Entrevista con Sheila Blanco, cantante y compositora
Las poetas regresaron a la memoria
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Sheila Blanco, cantante y compositora española, presentó en Guatemala su obra «Cantando a las poetas del 27». Una investigación de cuatro años en la que se sumergió en la vida y en la poesía de escritoras del siglo XX. El resultado es una selección de 10 poemas musicalizados con los que intenta devolver a la memoria a unas mujeres a las que la historia había borrado.


Sobre el escenario, una mujer, frente a un piano. 

Para interpretar esta canción se aleja ligeramente de las teclas. Utilizará otro instrumento: el cuerpo. 

tum-tumtum-pam-tum-tumtum-pam

Se golpea el pecho con la palma de la mano. Percute una caja de resonancia de carne y hueso.

tum-tumtum-pam-tum-tumtum-pam

En medio del ritmo que se mantiene, constante, surge una melodía de la garganta. 

«Ahí vienen, los pájaros negros
a picotearme

Ahí vienen, los pájaros negros
a pisotearme»

tum-tumtum-pam-tum-tumtum-pam

El público, absorto, en un silencio cómplice que nadie se atrevería a romper, sigue la canción, en una hipnosis compartida.

«Ahí llegan graznando
sus gritos a perturbarme

Que se haga la luz y el silencio
a salvaguardarme»

tum-tumtum-pam-tum-tumtum-pam

Cuando Sheila Blanco, la mujer que canta, escribió esta obra, Pájaros negros, pensaba en los miedos, en las limitaciones, en la autocensura y el boicot. 

Fotografía: Mel Mencos.

Unos miedos que ella dice que hay que mirar como una brújula; caminar hacia ellos para conocerlos, compartirlos y superarlos. 

«Ahí marchan los pájaros negros

con las alas rotas

Ahí marchan los pájaros negros

ya me dejan sola»

tum-tum-pampam-tum-tum-pampam

Esta es la última canción que Sheila Blanco interpreta esta noche en el teatro Dick Smith, del Instituto Guatemalteco Americano (IGA), en Ciudad de Guatemala. Es también la única que no acompaña con el piano. Y la única cuya letra escribió ella.

Las otras nueve canciones que se escucharon aquí el 9 de mayo de 2023, en realidad, nacieron como poemas. Ella les puso la música, la interpretación y la emoción.

Las poetas que la historia borró

Sheila Blanco hizo una gira latinoamericana para presentar su proyecto Cantando a las poetas del 27

El número 27 corresponde a un año: 1927. Hace casi un siglo, un grupo de poetas se reunió en Sevilla, España, para conmemorar el tricentenario de la muerte de Luis de Góngora. De esa reunión, surgió una generación: la del 27.

A ella pertenecen grandes referentes de la literatura española. Federico García Lorca. Rafael Alberti. Vicente Aleixandre. Dámaso Alonso. Luis Cernuda. Pedro Salinas.

Ese listado de nombres, que se enseña en los institutos y en facultades, que se aprende casi de memoria y cuyas obras se leen y se analizan; hay que decirlo, es, también, un listado de hombres.

Fotografía: Mel Mencos.

Era evidente que las mujeres estaban. Tenían que estar. En las aulas de los liceos, en la academia, en las fiestas de poetas. Estaban y escribían. Creaban. Pero no aparecen en los libros de texto.

«Al final, es un patrón. Como en todas las artes, en todas las disciplinas, siempre son hombres y hombres, y nombres de más hombres y los premios de hombres, y los descubridores y conquistadores y reyes… y no te preguntas por las mujeres», dice hoy Sheila Blanco. 

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Esto mismo lo había visto ella en la música. Sheila viene de estudios clásicos: estudió piano y bel canto en el conservatorio profesional. Desde hace más de 14 años se ha dedicado de lleno a su carrera de artista, después de compaginar el trabajo con su profesión de periodista de radio y televisión. Ha sido vocalista de varias bandas, como Toch —un grupo argentino—, Larry Martin Band —un quinteto de jazz&blues— y Duette —un dúo con el pianista Pablo Ruiz—. 

«Yo estudié en el conservatorio y nunca toqué a una compositora. Nunca toqué algo de Fanny Mendelssohn o de Clara Schumann. Te decían: “Sí, Félix Mendelssohn tenía una hermana”, pero era una cosa como muy de lejos».

Fotografía: Mel Mencos.

Sheila tuvo dos epifanías. La primera, cuando cayó en sus manos el libro Peces en la tierra, de Pepa Merlo; una antología de las poetas del 27. La segunda, fue al salir de la exposición Las Sinsombrero, un proyecto de Tània Balló sobre artistas y pensadoras de esta generación. 

Esta última ocurrió el 23 de febrero de 2016. Desde entonces, a lo largo de los cuatro años siguientes, Sheila se dio a la tarea de hacer una búsqueda precisa de cada nombre, dato, fecha, fotografía y obra que encontrara de las poetas coetáneas de Lorca, Alberti y Aleixandre. 

De algunas, como Dolores Catarineu, le costó dar con información. 

«Yo no creo que hubiese una intención dolosa de ocultarlas —asegura unas horas antes de la presentación, en la sede del Centro Cultural de España en Guatemala—. Creo que desde tiempos inmemoriales se ha medido con distinta vara de medir el trabajo de hombres y el de mujeres, por el simple hecho de ser mujeres. Es tan absurdo. Se las ha invisibilizado y se las ha apartado porque era lo que se hacía siempre».

Después de sumergirse en este trabajo, Sheila seleccionó nueve poemas de nueve mujeres y les puso música. 

Para hacerlo, seguía un ritual. Leía el poema en voz alta, lo declamaba y lo sentía. Después, improvisaba una melodía, grabadora en mano, que fuera coherente con lo que le transmitían las palabras dichas, masticadas. 

Fotografía: Mel Mencos.

«Hay algo como de sentir que el poema tiene un ritmo interno. Los poemas ya tienen música».

Ella sólo se dio a la tarea de buscarla.

Todo el proceso, dice, ocurrió de manera natural. «Yo estaba muy conectada con el poema. Cuando me propongo musicalizar algo que siento que se puede musicalizar, sólo aparece. Concentración, conexión y sobre todo esa búsqueda de la música intrínseca. Que exista una coherencia». 

De la investigación y la composición nació un disco. Cantando a las poetas del 27, que presentó en Colombia, Costa Rica, El Salvador, Honduras, República Dominicana, y que el 9 de mayo de 2023 llegó a Guatemala. El Centro Cultural de España organizó el evento.

Sobre el escenario, frente a un piano de cola, Sheila Blanco entrelaza las canciones con una explicación didáctica —a veces divertida, pero la mayor parte del tiempo dura— de los detalles que encontró de cada una de las poetas del 27. 

Fotografía: Mel Mencos.

Habla de Carmen Conde, la primera mujer que formó parte de la Real Academia de la Lengua Española, 266 años después de su creación. Que se quedó en España, a pesar de la guerra civil, de la postguerra y de la dictadura. Pero que por eso mismo, se sumergió en lo que llamó un «exilio interior». En un anhelo por recuperar un tiempo de libertad, en el que no había miedo a pensar ni a decir.

De Ernestina de Champourcín, que aguantó todo lo que pudo después de la guerra civil, pero que al final salió al exilio con su esposo. Que 40 años después volvió a España, olvidada, sin que nadie la reconociera. 

De Rosalía de Castro, la excepción en la lista de poetas; la única que no formó parte de la generación del 27, pero quien fue un referente para las mujeres que vinieron después. 

Sheila interpreta cada una de las composiciones con una intensidad y una pasión que hacen que parezca increíble que no sea ella la que haya escrito estas palabras. 

Se vuelve una con cada canción.

Sonríe graciosa con Amor, se oscurece con Negra sombra y se desgarra con Roja, toda roja…

Fotografía: Mel Mencos.

Con su voz, alarga la última nota de cada composición, como si fuera un hilo que va haciéndose más delgado, sin llegar a romperse. Como si no quisiera que la canción terminase.

No es hasta que el silencio más sobrecogedor regresa al teatro, que los aplausos, largos, sonoros, vuelven a llenar el espacio. 

Sheila recoge los vítores y, alargando sus brazos, los lleva en dirección a la imagen de cada poeta, proyectada al fondo del escenario, en un ritual de agradecimiento y de generosidad. 

Fotografía: Mel Mencos.

La mezcla, los clásicos, la historia

En la pantalla del teléfono aparece el video de una mujer con el pelo recogido. Toma aire y empieza el espectáculo:

@sheilablancomusica #Bioclassic3 #BeethovenSoy #5aSinfonía #Karaoke #Ahoraconletra ♬ sonido original – Sheila Blanco

El 22 de abril de 2020, un mes después de que la Organización Mundial de la Salud declarara la pandemia de COVID-19, Sheila Blanco subió un video a su recién creada cuenta de TikTok.

«Este es mi primer #Bioclassic», escribió en la corta descripción. En el video, cantaba en 59 segundos la vida y obra de Johann Sebastian Bach, tomando como base musical el Bandinerie del compositor. En cada nota, una sílaba.

El video tiene hoy 74 mil reproducciones, aunque no es el más visto de su cuenta. El de Amadeus Mozart, el más viral, suma 4.5 millones de vistas.

Aunque asegura que está en contra del consumo rápido de las redes sociales —«que nos está quitando muchas cosas, como el poder de la atención y la concentración»—, admite que estos videos encajaron bien en el formato.

Fotografía: Mel Mencos.

Su contenido llegó a padres, madres y docentes que le escriben, aún hoy, para decirle que reproducen los videos en sus clases y que los alumnos se aprenden las letras. Recibe mensajes de gente que empezó a tocar el piano gracias a ella, o que le dio la oportunidad a la música clásica y escucha los conciertos de Brandemburgo. «Me parece esperanzador, cuanto menos, que esto tenga un sentido y que sirva», se alegra.

La idea es que este tipo de contenidos también pueda llegar a inspirar a la gente: «Hay un legado tremendo en muchos campos que no está explotado de una manera actual. Que podamos decir: venga, vamos a contar esto,, que ya sabemos que existe, y lo vamos a contar de una manera que no te lo haya contado nadie».

La mezcla es la base de su trabajo. La mezcla de redes sociales, de compositores clásicos y de historia. La mezcla de poesía y de música.

«Si lo extrapolamos a todo, es esa mezcla la que nos ha hecho avanzar y evolucionar como seres humanos. En la mezcla está la creatividad, el futuro. En propuestas creativas que funcionen. La mezcla de las músicas, de los estilos, de los instrumentos. La mezcla de las mentes».

Una mezcla que, al final, como ocurre en Cantando a las poetas del 27, termina en una propuesta muy sencilla. Un «menos es más». Una voz y un piano. 

Llevaba tiempo sin sentarse frente al instrumento, dice ella, y tenía ganas de enfrentarse a algo así. «Me parecía que este proyecto merecía la pena ese vértigo. Tenía sentido».

Los vítores y aplausos después de la presentación de su obra en el Teatro Dick Smith —que solo se detuvieron hasta que ella lo pidió— lo confirman.

Fotografía: Mel Mencos.

Si te interesa escuchar la música de Sheila Blanco y saber más de su investigación, puedes comprar su disco físico o digital en su sitio web.

Imagen de portada: Mel Mencos

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