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Guatemala: el limbo para las migrantes trans que esperan refugio

Guatemala es un país de paso para migrantes que buscan llegar hasta Estados Unidos, pero también es un nudo para quienes buscan refugio. Cientos de migrantes se quedan atrapados a la espera de ser considerados como refugiados. Las posibilidades de recibir una respuesta positiva son mínimas, especialmente para la comunidad LGTBIQ+.

Texto: Jody García Fotografías: Sandra Sebastián Madelyn es una mujer trans de 22 años. En noviembre de 2021 migró de Tegucigalpa, la capital de Honduras, a la Ciudad Guatemala porque …


Texto: Jody García

Fotografías: Sandra Sebastián


Madelyn es una mujer trans de 22 años. En noviembre de 2021 migró de Tegucigalpa, la capital de Honduras, a la Ciudad Guatemala porque en su país fue acosada y amenazada por pandilleros. “Me golpearon, tenía toda la cara herida y tengo pruebas. Decidí migrar porque tenía miedo de que me pasara algo más grave. Tengo otras compañeras a las que han golpeado y otras a las que han asesinado cuando estaban trabajando”, relata. 

Mujeres trans huyen de sus países y viven escondidas en Guatemala para esquivar la violencia.

Cada año, cientos de migrantes llegan a Guatemala para solicitar refugio. En 2019 fueron 494 personas; en 2020, 487; en 2021, 1,054 y 70 más solo en enero de 2022. Todos deben esperar al menos dos años por una resolución, y las estadísticas de Migración revelan que sólo 1.7 de cada 10 migrantes recibe un sí como respuesta a su petición de asilo. La situación es más dramática para solicitantes de la comunidad LGBTIQ+ porque solo 2 de cada 100 personas son aceptadas, revelan los datos registrados por una organización que acompaña estas peticiones.

Las migrantes trans que piden asilo en Guatemala ponen en pausas sus vidas mientras encuentran un lugar seguro para ser ellas mismas.

Madelyn llegó a Guatemala a buscar ayuda con organizaciones de migrantes y fue enviada a un albergue donde permaneció por once semanas, mientras tramitaba su solicitud de refugio. 

La vida en esa espera es un limbo. Las migrantes viven sin un documento que les permita trabajar o acceder a servicios de salud y, las más vulnerables, viven en refugios para resguardar su integridad. 

Mujeres trans que huyeron de Honduras y están atrapada en Guatemala, a la espera de una respuesta a su solicitud de asilo en Estados Unidos. 

“Estoy buscando un asilo acá, pero siento que no me conviene mucho quedarme porque pareciera que aquí vive el mismo tipo de personas que en Honduras y porque no conozco Guatemala. No sé cuáles son las zonas peligrosas, dónde puedo estar y dónde no”, comenta, porque considera que no tiene las garantías para vivir libre de violencia.

Y tiene razón. Guatemala no es un país seguro, como documentó el Informe Nacional de Desarrollo Humano 2020, realizado por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), que no fue publicado en tiempo porque el presidente Alejandro Giammattei lo censuró. Este país centroamericano termina por obligar a sus propios habitantes a huir del país a causa de la pobreza, la desigualdad social, el deterioro de las condiciones de vida de la población, la vulnerabilidad socioambiental y la violencia criminal. Se estima que cada día salen de Guatemala alrededor de 300 personas que buscan llegar a Estados Unidos sin documentos, según el Consejo Nacional de Atención al Migrante de Guatemala (Conamigua). 

De 400 solicitudes de refugio en Guatemala que Lambda presentó, solo 6 recibieron una respuesta positiva.

Este es el segundo intento de Madelyn de migrar a un lugar donde pueda sentirse segura. Cuando tenía 18 años, viajó en bus desde Honduras y al llegar a Tecún Umán, la frontera de Guatemala con México, fue atacada por hombres desconocidos. Por ese motivo regresó a su país, donde volvió a encontrarse con la misma violencia que la obligó a escapar. 

En 2021, cuando tenía 22 años, cruzó de nuevo su país hasta Izabal, Guatemala, donde, al quedarse sin dinero, pidió aventón a camiones que se cruzaban en su camino y que la llevaron hasta la ciudad. Allí buscó el refugio donde se encontraba al momento la entrevista para este reportaje.

Se estima que cada día de Guatemala salen 300 migrantes rumbo a Estados Unidos.

“En Honduras yo ejercía el comercio sexual, pero migré porque también quiero dejar esa vida atrás y volver a renacer, buscar un trabajo de lo que sea para comprar mis cositas”, dice.

Según estadísticas del Instituto Guatemalteco de Migración (IGM), como Madelyn, 3 mil 239 personas solicitaron refugio en Guatemala, desde enero de 2002 a enero de 2022, y solo 573 lo obtuvieron, es decir, solo el 17%. El 56% de quienes han sido reconocidas como refugiadas son mujeres, el 41% hombres y el 3% población son de la comunidad LGTBIQ.

Hay organizaciones que brindan albergue a mujeres trans mientras regularizan su estatus migratorio.

El informe “Es lo que sucede cuando te ves así”, de Human Rights Watch (HRW), documentó que en el marco del Acuerdo de Cooperación sobre Asilo (ACA), que Guatemala firmó con Estados Unidos durante la administración de Donald Trump, 939 solicitantes de asilo, hombres y mujeres, de Honduras y El Salvador fueron enviados a Guatemala, un país que “no es capaz de brindar protección efectiva a los solicitantes de asilo, incluidos los grupos marginados como las personas LGBT”, según dice el documento.

De esas 939 personas, solo 2% pidieron refugio en Guatemala y nadie lo obtuvo.

Solo 2 de cada 100 personas LGBTIQ recibe una respuesta positiva a su petición de asilo en Guatemala. 

El informe señala que este país centroamericano tiene un procedimiento de asilo rudimentario y complicado que no estaba preparado para recibir decenas de solicitudes nuevas. 

“El Servicio de Control de Inmigración y Aduanas de EE.UU. trasladó a Guatemala a solicitantes de asilo prácticamente sin considerar si se enfrentaban a un riesgo de persecución en ese país, incluso por motivos de su orientación sexual o identidad de género”, señaló HRW. 

La investigación de esta organización coincide con la preocupación de Madelyn: la de volver a sufrir en Guatemala la misma violencia que padeció en su país. “Para una persona LGBT salvadoreña u hondureña, enfrentarse al traslado forzoso a Guatemala, donde existía la posibilidad de tener que hacer frente a formas parecidas de persecución y a una indiferencia u hostilidad similar por parte de las autoridades guatemaltecas como habían sufrido en sus países de origen, constituía un revés devastador”, dice el documento.

Sin un documento legal que les permita trabajar en Guatemala, las y los migrantes viven en pobreza.

Además de personas centroamericanas, en Guatemala han solicitado refugio 182 migrantes de Venezuela, 196 de Cuba, 99 de Nepal, 63 de Colombia, 46 de México, 14 de Estados Unidos, 11 de China, 6 de Rusia, 2 de Jordania, 2 de Palestina, 1 de Jamaica y 1 persona de Ucrania. 

La mayoría de migrantes que obtuvo una respuesta favorable son de El Salvador, Honduras y Nicaragua. 

El 56% de quienes han sido reconocidas como refugiadas en Guatemala son mujeres.

Desde que el presidente Alejandro Giammattei asumió como presidente de Guatemala, el país también se ha convertido en un muro para las y los migrantes que viajan en caravanas desde Honduras, Nicaragua y El Salvador. La expulsión de migrantes ha aumentado en un 328% con el nuevo gobierno. Según estadísticas del Instituto Guatemalteco de Migración, en 2020 454 migrantes fueron expulsados del país y en 2021 esa cifra subió a 1 mil 492. De enero al 13 de marzo de 2022 van 217 personas. 

En enero de 2021, la Policía Nacional Civil y miembros del ejército construyeron una valla humana para impedir el paso de más de 5 mil personas que buscaban cruzar el territorio a pie. Cientos fueron regresados a la frontera con Honduras en buses del gobierno, mientras que otros, concentrados en pequeños grupos, buscaron puntos ciegos para pasar. 

Desde entonces esa ha sido la estrategia del gobierno de este país para detener el flujo hacia los Estados Unidos. En enero de 2022, unas 300 personas que salieron de San Pedro Sula, fueron capturadas cuando cruzaron a Guatemala. Esta fue la primera caravana del año disuelta en el país.

El limbo

Asociación Lambda es una organización no gubernamental que brinda ayuda a migrantes LGBTIQ que buscan refugio en Guatemala. Entre 2019 y 2021, Lambda acompañó la petición de 400 personas y únicamente 6 casos, el 1.5% fueron resueltos de forma positiva, es decir, solo 2 de cada 100 personas recibe un sí, mientras que la mayor parte sigue a la espera de una respuesta o abandona el proceso ante la desesperación.

Quienes pasan por Guatemala y buscan quedarse en el país tienen que realizar una solicitud en la Comisión Nacional para Refugiados (Conare). Deben iniciar el trámite para evitar ser expulsadas mientras reciben los documentos para residir en el país. Lo primero que deben hacer es obtener un documento válido de identificación, lo que les daría la posibilidad de hacer valer su derecho a salud, educación y un trabajo. Pero actualmente el Registro Nacional de Personas (Renap) les entrega una hoja de permiso de permanencia con sus datos generales, que tiene vigencia un mes y que no les asigna un número de identidad, lo cual impide que puedan acceder a plataformas del Estado, a trabajos en el sector privado e imposibilita que puedan vacunarse contra el covid-19.

De 2002 a enero de 2022, 3 mil 3239 personas han solicitado refugio en Guatemala y solo el 17% lo ha obtenido.

Lambda denunció estas deficiencias en la Procuraduría de los Derechos Humanos (PDH) por violación al derecho a la identidad. La organización ha conocido casos en los que la Policía Nacional Civil (PNC), a pesar de que se trata de un documento oficial extendido por el Renap, no reconoce o valida esos documentos y envían a las personas a un albergue para iniciar con el proceso de expulsión.

La ley establece que el procedimiento para obtener refugio en Guatemala dura entre 3 y 6 meses, pero la realidad es otra. Antes de la pandemia el trámite demoraba un año en promedio y ahora la respuesta puede llegar hasta dos años después, según estimaciones de Lambda, que ha acompañado estos procesos para personas LGBTIQ+. Mientras la resolución llega, las personas deben acudir mensualmente al Instituto Guatemalteco de Migración. 

La Convención sobre el Estatuto de los Refugiados considera como refugiada a toda persona que debido a temores fundados a ser perseguida por motivos de raza, religión, nacionalidad, grupo social u opiniones políticas, salga de su país y no quiera o pueda regresar a él. Carlos Valdés, director ejecutivo de Lambda, explica que la población LGTBIQ+ en Centroamérica tienen ese temor fundado y huyen por conservar su vida.

“La agenda de los gobiernos en la región es totalmente conservadora y eso violenta los derechos humanos de la comunidad LGTBI, especialmente de la población trans y los pone en riesgo de sufrir violencia y violencia sexual”, afirma Valdés, y agrega: “Guatemala no es un paraíso, pero aún así las y los migrantes tienen la esperanza de que aquí puedan vivir mejor”. 

Atrapadas en su propio país

Kimberly tiene 33 años, es originaria de Guatemala y es trabajadora sexual. El último año ha pasado encerrada en un albergue privado. Está allí porque sufrió un intento de asesinato a mano armada de parte de un grupo de extorsionistas que le exigía una cuota semanal de 32 dólares (250 quetzales). “Yo fui baleada saliendo de mi trabajo. Los agresores me seguían buscando, me intimidaban y yo no me dejaba, me negaba a darles mi dinero y por eso me rodeaban amenazándome de muerte”, relata.

Kimberly espera una respuesta para ser considerada refugiada en Estados Unidos. En Guatemala su vida corre peligro.

Ante las constantes agresiones acudió al Ministerio Público (fiscalía) a denunciar, pero nunca tuvo una respuesta. Notificó a la Policía Nacional Civil que era perseguida, pero no recibió apoyo. Sin embargo, los agresores se enteraron de su denuncia y regresaron a acosarla. Una noche fue emboscada por una motocicleta desde la que un hombre joven le disparó, según su relato.

“Así pasó el tiempo, me seguían buscando porque yo no tenía dinero y decidí hacer todo lo posible por salvar mi vida. Una amiga hondureña me informó de este albergue y me vine para acá”, cuenta. 

Desde entonces Kimberly está atrapada en un albergue en su propio país. Se esconderá allí mientras espera que el gobierno de Estados Unidos responda su solicitud de asilo. 

“Mi elección es seguir para arriba, seguir migrando hasta llegar a un lugar donde no haya discriminación, donde pueda caminar por una calle y no me griten, quiero un lugar seguro para mí, donde pueda sentirme libre”, comenta Madelyn.

Según estadísticas de Guatemala, solo 2 de cada 10 personas LGBTIQ es aceptada como refugiada.

La guatemalteca vive en un albergue donde ha conocido a mujeres con historias similares a la suya. Una de ellas es Karla, una mujer guatemalteca trans de 35 años, del departamento de Zacapa, quien lleva un año encerrada en un albergue a la espera que de Estados Unidos acepte su petición de asilo.

“Cuando tenía 10 años y mis padres se enteraron de mi género, me echaron de la casa. Desde ese tiempo he vivido sola y he pasado por muchas cosas. Gracias a Dios estoy recibiendo apoyo psicológico y ahora trabajo para ir un país donde pueda ser libre”, relata.

Mientras Karla espera la respuesta a su petición de asilo en Estados Unidos, trabaja haciendo limpieza y dando mantenimiento en el albergue en el que vive. No puede salir a la calle porque teme ser reconocida y violentada.


Este trabajo es parte del especial Los nuevos caminos de la migración centroamericana realizado por los siguientes medios que somos parte de la alianza Otras Miradas: Divergentes, Revista Factum, Contracorriente, Agencia Ocote y La Voz de Guanacaste. Y contó con el apoyo del Fondo Canadá para Iniciativas Locales. 

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