Parece que antes, las personas iban ahí a bañarse, a lavar la ropa. Los animales, a tomar agua. Entonces, la laguna se cansó de ser usada, se cansó de no …
Parece que antes, las personas iban ahí a bañarse, a lavar la ropa. Los animales, a tomar agua. Entonces, la laguna se cansó de ser usada, se cansó de no ser valorada y, una madrugada, desapareció.
La laguna se fue al cráter del volcán.
En la mañana, cuando los pobladores despertaron, ya no estaba. Se preguntaron qué había pasado. Los días transcurrieron, hasta que un guía espiritual maya tuvo la sabiduría de buscar a la laguna en el cráter del volcán y ahí estaba.
El lugar que dejó se llama laguna seca. Ahí ya no hay agua, solo tierra. La laguna se llevó con ella el agua, luego de traspasarse al cráter del volcán, el nuevo lugar de la laguna se convirtió en un espacio sagrado para el pueblo maya mam. Fue protegida: se prohibió que las personas se bañaran en sus aguas.
En el presente la laguna en el cráter del volcán es un lugar a donde llegan guías espirituales mayas y visitantes para agradecer, pedir y entregar ofrendas florales, pero también es un destino turístico. Un momento para caminar, para abrazar un árbol, para ver la naturaleza, para contemplar lo que en medio del tráfico, el smog y la rapidez de la urbanidad no se mira.

Para los mayas en la Mesoamérica prehispánica los lagos fueron portales entre los seres humanos y los dioses que controlaban la naturaleza. «Su geografía sagrada jugó entonces un papel central como fundamento para la cosmovisión y los mitos de creación, convirtiéndose en lugares de peregrinaje. La arqueología de los lagos proporciona distintos tipos de evidencia de rituales y ofrendas que reflejan la preocupación de sus habitantes para mantener el balance de la naturaleza y la protección contra desastres», cuentan Tomas Barrientos, Edgar Carpio y Marlon Escamilla en la investigación La geografía sagrada de los lagos en las altas tierras mayas.
Detrás de su agua cristalina, que desde lejos se mira turquesa, del verde alrededor por el bosque con diversas especies, de su olor a tierra mojada y del canto constante de las aves, en la laguna hay cambios que la afectan. Variaciones en la temperatura, en la cantidad de lluvia, especies que están dejando de existir.
El lugar sagrado para el pueblo maya mam fue declarado por el presidente Carlos Castillo Armas como área protegida el 21 de junio de 1956. Así, en un decreto presidencial quedó plasmado que había que cuidarla, que es un área importante. La decisión fue ratificada por el Consejo Nacional de Áreas Protegidas en la resolución 01-04-2018, documento en el que se reconoce a los 28 volcanes de Guatemala como área protegida.
El 12 de junio de 1970 también fue declarada como un Monumento Prehispánico de Guatemala por el Ministerio de Educación.
Los dueños de la laguna
Las tierras del volcán de Chicabal son privadas. Las más importantes, las que rodean a la laguna, pertenecen a la Asociación de Agricultores Ecológicos (Asaeco). Un grupo de 19 familias que en 1986 compraron 154 hectáreas de tierra para producir papa.
Juan García Pérez, representante legal de Asaeco, es moreno, pelo negro, con una sonrisa constante. Estaciona su camioneta y se baja para platicar en el lugar conocido como laguna seca; el lugar donde según la leyenda estuvo la laguna antes de migrar. Ahí está la garita de ingreso, cabañas y una caseta de información y cobro de la entrada.
Cubre su rostro con la mano derecha, se protege del sol mientras cuenta que se dedica a «cultivar el turismo». La organización que dirige es autosostenible. «Con el dinero de las visitas la asociación se sostiene, pagamos a los trabajadores y le damos mantenimiento al lugar», dice Juan.
Recuerda que los primeros tres años después de comprar el terreno comenzaron a sembrar y utilizar el agua para regar los cultivos, hasta que la municipalidad les notificó que no podían hacerlo porque estaban en un área protegida. Sin cultivos y sin dinero decidieron trabajar en abrir un camino que llevara a la laguna para que fuera un lugar turístico.

Juan cuenta la historia en español, pero su idioma materno es el mam. Aprendió un segundo idioma para viajar a la capital, registrar la asociación y tramitar que el Gobierno les permitiera a los integrantes de Asaeco administrar la laguna. «Las tierras alrededor de la laguna son nuestras, pero la laguna le pertenece al Estado», dice.
Para promocionar el lugar se acercó a canales de televisión y les entregó cartas pidiendo que llegarán a conocer a la Laguna de Chicabal. Cuando lo hizo no había celulares, ni redes sociales, los medios que ahora utilizan para promocionar el centro.
«Ese volcán, esa Laguna de Chicabal, me sacó adelante. Yo no pude ir a la escuela, pero la laguna me dio la oportunidad de aprender, de ir a capacitaciones, de viajar en intercambios», expresa Juan. Hace una pausa en la conversación porque su celular está sonando. Un grupo de personas necesita que vaya a buscarlas al mirador de la laguna. Están cansadas y no pueden caminar. Se disculpa, se despide y se va en su camioneta.
En la laguna seca hay un pequeño hotel de madera financiado por el PNUD, la ONG Helvetas y el Fondo Nacional para la Conservación de la Naturaleza (Fonacon). Quienes forman parte de la asociación recibieron capacitaciones y son guías turísticos, también ofrecen el servicio de transporte para las personas que no pueden o no desean hacerlo a pie.
Para llegar a la laguna se puede caminar entre 90 a 120 minutos desde el pueblo más cercano, el caserío Toj Mech, pero también está la opción de pagar por un picop, el «torito», que en menos de 30 minutos acerca a las personas hasta un mirador.
Al bajar del torito hay que tomar una decisión. Llegar a la laguna por el sendero, o a través de un poco más de 500 gradas. La segunda opción es sencilla para la bajada, pero al momento de regresar se complica. En la subida, las personas se quedan paradas a mitad de las escaleras para observar el graderío que hace falta, toman aire, toman agua, toman impulso para seguir.

El ingreso a la laguna cuesta Q5 (0.64 USD) para quienes viven en el municipio, Q15 (1.91 USD) para los guatemaltecos y Q50 (6.36 USD) para los extranjeros. Al año ingresan al menos 5 mil personas. Para pasar la noche, se pagan Q75 (9.53 USD) para dormir en las literas de un bungaló y Q100 (12.71) en una habitación con baño en el eco hotel. También se puede acampar alrededor de la laguna.
Los encargados de controlar el ingreso de las personas y vigilar el comportamiento de los visitantes son seis personas: tres trabajadores de la asociación y tres guardabosques del Consejo Nacional de Áreas Protegidas.
Cuando los visitantes llegan a la laguna, los cuidadores les advierten que no naden. En el lugar tampoco hay lanchas. La forma de evitar que las personas metan todo su cuerpo es por medio de rótulos y anécdotas. Las historias de personas que han muerto por desobedecer la advertencia. Las leyendas que cuentan los vecinos son sobre un maestro que nadó y personas que metieron un cayuco para pasear por la laguna.
En el camino a la laguna hay rótulos de madera que advierten que la laguna es un lugar sagrado y está prohibido nadar.
El círculo
En la orilla de la laguna se observan girasoles, azucenas, rosas, gerberas y otras flores que fueron entregadas como ofrenda al lugar sagrado.
También se puede ver espuma. La espuma es una señal de reproducción de los sapos de montaña o sapos sordos. Son animales que viven ahí, pero están en peligro.
Los huevos y renacuajos son devorados por las carpas, peces exóticos e invasores. No son originarios de la laguna pues en los años 80 el Ministerio de Agricultura, Ganadería y Alimentación (Maga) tuvo la idea de introducirlos como parte de un programa de desarrollo.
Estos peces son un depredador de los sapos y una bendición para aves, como los tucanes cafés, que se los comen.
En el camino hay animales que parecen lagartijas, pero no lo son. Son una especie de salamandra. Algunos tipos que vivían en la laguna se extinguieron, fueron vistas por última vez en 1970.
En las páginas del Plan maestro de la zona veda definitiva del volcán de Chicabal se registra que su desaparición se puede atribuir al cambio en la temporada de lluvia que ha tenido la laguna y el aumento en la demanda de la extracción de broza para el abono de los cultivos. Las salamandras necesitan troncos podridos y hojarasca para vivir.

En los bosques de la laguna hay árboles de encino, aliso colorado, ciprés y pino blanco que son amenazados por la tala ilegal. La extracción de leña ocurre en algunos casos por necesidad, para subsistencia, es fundamental para preparar alimentos. En otros, la tala es por dinero, para comercializar. Ambas ponen en peligro el hogar de otras especies.
Dentro de los bosques viven armadillos, tepezcuintles, coches de monte, venados, pizotes y murciélagos.
A veces se observa un ave de 70 a 90 centímetros, negra y blanca con un cuerno rojo en la cabeza. Es el pavo de cacho, una especie en peligro de extinción, es codiciada por los cazadores. Al igual que el chipe rosado, un pájaro pequeño.
La caza en la laguna de Chicabal ocurre al igual que con la madera, para subsistir, para saciar el hambre. No siempre es la razón, también existen cazadores por deporte o para vender lo que logren atrapar.
El día especial de la laguna sagrada
El día con más personas en la laguna de Chicabal es el de la rogativa. Ocurre el Día de la Ascensión, 40 días después de la Semana Santa. En el 2023 se dio el 18 de mayo. Lo común es que ese día llueva y las personas hagan la peregrinación a la laguna acompañados de la lluvia, pero este año no fue así.
Llegó el mediodía sin un aguacero. Este no es el único cambio que ha tenido la laguna.
Los pobladores notan una disminución en la nubosidad y un aumento en la temperatura.
El Instituto de Agricultura Recurso Naturales y Ambiente de la Universidad Rafael Landívar predijo en el 2011 que para el 2050 habría un aumento de 1.5 grados centígrados de la temperatura en el área de la laguna y una disminución de 6 a 8 por ciento de lluvia. La predicción quedó registrada en el texto del Plan maestro de la laguna.
Juan contó que cuando las nubes llegan a la laguna recogen el agua dulce y la llevan a los pueblos cercanos a la laguna, por eso el día de la rogativa se pide por una lluvia adecuada para las cosechas.
El día de la rogativa llegan guías espirituales mayas para agradecer y pedir, en el contorno de la laguna hace diez años había 30 altares, pero con el paso del tiempo disminuyeron a la mitad. Cada uno estaba relacionado con un nahual, un espíritu protector.

El número de guías que hacen ceremonias alrededor de la laguna también mermó, porque han comenzado a asistir a iglesias católicas o evangélicas en donde no se comprende la espiritualidad maya, se ve como mala, cuentan los guías que aún visitan el lugar.
La mañana del 18 de mayo de 2023, hay tres guías espirituales frente al altar. Se trata de una abuela —Alicia Lucas— y dos hombres jóvenes: Gustavo Aguilar y Joel Vicente. Cada uno tiene un pañuelo amarrado en la cabeza para proteger sus pensamientos.
Formaron círculos en el piso con bolas de corteza y trementina junto a veladoras de colores negro, blanco, rojo, amarillo verde y azul. Se preparan para encender el fuego y pedir una buena lluvia y cosecha.
«La espiritualidad es parte del ser humano, es parte de nosotros. Los españoles quisieron acabar con ella, pero no pudieron. Nos dicen brujos y hechiceros, pero no, esto es lo que nos enseñaron nuestros abuelos. El catolicismo, el cristianismo, eso vino después, lo primero en el país fue la espiritualidad maya», dice Gustavo Aguilar, guía espiritual maya.
Alicia, Gustavo y Joel llegaron a la laguna caminando, porque dicen que es necesario sudar y expulsar del cuerpo las energías negativas. Actúan con calma, porque para ellos es necesario buscar la paz, observar la naturaleza, alejarse de la velocidad. «No todo en la vida es trabajo», dicen.

Mientras los guías preparan su ceremonia, pasa a la par un grupo de jóvenes con una bocina en la que suena música ranchera. Los siguen varios extranjeros que aprovechan para tomar fotos a los guías espirituales y a las aves. Mientras, un grupo de voluntarios recogen la basura que dejaron los visitantes.
El día de la rogativa es el día más especial para la laguna. El día que más flores recibe, el día que más ceremonias se hacen a su alrededor, el día que más basura se acumula, el día que terminan botellas y envases de plástico dentro del agua.
Terminó la preparación. Los guías encendieron la hoguera, ahora están en un espacio con agua, tierra, fuego y aire. Caminan un poco alrededor del fuego, se quedan parados, se sientan, doblan las rodillas, agradecen y piden en el idioma mam.

Cuando los guías están en la ceremonia, a unos cinco metros, un grupo de personas se despide de la laguna. Antes de iniciar el retorno toman con sus manos un poco del agua de Chicabal, algunos la beben y otros la usan para mojarse el rostro. Una mujer que está descalza mete sólo los pies dentro de la laguna, luego junta sus manos, inclina el rostro y dice: «Gracias».
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Meses después, en octubre de 2023, Juan recuerda que el día de la rogativa en 2023 llovió durante la tarde, pero «muy poquito», en comparación con los años anteriores.
La escasa lluvia para el día de la rogativa fue para los agricultores un presagio de que este año habría poca agua durante el invierno. Así fue. Juan cuenta que llovió menos que el anterior. Él y los agricultores de las comunidades cercanas a la laguna lo percibieron.
«Hay poca agua. Cada vez cambia más el clima. Antes la lluvia comenzaba en mayo y terminaba en octubre, pero el año pasado llovió en noviembre y diciembre. Este año en mayo y junio llovió un poquito, casi nada. A los agricultores les afecta porque cosechan menos cuando no hay agua», concluye.

Esta crónica se trabajó durante el Diplomado Online de Periodismo Narrativo Latinoamericano de la Universidad Portátil, realizado con apoyo de la Escuela ETER de Comunicación de Buenos Aires, Argentina, y cursado entre los meses de marzo y junio de 2023.
