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EPISODIO 15 // Cartas al cielo y los barrileteros de Sumpango
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Todo empieza en agosto. Todo empezó en 1978. O antes. Sí, antes. Cada 1 de noviembre, tras meses de trabajo, la gente de Sumpango, Sacatepéquez saca a la calle docenas de barriletes; algunos vuelan sutiles, otros solo se yerguen, luminosos. Hay de dos o tres metros. Hay otros que superan los quince metros. Estas enormes obras llenas de tradición, arte, familia y cultura atraen todos los años a cientos de miles de personas. Guatemaltecos y extranjeros. Pero su verdadero público, y quizás su razón de ser, son los muertos pues, según creen los sumpangueños, cada Día de Todos los Santos Dios les permite visitar su lugar de origen. Los barriletes de Sumpango son cartas para quienes han dejado el mundo terrenal.


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Para conocer más de esta tradición fuimos hasta Sumpango para ser testigos del frenético ensamblaje de estas piezas, a pocos días del Día D. Hablamos con Federico Carranza (58), sumpangueño e hijo y nieto de barrileteros quien, cuando tenía 17 años, participó en el primer Festival de Barriletes de Sumpango, en 1978. Nos contó cómo la devastación del terremoto de 1976 unió al municipio e impulsó a su gente a organizar ese primer festival. Hablamos también con Sara y René Xicón y de cómo, en 1999, crearon Las Orquídeas, el primer grupo de mujeres barrileteras. Conocimos a Gabriel Gallina, representante de Corazón Juvenil, uno de los jóvenes que mantiene la tradición y busca dotarla de nueva vida. Hablamos con Rosa Mazate, una de las más talentosas Orquídeas. Caminamos Sumpango. Vimos sus tiendas llenas de papel de China. Hablamos con sus barrileteros, acuclillados al lado de una de esas enormes aves de papel, a medio terminar. Visitamos su cementerio, donde antes se volaban los barriletes. Escuchamos. Preguntamos. Fotografiamos.

La historia de los barriletes de Sumpango data de hace más de 100 años, cuando gente como los abuelos de don Federico los hacía para luego venderlos, a un centavo cada uno. Entonces eran pequeños, de un metro, más o menos. Eran, claro, parte de la identidad del municipio. Gente de otros departamentos iba a Sumpango a comprar los barriletes y revenderlos. Ese mismo protagonismo fue el que motivó a la gente a dedicarle más tiempo y empeño. Y así, estos empezaron a ser reconocidos fuera. Y así, en 1998, fueron declarados patrimonio cultural de la nación. Y así, cada agosto, los barrileteros de Sumpango empiezan a construir.


Fotografía de portada: Alejandro García

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