Malinterpretación científica y discurso de odio
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La ciencia ha construido un lenguaje que permite intentar explicar la vida desde múltiples ángulos, pero también ha sido utilizado para promover discursos de odio y manipulación a lo largo de la historia. Sergio González responde a un texto que pretendía conectar la violencia contra la mujer y la Biología Evolutiva a través argumentos que son desmontados por el biólogo guatemalteco.


A través de la historia, la ciencia occidental ha ido acumulando algunos esqueletos en el closet. El uso de la ciencia como un instrumento de legitimación para discursos de odio no es algo nuevo para personas que se dedican a ella desde una postura crítica. Los ejemplos son vastos, desde la frenología que justificaba el racismo y la supremacía blanca, pasando por la terrible tergiversación que resulta en el darwinismo social hasta llegar a las conclusiones controversiales que escupe la Psicología Evolutiva justificando la violencia sexual por el período de cazadores-recolectores en el que nuestros cerebros se “especializaron”. Tal vez mi crítica preferida a este fenómeno es la que hace Donna Haraway a la Primatología de inicios del siglo XX en su libro Ciencia, cyborgs y mujeres: La reinvención de la naturaleza. Nuestras especies hermanas en el árbol de la vida han servido como puntos de comparación para explicar el comportamiento humano, pero muchas veces lo que sucedía era una descarada proyección de las ideas machistas de los hombres influyentes en el campo, que buscaban moldear una sociedad apegada a sus valores conservadores. De aquí surge, por ejemplo, la narrativa del macho alfa y la importancia a la jerarquía de los machos de los grupos, pasando totalmente por alto a las hembras como miembros clave del grupo. La Biología Evolutiva no estuvo exenta de estos supuestos y hasta recientemente se ha reconocido el hecho de que no siempre son las hembras de la especie quienes deben elegir un macho con el que aparearse y los machos compiten por ellas (una visión promulgada por el mismo Darwin al intentar abordar el tema de selección sexual).

En estos días, hubo un burdo intento de hacer algo parecido por un catedrático afiliado a la Universidad Francisco Marroquín, en el blog del Cadep (Centro de análisis de las decisiones públicas) de la UFM. Su texto, publicado tenía un título controversial que leía ¿Es la violencia contra la mujer “culpa” de la mujer?  Era evidente que el contenido del texto podía ser controversial, y en vez de debatir el tema como una pregunta, el autor se precipitaba a afirmar que sí y a dar sus argumentos, que a diferencia de lo que pensaban los “simplones”, tenían un fundamento “darwiniano”. El argumento principal del texto giraba en torno de la paradoja de la mayor variabilidad presentada por T.P. Hill. El artículo que vincula el autor en su publicación es un preprint, lo que quiere decir que no ha pasado por una revisión por pares y, aunque puede citarse, no es una fuente de literatura primaria y su contenido debe tomarse con una mirada crítica. Lo que Hill discute es un modelo bioestadístico en donde aparentemente existe una población bajo selección sexual fuerte; y el carácter bajo selección es una sola variable que se distribuye alrededor de un valor medio – como se ve en la gráfica 1-. Hill asegura que este patrón de selección en una población así genera mayor variabilidad en ese carácter bajo selección sexual. El blog toma este argumento (y datos de Tinder) para explicar que a mayor selectividad de las mujeres con sus parejas sexuales, más frecuentes van a ser los comportamientos extremos de violencia contra la mujer, asegurando entonces que la persistencia de la violencia es culpa de ellas y su selectividad. Este argumento no sólo es mal intencionado, sino lleno de ignorancia en cuanto a procesos evolutivos y en un extraño hilo de interrelaciones que existen únicamente en la mente del autor del blog. Y ahora te explico por qué.

Gráfica 1

Esta figura muestra el modelo que Hill presenta para justificar su paradoja de mayor variabilidad a mayor selectividad. Una población está más concentrada alrededor de la media (en azul), y otra población está menos concentrada alrededor de la media (en rojo). Su conclusión, a grandes rasgos, es que la población roja tenderá a tener mayor variabilidad.

Conflicto sexual: la teoría evolutiva “de verdad” que explora estos fenómenos

Al leer el título y el argumento inicial del texto, realmente creí que el autor estaba, al menos, al tanto de que existía un campo de la Biología Evolutiva que explora la teoría del conflicto sexual y que iba a argumentar desde allí. Era una vaga esperanza que murió muy rápido.

La teoría del conflicto sexual se establece para explorar las diferencias que evolucionan entre sexos y su relación con la reproducción sexual y otros aspectos de la historia natural como el cuidado parental. El punto de partida de esta teoría es que existen asimetrías entre sexos a la hora de la reproducción sexual y por lo tanto, distintos intereses evolutivos a la hora de reproducirse. Esto se puede observar desde la diferencia de tamaño entre los óvulos y espermatozoides en la gran mayoría de especies que los utiliza para la reproducción sexual. Esta diferencia entre el tamaño de los gametos (células sexuales) se llama heterogamia o anisogamia. Esto se traduce a estrategias reproductivas y el cuidado de las crías que, más que un esfuerzo de cooperación entre ambos padres, se ve como una competencia. Es una carrera armamentística a escala evolutiva en el que se tratan de minimizar las brechas en el costo de reproducción entre machos y hembras.

Los seres humanos no nos salvamos de caer en el conflicto sexual. Estas asimetrías reproductivas van desde el hecho de que las mujeres pasan por un período de gestación de 9 meses, brindan lactancia materna y su inversión energética en la reproducción resulta astronómicamente más alta que la inversión energética que un hombre destina a eyacular (su único requisito fisiológicamente obligatorio para concebir). Por lo tanto, la teoría del conflicto sexual predice que evolucionarán estrategias reproductivas para minimizar esta brecha. Una de estas estrategias es la alta selectividad de las mujeres para seleccionar parejas sexuales, pero con el fin de reproducirse. Además de esto, hay una gran cantidad de adaptaciones en hombres y mujeres derivadas del conflicto sexual, como la hostilidad del ambiente uterino para los espermatozoides, la incertidumbre parental, e incluso la forma del pene que permite eliminar el esperma de otros hombres a la hora de tener sexo.

Hablemos de selección sexual

Habiendo establecido esta base teórica, podemos asegurar que las mujeres no pueden darse el lujo de no ser selectivas con quienes se reproducen por los altos costos que conlleva esto para ellas. Esto se interpreta como una selección sexual elevada. Pero ahora, analicemos si esta selección sexual se ve como lo quiere explicar Hill y como el autor del blog lo interpreta como la base de su argumento para culpar a las mujeres de la violencia que sufren.

Para comenzar, revisemos los supuestos del modelo de Hill. Esta variable x que está bajo selección sexual tiene una base genética para poder heredarse a la siguiente generación. Si lo traducimos al blog, estaría asumiendo que la violencia sexual está codificada genéticamente en los hombres y sabemos que esto no es cierto. No existe un gen de la violencia sexual y por lo tanto su hipótesis pierde mucha fuerza (además de caer en supuestos racistas al asumir que el hombre alemán será más atractivo que el de Guadalajara y que el hombre latino será más violento que el europeo). Pero por un momento, pongámonos el gorro terriblemente erróneo y determinista y asumamos que este es el caso. Ahora veamos si la selección sexual en mujeres es siquiera algo parecido a lo que Hill dice. Para esto, hagamos un simple ejercicio mental:

Una mujer decide que quiere tener hijos con alguien. Decide que quiere que ese hombre sea alguien guapo. Asumamos que el grado de “guapura” de los hombres de la población se ve como una distribución en forma de campana como en la gráfica que presento arriba. Pero también esta mujer se da cuenta que, si quiere tener hijos con alguien, también le gustaría que esta persona fuera cariñosa. Esto añade otra variable a la ecuación y sucede que ahora, la población de hombres con quienes puede reproducirse ya no se ve como en el modelo de Hill. Se ve algo así como estas gráficas:

Gráfica 2

Aquí podemos observar distintos casos en el que se consideran escenarios de selección con la influencia de dos variables. La superficie tridimensional que se crea puede corresponder a la distribución de estas características en una población, pero estas figuras usualmente representan la probabilidad de éxito reproductivo cuando se discuten en Biología Evolutiva. Estas variables suelen ser fenotípicas (características físicas codificadas por arquitecturas genéticas complejas) y su cambio se espera mediante la producción de nuevas generaciones en la población. Usualmente, la media poblacional se representa como un punto en este paisaje y la selección tiende a hacer que las poblaciones “escalen” estos picos de probabilidad reproductiva o “fitness” hacia estados más favorables de los fenotipos.

Esto es evidentemente una complicación al modelo teórico que presenta Hill. Los ejes horizontales de estas gráficas serían lo cariñoso y lo guapo que son los hombres disponibles de la población y “paisaje” que se forma en una tercera dimensión es su densidad en la población. Esto ya representa un cambio drástico, pero puede ponerse mucho más complejo. Si asumimos que los hombres predominantemente son medio guapos y medio cariñosos, tenemos un caso como el de la primera gráfica a la izquierda. Pero sabemos que hay hombres que pueden ser muy guapos, pero no tan cariñosos, u hombres que no son tan guapos, pero son un amor. También puede haber hombres muy guapos, pero extremadamente cariñosos. Esto puede variar por varios factores, como su salud emocional, o si su jefe le gritó hoy o incluso si no ha dormido bien. ¿Vamos entendiendo lo complejo que esto puede ser? Se puede llegar a ver un poco como las siguientes dos gráficas. Hagámoslo más complejo aún: la mujer no quiere reproducirse con sus parientes. Esta es una fuerza muy fuerte y que ha evolucionado por una buena razón. La reproducción entre parientes puede traer muy malas consecuencias para los hijos, como enfermedades congénitas raras. Esto añade una variable más a la ecuación y sabemos que el grado de parentesco en la población de hombres no se ve como una campana. Más bien podría verse como una bajada muy brusca y una gran parte de a población no tendrá parentesco alguno. Esta variable ahora hace que representar gráficamente la preferencia sexual de esta chica sea un objeto en cuatro dimensiones; algo que nuestra mente ya no puede concebir, pero que se puede modelar matemáticamente. Hill no llega a esto ni de cerca. Imagina que además de eso, decide que le tienen que gustar los perritos…

La selección sexual es mucho más compleja que esto y el modelo de Hill es una sobre simplificación del caso. Las gráficas de “paisajes” que les mostré las usamos en la Biología Evolutiva para tratar de representar de manera muy simple procesos evolutivos que pensamos que puedan guiarse por variables de interés, pero sabemos perfectamente bien que la realidad es mucho más compleja.

Es más, la selección sexual es de hecho un caso especial en la Biología Evolutiva porque parece no seguir los patrones evolutivos que vemos para muchas otras características de los seres vivos. Se ha observado que, al contrario de lo que relata Hill, la selección sexual fuerte no es estabilizante (buscar una media en la población y reforzarla), sino que es direccional (busca los extremos de las características bajo selección sexual) y puede llevar a características extremas, como la cola del pavo real, la tenaza desproporcionada del cangrejo violinista, o la coloración exagerada de las aves del paraíso. No es algo que genere diversidad en la población. Y además, la selección sexual puede cambiar rápidamente y enfocarse en características que no tienen relación alguna con la supervivencia de los individuos de la población.

Un estudio en moscas de la fruta demostró que los machos de la especie tienden a copiar la preferencia de los demás machos de la especie a la hora de reproducirse y lo comprobaron pintando aleatoriamente a las hembras del experimento de verde o rosado. Los machos escogían a las hembras del color que otros machos habían escogido cuando estaban aisladas de la población, pero podían ver lo que sucedía. Esta preferencia aparentemente sin sentido prevaleció por ocho generaciones de machos en una población donde se mezclaron las hembras de ambos colores. En conclusión: la selección sexual es más extraña de lo que parece.

Todo lo que está mal

Bueno, exploramos algunos aspectos evolutivos básicos y en esta sección, voy a usar esta base para ir desmontando punto por punto lo que el blog quiso argumentar. Comencemos por lo más obvio. Asumamos que el modelo está en lo correcto y que la selección sexual humana funciona así. Los datos que usa el blog para argumentar sobre una selección sexual fuerte son estadísticas de Tinder. Estamos hablando de preferencias que tienen las mujeres dentro de la aplicación. Sin embargo, el modelo de Hill habla de una población que se está reproduciendo bajo estos criterios de selección. Pensé que esto iba a ser un poco más evidente, pero el autor del blog pasa por alto que un proceso evolutivo implica la herencia selectiva de características basadas en material genético de una generación a otra. O sea, el proceso evolutivo requiere de reproducción. Por lo tanto, justificar un proceso evolutivo con datos de Tinder resulta ridículo, si no es que mal intencionado.

Basta con ver estadísticas de paternidad para ver que el 20% de hombres acaparando el 78% de mujeres en Tinder no se traduce a paternidad. El censo más reciente en E.E.U.U. muestra que el 61% de los hombres de la población son padres. A este porcentaje podemos restar un 9% de las parejas heterosexuales en donde existe infertilidad y al porcentaje de la población que no es heterosexual o simplemente no se interesa por tener descendencia. Una estimación bastante superficial nos permite concluir que si un hombre heterosexual fértil quiere tener hijos, es bastante probable que los tenga en algún momento de su vida. La selección sexual no es tan alta como pretende asegurar el blog y el argumento principal que presenta, se disuelve fácilmente.

Por la pura gana de continuar con el ejercicio mental, digamos que la selección sexual humana se ve reflejada en las estadísticas de Tinder y que éstas se traducen fielmente a reproducción en toda la especie humana, invariablemente a la región geográfica y al contexto sociocultural (ya vamos a llegar a esto en más detalle). La asociación de este patrón con la prevalencia de la violencia contra la mujer es una absoluta fabricación del autor y llega al extremo de argumentar que la cultura machista no existe debido a esto. Sabemos perfectamente bien que la violencia no funciona así. Por último, el culpar a las mujeres de la violencia que sufren basado en estas fabricaciones sólo deja claro que esto no es más que una opinión llena de odio y de mala intención. El peligro de estos argumentos es que hacen ver la violencia contra la mujer como un fenómeno natural y pretende normalizarlo y excluir de cualquier culpa a los hombres que la cometen porque inevitablemente correría en sus genes por culpa de la selectividad sexual de las mujeres. Esto es simple y sencillamente perverso. Es discurso de odio.

La evolución cultural de la misoginia

El blog se toma la molestia también de asegurar que la cultura machista no existe. Su argumento se basa en la “paradoja nórdica”. El argumento es que la incidencia de la violencia contra la mujer es más alta en los países nórdicos en comparación a otros países supuestamente más machistas como Grecia, Italia o España. El autor del blog no menciona las métricas que utiliza para medir la cultura machista de cada país ni la métrica que usa para medir la igualdad de género en ellos. Mi interpretación es que se refiere a marcos legales, porque es a lo que siempre se refieren cuando hablan acerca de esto y es algo que se destaca de los países nórdicos. Pero la legislación es sólo un aspecto que puede influir en el comportamiento individual y muchas veces no es el reflejo de patrones culturales subyacentes. La evolución cultural explora estos temas a mayor profundidad y es el enfoque desde el que puedo tratar el tema.

La evolución cultural sigue siendo un campo muy joven, muy emparentado con la Antropología y trata de empatar los procesos evolutivos con las dinámicas culturales de una población, consolidándola como un método de “herencia” que se ha añadido al debate evolutivo mediante la extensión de la Síntesis Evolutiva Moderna que habla sobre el proceso evolutivo únicamente desde el punto de vista de la herencia del material genético que pasa por un proceso de selección natural. Hoy sabemos que hay muchas capas de complejidad sobre este proceso, especialmente en una especie como la nuestra con una capacidad cognitiva muy compleja.

Cómo abordaré el tema aquí termina siendo una exploración teórica y un ejercicio mental que me atreví trabajar para una disertación recientemente. Quiero comenzar hablando un poco acerca de la teoría sobre la violencia que expone Johan Galtung. Él habla de la incidencia de la violencia cultural y estructural o institucional sobre los hechos de violencia individual (o visible). Esto se resume en el triángulo de Galtung (abajo) y establece que el contexto cultural e institucional tendrán una influencia en los hechos violentos en una sociedad.

Gráfica 3

El triángulo de Galtung concibe la violencia directa como un fenómeno multicausal que es influenciada por la violencia cultural y estructural mantenida por distintos mecanismos que entran en juego en las sociedades humanas. Su teoría se ha aplicado a distintos contextos, como la violencia bélica, sexual o ambiental.

Esto es compatible con los postulados de la Ecología del Comportamiento, que ha surgido como una visión opuesta al determinismo biológico popularizado desde la Psicología Evolutiva, que plantea que el cerebro humano se conformó durante las sociedades del Pleistoceno, cuando vivíamos en sociedades de cazadores y recolectores, y los hechos de violencia eran regulares. En cambio, la Ecología del Comportamiento postula que los comportamientos violentos o de cualquier otra índole se dan dependiendo de los costos y beneficios dados por el contexto. Por lo tanto, si existe un contexto de impunidad antes los hechos violentos contra la mujer y una cultura de desvalorización y deshumanización de la mujer, es más probable que estos hechos violentos sigan sucediendo. ¿Esto se arregla con pasar una ley? Difícilmente, y en especial si esta no se implementa o se cumple. Por lo tanto, un marco institucional o estructural que favorece la igualdad de género no garantiza que el contexto cultural se acople a esto y la violencia no visible perdure. Estos factores tampoco son pétreos y seguramente pueden ir cambiando y la situación podría mejorar, pero la subordinación de la mujer parece prevalecer incluso en formas sutiles en casi todas las sociedades humanas, usualmente fundamentada en creencias culturales o religiosas. Esta observación es dada por Sherry Ortner en su artículo seminal: Is Female to Male as Nature is to Culture?

Estas expresiones de subordinación de la mujer permanecen en nuestras sociedades en la forma de roles de género, de heterosexualidad obligada, de valores familiares tradicionales, de diferencias salariales y muchas otras formas ligeramente más sutiles como bromas machistas, miradas lascivas, etc. Expresiones extremas de violencia contra la mujer como la violación, el acoso o el femicidio son parte del mismo problema y son propiciadas por el mismo contexto. Este se mantiene por instituciones del Estado a través de legislación como el proyecto de ley 5272 (brevemente decreto 18-2022), por las iglesias, por instituciones educativas, por familiares conservadores e incluso por medios de comunicación y publicidad. Estas son las cadenas cognitivas causales que se toman como los mecanismos de la evolución cultural que mantienen ciertas ideas en la población. Estas cadenas cognitivas causales son como el material genético de la cultura y su frecuencia en la sociedad es lo que determina su impacto o el contexto cultural e institucional prevalente.

Esta última observación puede llevar a un punto interesante. ¿Cuál es el efecto de la evolución cultural en la selección sexual en el contexto del conflicto sexual? Para explorar este punto, quiero volver a la discrepancia entre los datos de Tinder y los datos de paternidad. Si Tinder reflejara realmente la fuerza de la selección sexual en los seres humanos, ¿por qué las estadísticas de paternidad no siguen este patrón? Tal vez sería bueno preguntarnos ahorita quién ha ganado el conflicto sexual en humanos. Con su alta selectividad, su capacidad de ocultar la paternidad de sus hijos y con los filtros fisiológicos que existen para los espermatozoides, las mujeres son las claras ganadoras en los aspectos biológicos. Los costos reproductivos de la mujer son tan altos que estas estrategias han sido favorecidas en nuestra evolución. Pero el siguiente paso en esa carrera armamentística parece no haber sido biológico, sino cultural, con el establecimiento de los roles de género, la estructura de la familia tradicional y la monogamia obligatoria. Lo que esto permite es asegurar la paternidad de los hijos para el hombre, relaja el efecto de la selección sexual y reduce la intensidad del conflicto sexual. Ahora bien, esto parece favorecer fundamentalmente al hombre, pero los procesos culturales están bajo un tipo de selección muy distinto, especialmente cuando se selecciona un esfuerzo grupal para mantener un contexto sociocultural. Por lo tanto, la fuerza de selección podría incluso venir desde el establecimiento de un sistema económico que permitiría competir con otros grupos. Esto es congruente con el postulado de Silvia Federicci en su libro Calibán y la bruja, que explica el control del cuerpo femenino como un paso indispensable en la transición de sociedades feudales hacia un sistema capitalista, pues maximiza el crecimiento poblacional de una fuerza laboral que mantendrá ese sistema económico. Esto explica por qué es el 61% de los hombres que logra reproducirse cuando posiblemente en otros contextos, únicamente el 20% lo haría. ¿Es este el efecto de un sistema patriarcal?

Este postulado aún no se ha respondido desde la perspectiva de la evolución cultural o desde la teoría de selección grupal, pero puede abrir una discusión para determinar el proceso evolutivo de los patrones socioculturales prevalentes en nuestras sociedades. Lo interesante de este tipo de evolución en el ámbito cultural e institucional es que puede cambiar muy rápido. Un cambio cultural e institucional puede venir por revoluciones o por procesos ciudadanos como el movimiento democrático que se está viviendo en Chile. Esto abre la posibilidad a la creación de una cultura más igualitaria, más solidaria y menos violenta. Esta es la motivación que me hace adentrarme en este campo y espero que entender mejor los mecanismos subyacentes de estos procesos sociales nos permita acelerarlos.

Conclusiones

La ciencia se ha instrumentalizado por grupos con intereses políticos desde tiempos inmemorables. La eugenesia, el racismo, el machismo y el capitalismo han infiltrado sus filas para manipularla a su favor, pero también se ha nutrido la crítica a estas corrientes mediante la voz de personas en la comunidad científica que deciden tomar una postura y pronunciarse. Hoy más que nunca, ante el crecimiento del odio y el pensamiento fascista en el mundo, es de vital importancia desbaratar discursos vacíos, engañosos y deterministas como los que emanan de estos catedráticos, ejerciendo su “libre expresión”. El consenso en la Biología Evolutiva, en los estudios del comportamiento (Etología), en la Antropología, la Sociología, la Psicología y en cualquier establecimiento académico respetable, es el absoluto rechazo al discurso de odio como las que se expresa en este texto que quiso pasar como “hot take”.

Quiero agradecerles por llegar hasta acá y no duden en contactarme si hay algo que necesitan aclarar de lo que expongo en este texto. 

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*Sergio González es biólogo, admirador de los anfibios y reptiles e investigador en la Universidad de Lund en Suecia. Le interesa la evolución, la biodiversidad, y la conservación. 


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