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La Virgen y la María entran por la mar
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En Cuba en teoría no hay narcotráfico, pero sí hay Mar Caribe y corrientes que hacen aparecer paquetes misteriosos con sustancias prohibidas. Pueden toparse con un barco pesquero, desembarcar en una playa o aparecer en los radares. Los consumidores festejan cuando el Estado anuncia un hallazgo: dicen que tras la incautación, la marihuana aparece en las calles como un regalo de Yemayá, la deidad yoruba de las aguas saladas.


Por: Juan Montero


Mi padre era electrónico pero conocía la pesca y le gustaba. Recuerdo de niño los cuentos y anécdotas sobre Pedro el pescador, alguien así como un Popeye El Marino cubano. Pedro era un vecino del edificio que tenía un barco pesquero en Cojimar llamado “Poco a Poco”, además era sobrino de Gregorio Fuentes, el capitán del barco y gran amigo de Hemingway. Un hombre que, según cuenta mi madre,  “pese a tener un carácter complicado era una gran persona ante quienes empatizaban con él, poseedor de muchos saberes e historias”.

Mi padre y Pedro salían en ocasiones a pescar, sobre todo a comienzos de un periodo donde la comida en Cuba emprendía a escasear, las necesidades aumentaban y el negocio ilícito retomaba fuerza. Recuerdo a mi padre decir que en la mar podrías encontrar de todo: desde lo legal hasta lo ilegal.

Las corrientes del Mar Caribe suelen traer sorpresas a las costas y Cuba,  situada en la entrada del Golfo, es el sitio ideal para aguardar todo lo que flote en esas aguas. A la Virgen la encontraron a principios del siglo XVII Tres Juanes en la Bahía de Nipe, cerca de Cayo Francés. Apareció flotando en una tablilla con grabados en letras grandes Yo soy la Virgen de la Claridiad. Se asombraron los hombres,-dos descendientes de indio y un niño esclavo negro de 10 años-  cuando percibieron su ropaje seco pese a la fuerte tormenta y el navegar en la endeble tablilla.

Ya en el siglo XXI en la mar se encuentran pocas vírgenes (por no decir ninguna). Pero la María, la que muchos jóvenes veneran, sigue apareciendo en las costas orientales de Cuba,  igual de fresca y seca. Quien la encuentre no dirá sus nombres ni anunciará el hallazgo. Permanecerá en las sombras por seguridad y mantenerse libres. Algún día quizás sean héroes los que nunca fueron descubiertos y mártires los atrapados tras toparse con lo prohibido que transporta la mar.

La María que llega a los barrios de Cuba, mayormente la transporta Yemayá, la deidad yoruba de las aguas saladas. Quienes la trasladan en lanchas desde Suramérica o Jamaica hacia los Estados Unidos a veces se encuentran con los guarda fronteras o con problemas técnicos y dejan caer parte de los cargamentos para escapar.

Un empaquetado a la marea con varios kilos de Marihuana puede topar la proa de un barco o bote pesquero esperando a ser rescatada del oleaje. Puede ser detectado por los radares de vigilancia marítima.  Ocasionalmente llega a las costas y es resguardada por otros pescadores o incautada por la misma guardia costera que supuestamente lo incinera.

Acertar un hallazgo similar significa mucho riesgo y mucho dinero. En la zona oriental del país por ser de primera mano y además de competir con las siembras clandestinas, los precios son muy bajos. Un gramo de esta planta en provincias como Holguín puede costar 2cuc: dos dólares. A medida que se va occidentalizando el cannabis, comienza a elevar su precio. También comienza a ser más peligroso su traslado. En la Habana,  menos de 0.5g cuesta 10 cuc y el precio de una onza se ha elevado oscilando entre 700 y 800 cuc.

Las leyes con respecto al uso de la marihuana en Cuba se han recrudecido. Las restricciones han llegado al extremo irrisorio donde una persona podrá ser sancionada por portar iconografías en ropas que supuestamente inciten al uso de esta planta. La especificación de cuáles serían las penas no se aclaran en la Gaceta Oficial del 9 de julio del 2020.

Las historias de jóvenes presos por esta causa son recurrentes. Recuerdo un amigo músico, por llevar una cantidad menor a cinco gramos pasó tres años preso y dos en condicional de la casa al trabajo, supuestamente por tráfico. También recuerdo a un vecino descubierto con cantidad similar y volverlo a ver a los pocos meses en la calle.

Ilustración: Juan Dellacha

La cultura del 4:20 en Cuba ya asciende a distintas esferas sociales y a medida que pasa el tiempo, aunque las leyes restringen, en la conciencia colectiva existe una normalización hacia los beneficios del cannabis tanto medicinales como del uso recreativo.

Muchos se atreven a afirmar que el mismo gobierno es quien distribuye el Efori –otro nombre por el cual se conoce- en las calles y que los reportajes televisivos de incautación e incineración de la Marihuana arribada en las costas no son más que un show mediático.

Los consumidores se alegran cuando por televisión aparece alguna noticia sobre esto: dicen que a la semana ya hay abastecimiento de nuevos materiales.

Entre dealers y consumidores se establecen chistes y códigos en un idioma que solo entiende quien esté relacionado. Preguntan “quién la lleva”, si “es Yuma”, para referirse a lo que llega por mar o “Criollo” a las producciones nacionales.

Mientras una gran parte de la ciudad cada noche vuela con alas de THC, el Estado sigue insistiendo que en Cuba no hay ni habrá drogas. Los escarmientos televisivos atemorizan a muchos sectores. Los medios promueven denunciar todo hecho que tenga que ver con estupefacientes. En el caso de quienes la encuentren en el mar lo correcto es entregarla a las autoridades y recibir a cambio un reconocimiento.

En teorías suena bonito. Hace unos meses, una embarcación de pescadores cojimeros se topó con una paca ennailada para evitar que la María Virgen se mojara. El grupo de hombres arribó a la marina de Cojimar y se dirigió a entregar la mercancía ilícita en una estación policial. 

Entrar les fue fácil, lo difícil fue salir. A la llegada de estos hombres a cumplir sus deberes como ciudadanos, les siguieron una serie de citaciones e interrogatorios donde les fueron investigados hasta el ADN familiar.

Cuentan sus allegados que, cuando salieron declarados inocentes tras confirmarse, y bien confirmado, que había sido una casualidad, salieron de la estación y juraron algo. La próxima vez que salgan a pescar, si encuentran una paca se la fuman o la venden. Pero a la policía, jamás.

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Este texto fue producido en el marco del Laboratorio de Periodismo Situado. Puedes leer la publicación original en este enlace.

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