que no estaba con su familia biológica y sabía quién era su mamá.
Fue adoptado junto a otro niño por una pareja de Pensilvania que había perdido a su primer hijo y que anteriormente ya había adoptado a una niña.
Cuando Rico/Osmín tenía 12 años, sus padres adoptivos recibían llamadas preguntando «¿por qué se robaron a Rico?», y pidiéndoles entrevistas, pero ellos siempre se negaron.
Fue hasta que un periodista de Newsweek les dio la oportunidad de aclarar la situación en 2002.
Empieza a conocer su pasado
Gracias a esta entrevista, Osmín pudo ver una fotografía de sus padres biológicos y de él cuando era pequeño.
«Yo siempre estaba buscando fotos mías. En la escuela había que hacer un proyecto de “una foto tuya y de tu familia”. Pero yo no tenía fotos de bebé, entonces busqué fotos en una revista y recorte la imagen de un niño moreno», recuerda.
Para el año 2005, Guatemala ya era uno de los países con más irregularidades en los procesos de adopción del mundo, y los costos de adopción estaban entre los 30 y 40 mil dólares por niño.
Más del 90% de las adopciones fueron realizadas por familias estadounidenses, y para el 2007, Guatemala llegó a ocupar el primer lugar como país exportador de niños.
En 2009, Osmín estaba en la universidad gracias a una beca deportiva cuando un mensaje movió por completo su mundo. Una noche, al regresar a su dormitorio, vio que a Facebook le había llegado un mensaje de Gustavo Tobar preguntándole si era su hijo.
La comunicación continuó y en 2011 tomó un boleto y viajó a Guatemala para reencontrarse con su familia biológica.
«Estaba tan nervioso, me quedé en el baño del aeropuerto por una hora mentalizándome “al fin estoy tocando mi tierra”. Y cuando salí, toda mi familia estaba en mi cara, llorando».
«Era muy bonito, fuimos a piscinas, al zoológico, a varios lugares solo a pasar el tiempo. Pero por mi idioma, porque ya no sabía español, no me podía comunicar con nadie. Aunque no necesitamos un lenguaje para entender el amor».
Osmín regresó poco tiempo después a Estados Unidos para resolver unos asuntos, y en 2015 decidió mudarse a Guatemala. Se casó y cuida mucho a su hijo, porque no quiere repetir la historia.
El proceso ante la CIDH
El caso de Osmín fue admitido inicialmente por la CIDH en agosto de 2006 a petición de las organizaciones Casa Alianza, Movimiento Social por los Derechos de la Niñez y el Centro por la Justicia y el Derecho Internacional (CEJIL).
En mayo de 2013 resolvió que el Estado de Guatemala incurrió en violaciones a los derechos de las víctimas y se puso «a disposición de las partes para una solución amistosa».
Pero ante la negativa del Estado, la CIDH retomó el caso para un análisis más profundo.
Su informe final, presentado en 2015, notificaba que el Estado de Guatemala era responsable por las violaciones de derechos humanos de Osmín Tobar, J.R. Flor de María Ramírez y Gustavo Tobar Fajardo.
En 2018, la Corte Interamericana de Derechos Humanos emitió una sentencia del caso, reconoció la responsabilidad del Estado y determinó que la forma en que se realizaron los procedimientos de adopción de ambos niños afectaron de manera casi irremediable la vida de la familia.
La resolución permitió visibilizar la situación de trata de personas que ocurrió por décadas en las adopciones en Guatemala.
El 12 de julio de 2024, Osmín y sus padres biológicos recibieron las disculpas públicas del Estado de Guatemala. Osmín, que asegura ya estar en paz con lo ocurrido, dice que este acto «fue un pequeño paso para mí, pero un gran salto para los otros adoptados».
Para él la lucha sigue, por lo que se unió al colectivo Estamos Aquí, con otros adoptados que buscan a sus familias. Ignacio Segura, del colectivo, menciona que en este hay personas que siguen buscando y otros que ya encontraron a sus familiares.

Ignacio comenzó el colectivo luego de ver una asociación que cuestionaba «Dónde están los niños y las niñas» de familiares que buscan a sus hijos que fueron robados durante el conflicto armado interno, por lo que respondieron con «Estamos Aquí».
Para Ignacio, aún faltan medidas de reparación, pero cree que el 12 de julio fue un día trascendental que no pueden dejar pasar, y ahora quieren que esta fecha sea el día nacional contra las adopciones, en memoria de los actos que se llevaron a cabo.
El trabajo de Estamos Aquí ya tiene un ritmo, y es la cumbia rap. Si quieres escucharlos, te invitamos a escuchar la canción de Rebeca Lane «Estamos Aquí».
