Wachibal Q’ijil / Las Caras del Tiempo / Humberto Ak’abal
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La Filgua 2019 está dedicada a Humberto Ak´abal, y aunque es un gran reconocimiento, aún nos quedan muchos más para uno de los poetas más universales y brillantes de esta Mesoamérica del fuego. En esta reseña otro gran poeta maya, Sabino Esteban, recorre la sensibilidad y universo del maestro momosteco, compartiendo, no solo una lectura del libro, sino también una generosa introducción al pensamiento mesoamericano.


La poesía de Humberto Ak’abal es la representación de un mundo en el que nada existe por separado, en el que todo está interrelacionado y en constante comunicación. Un mundo en el que los seres humanos somos transitorios, sucesivos, diversos y nos complementamos en el micro y macro espacio, bajo la energía del equilibrio.

Fresca, profunda y transparente como el agua en el que nos vemos reflejados,  así es la poesía de Ak’abal. Una especie de combinación justa y precisa entre: musicalidad del idioma k’iche’, experimentación formal (onomatopoesía, poesía gestual), oralitura y espiritualidad. Un ritmo original que nos conecta con el movimiento circular del tiempo, con el canto de los pájaros, el soplo del viento, el crepitar de una llama de ocote en la oscuridad; sus versos quedan resonando en nuestra conciencia como una melodía ancestral, auténtica y cotidiana.

El poemario Wachibal Q’ijil/Las Caras del Tiempo de Humberto Ak’abal, es una muestra de que la poesía está destinada a permanecer entre nosotros, a traspasar cualquier frontera y a borrar los límites de la imaginación. Contiene alrededor de cien poemas, breves en su estructura,  pero capaces de llevarnos a reflexiones profundas sobre la vida, la muerte, el amor, el dolor, el miedo, la memoria y los bosques que nos hablan a diario.  Aquí el lenguaje poético nos demuestra la complementariedad existente entre dos tiempos en un mismo rostro: el de la memoria ancestral y el tiempo de lo actual. Por momentos los poemas se vuelven puentes que nos facilitan el entendimiento de las dimensiones duales: luz-oscuridad, sonido-silencio,  vida-muerte, despierto-dormido, recuerdo-olvido y soledad-compañía.

Existe un sentido incluyente en la poesía de Ak’abal: “Si alguien nace / ciego, sordo, cojo, manco o mudo; / es apreciado y hasta envidiado, / los abuelos dicen que / un defecto no es una casualidad, / ni una maldición, / sino una seña que lo / distingue de los demás (…) y solo se espera el día / cuando se manifieste / y dé a conocer para qué / ha sido enviado”. Se trata de un poeta que vivió consciente de que la unidad natural y cósmica existe por la diversidad de sus elementos, y que cada elemento tiene un valor y una razón de existir.

Los cantos se reparten entre las ramas / los plumajes sobresalen entre las hojas (…) / Fieles al calendario del tiempo / no llegan antes ni después”. La naturaleza y el tiempo se expresan a través de la poesía de Ak’abal, lo que hace de ella una poesía del sentir y del presentir dentro de un mundo interconectado.

El vacío que deja un árbol derribado, / es una tumba para el que morirá de sed”. La voz de Humberto Ak’abal  también es presagio en estos tiempos en que la humanidad vive como si el planeta le perteneciera únicamente a ella y no ella al planeta,  “como si solo nuestro dolor tuviera lugar en el mundo”, como si los daños que le ocasionamos al planeta no tuvieran repercusiones en la vida actual y en la vida venidera.

Ak’abal encontró en la lengua de la historia  la palabra necesaria,  para decirnos: “no permitan que el ayer se vaya lejos”. Es la voz del poeta  que constantemente visitaba sus ayeres, para no sentirse desorientado; lo que sin duda alguna le ayudó a crear una poesía original, mediante la cual nos invita a aprender del pasado para no cometer los mismos errores. Su poesía es una revelación del rostro de la ruralidad, habitada por una población empobrecida “Por eso / cada vez que se abre una rendija / yo aprovecho para gritar / ¡aquí estooooooyyy!”, le canta a la vida desde un espacio marginal. De manera honesta, el poeta mosmosteco nos muestra la esencia del amor en pareja a la vez que nos revela el amor en su sentido más amplio: el amor a la tierra, a la gente trabajadora, a la cultura,  al entorno natural, etc. Existe una explicación que los abuelos mayas le dan a algunos fenómenos que se manifiestan más allá de la lógica y de la razón. En vez de entrar en pánico, buscaron una manera de interpretar los espantos y de convivir con ellos. Con base en ello, Ak’abal desarrolló su capacidad de poetizar el miedo. El miedo como parte de la tradición y de la cotidianidad, distinto al terror impuesto desde afuera. Los espantos familiares: energías agradables que tienen formas y sonidos cotidianos, distintos  a los fantasmas que nos infunden terror en  la actualidad.

Mi corazón se duele hasta el llanto / no duermo pensando en el día / cuando finalmente podamos cantar / la canción de la tierra / sin que vuelvan a sangrar las cicatrices”.  El sentimiento-pensamiento de Humberto Ak’abal pertenece a un sentimiento-pensamiento colectivo. Es por eso que su poesía es una especie de registro de la cotidianidad de su pueblo, donde el tiempo tiene rostro, le da nombre  a las personas, explica y mejora su temperamento y determina la conveniencia o inconveniencia de realizar determinadas actividades. En esta poesía en vez de envejecer,  las cosas se renuevan, cambian de color sin perder su  durabilidad y su esencia.  En ella el poeta guardó una cadena de  señales de la naturaleza, experiencias, recuerdos, luces, fragancias, trinos, melodías…

Antes de su muerte, Humberto Ak’abal dejó preparado  Wachibal Q’ijil/Las Caras del Tiempo, recién publicado por Editorial Piedra Santa. Una obra en la que el poeta nos ofrece, humildemente, el zumo de su calidad poética,  el zumo de su corazón moreno como la tierra que lo vio nacer y crecer,  y de la que extrajo su voz inconfundible.

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