Elogio de los inusuales
Ophelia Pastrana o la transgresión de existir
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Ophelia Pastrana es una comediante, empresaria y física (en ese orden) colombiana, naturalizada en México. Es trans y lesbiana. Y utiliza el humor para comunicar y para racionalizar la vida, dice. En marzo estuvo en Guatemala para presentar su stand-up, “La Explicatriz”.


El vehículo se detiene a media cuadra del restaurante donde en poco más de una hora comenzará su espectáculo. Ophelia Pastrana pregunta: “¿Es aquí?” y, casi sin esperar respuesta, desdobla sus largas piernas, encogidas tras el asiento del piloto y sale del carro. Afuera, un par de jóvenes que terminaron su jornada como lustradores de zapatos, detienen su conversación y alzan la vista. En silencio, siguen a Ophelia con la mirada. Uno le da un codazo al otro.

—¿Te molesta, esto? ¿Que la gente se te quede mirando?

Ophelia sonríe, como si no se hubiera dado cuenta de la escena. “Yo me gozo mucho el tema de la altura”, resume. De hecho, con esas palabras, comenzará su stand-up más tarde: “Soy altota y algunas personas se escandalizan: ¿Cómo te atreves a usar tacones? Pues… No son la cura para una persona con problemas de altura. También me preguntan cosas que me hacen dudar del sistema educacional. ‘¿Hace frío ahí arriba?’ ¿Juegas basket?’ No sé. ¿A una persona chaparrita le preguntarán si juega minigolf?”

El humor como defensa, como reivindicación, como forma de racionalizar la vida, de quitarle la parte emocional a lo malo. De reír. Así es el espectáculo de Ophelia Pastrana.

Ophelia es una mujer colombiana. Hace más de diez años vive en México. Estudió física, se graduó de econometría y desde los 24 años es empresaria. Ahora tiene 36.

En el medio (a los 28), pasó por lo que llama una segunda pubertad. Ahí fue cuando nació Ophelia. “Para los despistados —continúa su stand-up—, no tengo un problema de voz. Soy una persona trans”.

Unos cinco años después de su segunda pubertad, comenzó su canal de Youtube. Su página está llena de vídeos que se salen de lo común en la plataforma, en la que hacer productos que no superen los 10 minutos es casi una norma. Ophelia se planta frente a la cámara y habla con las personas. Durante una hora, dos, tres. También tiene vídeos cortos, en los que puede contar cómo salió del clóset, hablar de su experiencia al caminar en una marcha de la familia con una bandera LGBTI o hacer la reseña de una laptop.

Esto le dio mucha más visibilidad. “Estoy listada por Forbes en el top 100 de mujeres más poderosas de México, que es un rarísimo logro, pensando en que soy mujer trans y colombiana. También soy una mujer BBC 100 (un listado realizado por la BBC con las mujeres más inspiradoras e influyentes)”, cuenta, orgullosa, cuando la entrevistamos.

El “truco” de su éxito, dice ella, es que es feliz como mujer trans. “Para mí ser mujer es un privilegio”. “Me gozo mucho mi vida como mujer trans, porque me ha liberado mucho. Me ha llevado a muchos lugares, he aprendido lo que quiero de mi vida. Cuando hablas con cualquier mujer trans, siempre hablan de este cuento de la disforia (el malestar que sienten las personas con su sexo biológico, que no corresponde a su identidad sexual). Yo tengo euforia. Yo transiciono porque me gusta ser mujer, no porque no me guste ser niño”.

“Y para rematar, soy lesbiana”, ríe.

Ophelia habla mucho de lo hermoso de lo raro, de lo diferente. “A muchas personas no se les enseñó a lidiar con lo diferente. Me gustaría que la gente le destine recursos mentales a gozarse con la diversidad, con la diferencia”, asegura. “Vivimos en un mundo en el que puedes nacer hombre de tez caucásica afrodescendiente y morir mujer de tez morena mexicana. Misma persona. Tenemos la ciencia para eso, es muy nueva y por eso la gente se asombra. Ser trans es hacer uso de una tecnología que no existía hace diez años, que cambia quién soy ahora”.

Y en esa pasión por lo diferente, Ophelia se dedica a informarse y documentarse sobre estos avances. “La ciencia que viene ahorita de lo hormonal es tan espectacular. Están desarrollando un kit para que los hombres puedan amamantar. Efecto secundario: crecen un poco las mamas, pero pueden amamantar. Los hombres trans que poseen ovarios ya se pueden embarazar. Y con los transplantes de útero, prepárate”.

“Hay tanto detrás de lo que viene de la diversidad, que va a destrozar qué es ser hombre y qué ser mujer para muchas personas. Y como no se enseña al mundo cis a maravillarse por lo raro, hay gente que sufre con todo. En lugar de gozárselo, piensan: ‘Este es anormal, es raro’”, explica.

Por eso, para ella es tan importante “lo transgresor que puede ser solo existir. Mi vida es eso, solo existir”.

Y, claro, existir, tiene consecuencias. “Cuando me quieren insultar me dicen hombre. No los entiendo, cisheterosexuales, ¿dónde está su lógica?. Me dicen que soy antinatural. OK, vamos a hablar de tus implantes, tacones, maquillaje, extensiones, pestañas y uñas postizas y acerca de qué es natural o no. Hasta ponerse lentes puede ser antinatural. Tu biología, la que tanto respetas, decidió que ibas a ser una persona con poca capacidad visual, pero ahí estás tú modificando tu cuerpo”.

La discriminación a mujeres trans viene a veces de lugares inesperados. Como de las mismas mujeres que pertenecen a algunos círculos feministas. “Cualquier espacio que diga ‘Para mujeres’ para mí no es un espacio seguro. Porque sé que siempre va a aparecer alguien que va a ver algo que le va a asustar, y va a ver en mí a un hombre”, admite Pastrana.

“No estoy peleada con las mujeres de los feminismos radicales”, cuenta. “Estoy peleada solo con el hecho de que piensen que yo soy una amenaza del patriarcado. Me da una lástima. Capaz y los transfeminismos atentan contra algunas esquinas de los feminismos clásicos. Y creo que sí, si lo hacen. Porque borramos la línea de definición de género. Ahora de repente cualquier persona sólo con que se identifique como mujer lo es”.

A Pastrana le han dicho muchas veces que ella no puede ser feminista. Que debe definirse como “aliada”. “Yo traía una pañoleta verde y a veces usarla ha sido cuestión de pelea con muchas personas. Por eso me desinscribí de los feminismos. Y sí ando por la vida, diciendo que apoyo que existan los feminismos, pero no me inscribo en ellos. Ya lo acepté. No le quita que mis actividades sean feministas, pero no quiero la medalla, porque si el que yo me cuelgue esa medalla implica que ahora vamos a tener mujeres peleándose entre ellas por si la puedo tener o no, estamos malgastando energía en donde no se debería”.

Aunque no se cuelgue la medalla, Ophelia Pastrana ha estudiado las desigualdades y los roles de género, y es algo que forma parte de su show. “Se nos enseña a normar. Cuando yo te digo travesti, tú piensas en un hombre en falda. Pero es igual de travesti una mujer en pantalones. La misoginia asociada es tal, que se considera que una mujer que se pone los pantalones está empoderada, mientras que un hombre en falda es causal de despido. Que un hombre adopte lo femenino es cuestión de risa. Hay películas enteras hechas alrededor de un hombre haciendo cosas como una mujer. Un hombre haciendo de mamá. ¿Cómo queremos que los feminismos sean universalmente adaptados si se le enseñó a toda una generación de hombres que hacer cosas de mujer es causa de risa?”.

Ella utiliza el humor, precisamente, para burlarse de estos roles. “El humor es un modo espectacular de racionalizar la vida. Por eso los activistas y los humoristas viven peleados, porque el humor apela a la razón y el activismo a los sentimientos. Un ejemplo muy de libro es que si se hunde un barco con 50 personas adentro y se salvan algunos, el activista va a aparecer en las noticias diciéndole a todo el mundo ‘sientan tristeza’ o ‘emocionémonos por los que lo lograron’. El humorista se va a sentar y va a decir: ‘Mira, qué raro, todos los que se salvaron son calvos’”, sonríe.

“Me gozo mucho el stand-up que me deja comunicar un chingo de cosas, sin meterse al documental biopic triste”, concluye Ophelia. “Yo me río de los roles de género en particular, porque es de idiotas, por mil y un motivos. Ir a un lugar donde la gente que va no suele pararse a hablar de la diversidad, y decir: ‘Hola, soy trans’. Y ver ojitos de venado en el público. Me fortalece mucho que la gente se oponga, porque me da mucho material. Me da mucha risa todo”.

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