El 9 de junio de 1974 murió Miguel Ángel Asturias Rosales. Un tumor intestinal que hizo metástasis lo fue llevando lentamente hasta esa noche en la clínica de la Concepción …
El 9 de junio de 1974 murió Miguel Ángel Asturias Rosales. Un tumor intestinal que hizo metástasis lo fue llevando lentamente hasta esa noche en la clínica de la Concepción en Madrid.
Era un tipo grande, robusto, pesado. Si imaginamos que aquel cuerpo de 74 años fue un Premio Nobel de literatura, embajador de Guatemala en repetidas ocasiones, premio Lenin de la Paz en 1965 y guatemalteco encontraremos suficientes razones para sentir la gravedad sobre aquel cuerpo que luego sería trasladado para ser enterrado en el cementerio Pére-Lachaise en París.
50 años después de su muerte, el gobierno de Guatemala presidido por Bernardo Arévalo, anuncia que Asturias será repatriado. Esta vez seguramente polvo y hueso, al mejor estilo de sus personajes, volverá a Guatemala de manera simbólica.
En un acto de alto protocolo se anunció. Cuerpo diplomático, funcionarios, familiares de Asturias, algunas personalidades como la doctora Rigobeta Menchú y pocos, muy pocos artistas, apenas unos escritores y algún editor. El presidente, la vicepresidenta, la ministra de cultura y el hijo del premio Nobel presidieron la mesa de la tarde del 9 de junio de 2024 en la que el Gobierno de Guatemala declaró el año 2024-2025 el año de Miguel Ángel Asturias. Ediciones de su obra en idiomas mayas, una exposición conmemorativa, eventos a cargo del Ministerio de Cultura, dos mantas gigantes con el perfil del Gran Lengua en la fachada del Palacio Nacional (el último escritor que ocupó espacio en esa fachada fue Otto René Castillo durante el gobierno de Álvaro Colom) son algunas de las acciones que implica esta declaración.
Miguel Ángel Asturias Amado explicó por qué no había sucedido antes esta repatriación: “los dos últimos gobiernos me han propuesto traer sus restos, me he negado rotundamente, porque esos gobiernos son parte del pacto de corruptos, por lo cual mi padre no hubiese estado de acuerdo”. Asturias no fue enterrado en Guatemala por las dictaduras militares, explicó su hijo, y para argumentar por qué ahora, Asturias Amado nombró los 106 días de resistencia ciudadana en defensa de la democracia.
Al presidente Arévalo se le quebró la voz anunciando la bienvenida de los restos (in)mortales de Asturias a su Guatemala, a su tierra, y cómo no. Vaya ceremonia emotiva un domingo lluvioso. Asturias llenándolo todo, incluida la prédica neopentecostal que se colaba de la plaza central en una iglesia improvisada como si de los murmullos de los indigentes del Portal se salieran del legendario primer capítulo de El Señor presidente.
Volvamos al Père-Lachaise. Su tumba en París era uno de los lugares de peregrinación de este famoso cementerio de ilustres. Cementerio y museo: Jimm Morrison, Oscar Wilde, Chopin, Asturias, entre un largo listado de ilustres que tiene su propia entrada en la Wikipedia. Una réplica de la estela 14 de Ceibal se yergue sobre una lápida que dice “Gran lengua de Guatemala, unigénito de Tecún Umán”. Centro de peregrinación de un pequeño número de asturianistas de la academia del mundo, y parada de cierto turismo cultural, en algunos casos guatemalense. La tumba solía tener pequeñas banderas plásticas del país, monedas, flores, más de una vez publicaciones y octavos de aguardiente vacíos o vaciados, esperamos, sobre la tumba.
El Teatro Nacional (que sería el mausoleo perfecto) y Premio nacional de literatura también llevan el nombre de Asturias; en 1991, el escritor Dante Liano ganó ese premio. “La noticia del regreso de Asturias a Guatemala me trajo a la memoria, inmediatamente, aquella poesía suya sobre Ulises, la que comienza: “Íntimo amigo del ensueño…” y que termina: “porque volvió sin regresar Ulises”, comenta Dante Liano y continúa “Se necesita que Asturias vuelva y regrese. Me parece importante ese retorno, con algunas condiciones, la principal: que no sea un desperdicio, que no se pierda entre el barullo y la ignorancia, como le pasa al mausoleo de Landívar en Antigua”.
Efectivamente es una pregunta interesante para los juegos de mesa de la guatemalidad, ¿Dónde está enterrado Rafael Landívar? Probablemente el primero de los grandes exiliados, Landívar fue enterrado en Bolonia en 1793. En 1950 sus restos fueron repatriados a Guatemala y sí, hay un mausoleo sobre la Alameda de Santa Lucía en Antigua Guatemala. Bello también y dice Google: cierra a las 5pm.
Pasa que los retornos importantes tienen un peso, es un acto simbólico y, de nuevo, no es poca cosa que regresen los restos de Asturias, como no debió de serlo que regresaran los de Landívar o los de Árbenz el 19 de octubre de 1995, numerología extraña, el día del cumpleaños del Gran Moyas.
Retornos importantes y simbólicos, sí, como devolverle el nombre de Doroteo Guamuch al estadio nacional, como devolver el trono de Atanasio Tzul a los 48 cantones, como el sueño del retorno del manuscrito de Ximénez de su transcripción del Popol Wuj. Y hay un artista detrás de esos retornos del estadio y del trono: Benvenuto Chavajay; quien ha dedicado una parte importante de su obra a lo que el llama “gestos rituales”, acciones que ayuden a sanar distinto tipo de heridas históricas que el país vive, heridas infligidas a la memoria, a los pueblos indígenas, a la tierra.
Uno de los gestos rituales de Chavajay fue precisamente en París en 2019, donde fue invitado por el Centre Pompidou a realizar una pieza artística. El reconocido artista tzutujil decidió ir a buscar la tumba de Miguel Ángel Asturias. “Hay que trabajar proyectos para sanar, yo simplemente quiero sanar y hay que sanar con Asturias”, comenta Benvenuto en una entrevista que le realizara el Museo Reina Sofía de Madrid en la que habla de esta pieza.
Para realizar su performance-ritual solicitó tres veces permiso al cementerio Père-Lachaise para visitar en su performance la tumba de Asturias y no le fue autorizado, así que lo realizó en la puerta del cementerio, “Me embarré de masa de maiz que tuve que traer desde Guatemala”. Y caminó con su torso desnudo y cubierto de maíz por las afueras del cementerio. Su pieza se llama, claro está, “Hombre de maíz”, y alude directamente a una de las publicaciones que Asturias hizo de juventud y que reeditó al final de su vida en sus obras completas sin retractarse en la nota introductoria de la edición de 1971 de su tesis El problema social del indio publicada en Guatemala en 1923. Convivencia de la contradicción de las ideas y el debate del artista y la obra, del racismo y los contextos históricos, Chavajay señala a una ruta: sanar la herida, y de eso trata ese bello performance-ritual: “es venir a decir que a pesar de todo lo que propuso con los pueblos indígenas, aún estamos vivos, aún estamos aquí” sentencia Chavajay.
Ahora bien, traer los restos de Asturias implica que dejen de estar donde estaban, en uno de los cementerios más importantes del mundo cultural, a lo que Dante Liano refiere: “En Paris, la tumba de Asturias en el Père-Lachaise está bien, es prestigiosa, está cerca de Gómez Carrillo y de Cortázar y de Vallejo (Aunque estos dos están en el de Montparnasse). Aunque los visitantes no lo conozcan, saben que se trata de un personaje de alto nivel, si está allí. Pero también es cierto que, para los guatemaltecos, no pesa tanto que Asturias esté enterrado allí. Me imagino que los guatemaltecos que van a París no tienen como primer punto en la agenda una visita a la tumba de Asturias. No sé cuántos de ellos van a visitarlo. En cambio, en Guatemala, tendría que ser uno de los puntos más importantes para nuestra identidad”.
La escritora y editora Carmen Lucía Alvarado señala también al gesto ritual de la repatriación de los restos del escritor: “A nivel ritual es muy importante, y creo que va a ser inevitable que algo se trastoque ahí, él entra en la tierra, algo se enraíza y pues algo nuevo tiene que nacer”. Para Alvarado, el cuerpo de Asturias de regreso tiene un peso simbólico que hace justicia a algunos puntos de la historia del país. “Porque con todos los problemas que tiene este país, y desgracias y miserias y voracidades, uno de los bastiones fuertísimos que nosotros tenemos es nuestra cultura, pero tenés que atar los cabos de la sociedad con su creación, y eso está suelto por toda la historia de violencia que nosotros hemos tenido ese cabo está suelto, y traer el cuerpo de Asturias puede ser una grandísima oportunidad para que se ate de nuevo. Espero que no vaya a ser una cuestión sumamente protocolaria, de actos oficiales, porque justamente ahí se estaría perdiendo una oportunidad grande y que se tome en cuenta la gente que ha mantenido viva la palabra de Asturias, que no son solamente editores, no son solamente gentes de libros, no son solamente escritores, porque sí es muy leído, la gente lo tiene que sentir propio, algo así como cuando vino Arbenz”.
Miguel Ángel Asturias Amado, leyó uno de los poemas emblemáticos de su padre que trata directamente con una de las realidades que muchos inteltectuales del país tuvieron que vivir durante el siglo XX… y el XXI, el exilio, el destierro, la persecución. Tembloroso leyó en el patio de la paz el siguiente fragmento del poema “Letanías del desterrado”:
Y tú, desterrado:
Estar de paso, siempre de paso,
tal vez mañana, mañana o nunca..
El tiempo falso de los relojes
no cuenta el tiempo, cuenta la ausencia,
envejecerse cumpliendo años
que no son años sino descuentos
del almanaque que no es el nuestro,
morir en tierra que no es la nuestra,
oír que lloran sin ser los nuestros,
que otra bandera, que no es la nuestra,
cubre maderas que no son nuestras,
ataúd nuestro que no es el nuestro,
flores y cruces que no son nuestras,
dormir en tumba que no es la nuestra,
mezclarse a huesos que no son nuestros,
que al fin de cuentas, hombre sin patria
hombre sin nombre, hombre sin hombre…
Y tú, desterrado:
Estar de paso, siempre de paso,
tener la tierra como posada,
tenerlo todo como prestado,
no tener sombra sino equipaje,
tal vez mañana, mañana o nunca…
Y Dante Liano sin necesariamente pensarlo así, responde al poema enlistando las razones por las cuales es trascendental que Asturias vuelva:
“Supongo que regresa, ahora, porque hay democracia, conquistada por los mismos guatemaltecos. Asturias debería representar a esa democracia, obstinadamente presente en los deseos de la población, contra las dictaduras que quieren ser eternas.
Asturias también es símbolo de la excelencia a la que todo guatemalteco debe aspirar: ir a las cumbres, pensar en grande, escalar montañas de dignidad.
Asturias también se identifica con el amor por Guatemala y por todo el pueblo de Guatemala, por el amor a la cultura hispánica y a la cultura maya, un amor que significó el exilio y la persecución. Ojalá que el mausoleo de Asturias esté en un lugar tan importante que nos recuerde democracia, dignidad, excelencia y amor por Guatemala”.