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El tejido que somos todos
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El colapso del sistema va más allá de la crisis sanitaria del coronavirus, los pueblos indígenas, los recursos naturales, el hambre y el ineludible replantearnos el futuro, de esto reflexiona el poeta Julio Cúmez en este espacio de subjetividad.


Soy proveniente de Chixot (San Juan Comalapa, Chimaltenango), originario de una familia kaqchikel. Los últimos 5 años de vida han transcurrido en la cuidad. La educación y las circunstancias socioeconómicas me han traído hasta acá.  Probablemente mi búsqueda reivindicatoria me haya hecho confrontar una realidad ineludible: Vivimos en un país cercenado por la pobreza, con un grado de desigualdad amplio, que cimentó sus bases históricas en el racismo y que, a toda costa, ha intentado plantarnos una imagen nacionalista que nos impere a todos. 

La desigualdad, la pobreza, el racismo y la corrupción gubernamental que aún nos tiene sujetos, son factores que han delimitado nuestras oportunidades y nuestros sistemas de vida. Sistemas de vida que se ven constantemente obligados a cambiar para no quedar al margen de una sociedad capitalista y voraz que nos obliga a dejar a un lado nuestras propias creencias y cosmovisiones para pertenecer a ella.

Es un horror pensar en toda la historia de la capitalización de los recursos y del desarrollo de las grandes industrias que han orillado a muchas comunidades a esto.

 Pero, es un horror aún más grande, saber que en momentos como estos, la necropolítica[1] neoliberal se plantee la necesidad de salvaguardar un sistema económico excluyente que, a toda vista, es un sistema precario; ya que pone en contradicción y en juego, la  vida y el capital.

Esta contradicción entre: salvar la economía o salvar a la población, recae en grupos vulnerables que históricamente han sido aisladas, sometidos y marginados. Indígenas, migrantes, personas que viven en áreas de vulnerabilidad, no pueden combatir el COVIT-19 porque no pueden combatir el hambre. El agravamiento de la precariedad de salud y alimentación le hace verse obligados a guardar aún más distanciamiento “social”, para cumplir las medidas de prevención. Es de recalcar también que si el pico de la epidemia representa en sí ya un colapso de los sistemas de salud, este colapso es aún más agravantes para ellos. 

El tiempo de cuarentena tiene que ser para nosotros, un tiempo para replantearnos el sistema en el que vivimos. Porque si algo ha revelado esta pandemia es que, como individuos, nos hemos quedado al margen de las políticas que nos construyen como sociedad. Pues mientras vemos que el estado se esconde detrás de una postura nacionalista que intenta sobrellevar las cosas; las elites políticas, los funcionarios y empresas buscan satisfacer sus intereses propios, a costa del bienestar colectivo.

También es necesario pensar este tiempo fuera de los márgenes de productividad. Es ineludible pensar en nuestro futuro inmediato en el tejido social que nos constituye y en el que dejaremos. La recesión económica que se vienen trae consigo grandes consecuencias no solo sociales, sino también ecológicas. Los territorios indígenas, los recursos naturales, estarán aún más expuestos a las industrias extractivas. El hueco económico será una excusa para arremeter contra nuestros sistemas naturales con el propósito de restablecer una economía excluyente.

Nuestra historia ha sido contada desde los márgenes de la historia oficial. Y pese a eso, estamos aquí. A sabiendas de que la historia ha silenciado tantas voces en el pasado y en el presente por la lucha de nuestros derechos.  Es necesaria nuestra articulación cultural y política, en este tiempo, donde nuestra población es la más vulnerable, donde las condiciones de salud y alimentación son precarias, y la desigualdad es abismal. La solidaridad y la resistencia de las grandes luchas sociales nos ha enseñado de que no todo tiempo es perdido. Dejar de pensar en el individualismo y pensar en esta comunidad que somos todos, que ha resistido a los embates más grandes del capitalismo, tiene que ser nuestra postura ante el futuro. Esto para mantener el tejido que articulamos todos, mantener el hilo de nuestra propia historia.

[1] Termino cuñado por Alchille Mbeme (2003), que hacer referencia: al uso del poder social y políticos; que determina la forma en que los gobiernos deciden quién vivirá y quién morirá; y de cómo estas vivirán y morirán.

*Julio Cúmez poeta y es estudiante de antropología en la Universidad de San Carlos, publicó el libro Oyonïk en Catafixia Editores. Es originario de San Juan Comalapa, Chimaltenango.

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