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No es el Fin. Es el Mar / Stella Quan Rossell
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Stella Quan Rossell (1935–2007) antropóloga guatemalteca, reúne los testimonios de personajes que fueron protagonistas del arte, la literatura y la política, del siglo XX en Guatemala. Decide llamar a esta serie: Identidad, diáspora y memoria colectiva.

La autora nos invita a conocer de cerca, la vida de siete personajes que palpitaron durante el decenio de 1944 a 1954, período de grandes cambios para Guatemala, que se vio culminado en un trágico final; también es una exhortación a entender mejor el presente de nuestro país adentrándonos a los hechos del pasado.

Esta recopilación se compone de 3 libros publicados por editorial Catafixia y forman parte de su colección Memoriales. Los protagonistas son: en el primer libro, el artista Jacobo Rodríguez Padilla. En el segundo, el escritor Luis Felipe Cardoza y Aragón y en el tercero, Alfonso Solórzano abogado democrático.

Para continuar con esta reseña nos adentraremos al testimonio del escritor Luis Felipe Cardoza y Aragón con: No es el Fin. Es el Mar. Crónica y Voces de Luis Cardoza y Aragón.

Luis Felipe Cardoza y Aragón [Antigua Guatemala, 1902–Ciudad de México, 1992] es el protagonista de estas crónicas transcritas por Stella Quan Rossell. Ella se dio a la tarea de visitar en 21 ocasiones al escritor y a Lya Kostakowky, su esposa, durante la década de los sesenta y parte de los setenta en el Callejón de las Flores, Coyoacán donde se ubicaba su hogar.

En la obra, Stella describe que todos los martes de reunión por las tardes, Luis y Lya compartían con ella sus recuerdos, lo que la autora describe como: “una recuperación histórica en común entre un hombre extraordinario y una mujer de exquisita sensibilidad e inteligencia”.

Sentados, sin verse de frente, rodeados de obras de arte que eran propiedad de la pareja, lápices de colores de García Lorca, piezas prehispánicas y a veces el sonido de las campanas de una iglesia, acompañaban a las reuniones.

El relato de Luis Felipe inicia con su infancia, la memoria llena de nostalgia trae las imágenes de La Antigua Guatemala, los patios de las casas grandes, las flores y su familia. Pero hablar de la niñez de Luis es conectar con una época en Guatemala que lo marcó, la dictadura más larga en la historia del país, la de Manuel Estrada Cabrera. Durante los primeros años de este período su padre, abogado y liberal fue encarcelado, era opositor del régimen que duró veintidós años. Luis describió esta etapa así: “El impacto de un pueblo oprimido, de un gobierno tiránico, lo sentí profundamente desde mi más tierna edad”.

Durante la adolescencia tuvo la oportunidad de conocer a escritores como César Brañas, quien le hacía recomendaciones de lecturas, así como su profesor Flavio Herrera. En ese momento nace su pasión por las letras. Se enamora de la autobiografía de Gómez Carrillo, empieza a leer a Bécquer y Heine. Su imaginación comienza a llevarlo a lugares que nunca pensó y que le llevaron a soñar con salir de su amada Antigua y de Guatemala.

Luis expresa que las enseñanzas de su padre quedaron muy enraizadas en su memoria pues siempre se preocupó por la sociedad y la política, a raíz de lo que vivió durante la dictadura, la opresión y las injusticias.  Así es como poco a poco nos adentramos a conocer a través de las páginas de este libro a un niño que se convierte en adolescente, leyendo en La Antigua en un ambiente el cual describe como: “deliciosamente monótono”.

En 1921 el antigüeño narra la necesidad por sentir su independencia, en ese año se encontraba en California, Estados Unidos con sus padres y los convence que lo envíen a París a estudiar medicina, así da un salto a la gran ciudad. Su amor por la literatura empezaba a crecer, leía de día y de noche.

Al llegar a París vivió en el Barrio Latino y fue todo un descubrimiento tener librerías cercanas donde podía leer sobre los mejores novelistas de la época como Joyce, Proust y Kafka, pero eso no era todo.

Es importante resaltar que a principios del siglo XX, París era considerada la cuna del arte, la capital de la cultura en Europa. En esa ciudad se concentraban las vanguardias como el cubismo, dadaísmo y el surrealismo. La gran ciudad era famosa porque ahí quería ir toda la generación de artistas de la época a disfrutar del encanto de la experimentación. En ese momento Luis tiene la oportunidad de conocer a figuras importantes para la historia del arte y literatura en el mundo.

La crónica narra cómo durante su estadía en París, Luis compartió en Montparnasse con exponentes de la literatura, como César Vallejo, Alejo Carpentier, Enrique Gómez Carrillo y Miguel Ángel Asturias. Así también artistas de la plástica como  Picasso y Carlos Mérida, de quien elabora sus primeros escritos sobre arte.  Discutían sobre libros, exposiciones, ballet, teatro. Estas conversaciones enriquecieron el acervo cultural del escritor Antigueño y le permitieron hacer una introspección sobre lo suyo, Guatemala. Descubre a Bernal Díaz del Castillo y “La Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España” de donde nace su interés por la vida indígena de Guatemala.

En 1932 al no tener más fondos para mantenerse en Europa decide ir a México, logra establecerse al ser contratado para escribir sobre arte. Las noticias de Guatemala no eran alentadoras, los líderes políticos huían hacia México por otro régimen autoritario liderado por Jorge Ubico, a quien Luis describió como: “Una bestia implacable”.

Mientras la dictadura se hacía cada vez más fuerte en Guatemala, Luis Cardoza defendía que los intelectuales tenían una responsabilidad que más allá de ser los espectadores, debían generar cambios por los medios a su alcance sin apegarse a la tradición pues esto implicaba ir contra la evolución.

Stella Quan en este libro, rememora la necesidad de Cardoza por crear consciencia por medio de sus letras sobre todas las injusticias sociales que se cometieron en Guatemala durante los 36 años de dictaduras. Habla del censo que realiza el Presidente Arévalo donde los resultados arrojaron que el 80% de la población era analfabeta, rescato acá sus palabras precisas: “¿Y cuál es nuestro público nacional, teniendo un analfabetismo de más del 80%? es, en gran parte la clase dominante y nosotros queremos escribir para el pueblo”.

Stella logra adentrarse al mundo del escritor sin incluir ni una sola de sus palabras, mientras Luis relataba sus recuerdos.

Cardoza regresa a Guatemala en 1950, después de ocupar cargos diplomáticos en Colombia, Chile y Francia por órdenes del presidente en ese entonces Juan José Arévalo. Esta época en la vida de Luis Felipe se caracterizó por defender las expresiones que nacen de la imaginación, de la sensualidad y de la sensibilidad. “El arte se crea con todas las entrañas, con luces, fangos, sudor y lucidez”, decí.  En Guatemala se gestaba la conciencia cultural y política entre la juventud con mucho talento, pero después del derrocamiento del presidente Jacobo Árbenz no lograron florecer.

Luis Cardoza comprendió desde un principio que el derrocamiento de Jacobo Arbenz acusándolo de comunista era: “un pretexto del imperialismo, para preparar el ataque necesario de la destrucción de la democracia en Guatemala”. En el libro Luis explica detalladamente los factores que impulsaron la renuncia de Jacobo.

El relato de sus memorias concluye con su historia junto a su esposa Lya Kostakowky, quien durante todas las sesiones lo auxilió para recordarle nombres y situaciones que vivieron. Fueron una pareja de intelectuales que se complementaron de una magnífica forma, el amor floreció entre penas, discusiones filosóficas, artísticas, literarias y memoria. Con su amor construyeron su hogar, ese rincón en Coyoacán en el Callejón de las Flores, donde cuidaron de muchos exiliados guatemaltecos y guardaron sus tesoros literarios y artísticos.

El legado de Luis Felipe Cardoza y Aragón, impecablemente trazado por Stella Quan Rossell, radica en que nos heredó los cimientos para la creación de una sociedad con base en la sensibilidad de las expresiones de la imaginación, también nos hereda valorar las letras escritas por pensadoras y pensadores que escuchan al pueblo y buscan crear una conciencia por el bien común.


Liza Mesías, es comunicadora y trabaja en divulgación y difusión del arte guatemalteco desde el Ministerio de Cultura y desde sus redes sociales

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