Colonialismo y revolución / Carlos Guzmán Böckler
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Gracias a Catafixia Editorial publicamos acá el prólogo que el intelectual quiché Rigoberto Quemé Chay elaboró para la nueva edición de Colonialismo y revolución de Guzmán Böckler, uno de los grandes intelectuales que Guatemala ha dado a Latinoamérica. Del contexto histórico y social que don Rigoberto plantea en este prólogo se abre una lectura reveladora en Colonialismo y revolución hacia las raíces profundas de nuestro pensamiento, de nuestros conflictos, pero también de maneras de distintas de imaginar soluciones.


Me siento honrado de escribir las consideraciones previas a esta edición, la cual se da en un contexto social, político y cultural muy complejo y complicado para Guatemala. Al mismo tiempo, me inquieta escribir algo acorde a la enorme dimensión de la vida, pensamiento y obra de don Carlitos, como siempre lo conocimos desde aproximadamente 1980.

Colonialismo y revolución está en el centro de la más importante producción intelectual del autor, que se inicia con el libro Guatemala: una interpretación histórico-social–en coautoría con Jean-Loup Herbert– y culmina con Donde enmudecen las conciencias, abarcando su aparecimiento público las tres últimas décadas del siglo XX. Tramo de tiempo que coincide con lo más álgido del conflicto armado, del genocidio hacia los pueblos indígenas, la negociación de la paz, la implantación del neoliberalismo y desemboca de nuevo –en los inicios del siglo XXI– en la angustia de entender que el colonialismo de siglos aún permanece. En una edición conmemorativa de su primer libro, Guzmán Böckler afirmó: “Hace 25 años se escribió este libro, a la fecha no se ven mayores cambios en la sociedad, la situación de los Mayas de hoy, se ve casi de igual manera, como cuando se redactó este libro1.

Colonialismo y revolución fue publicado hace 45 años (1974) y su importancia se manifiesta en el esfuerzo de Catafixia Editorial al reeditarlo, pero aún más importante es que la sociedad contemporánea, los centros de estudio y las organizaciones sociales y comunitarias lo conozcan, estudien y comprendan la riqueza de aportes explicativos de la realidad colonial del país. De pronto algunos elementos conceptuales han cambiado en estos 45 años, pero la esencia de la reflexión sociológica se mantiene para entendernos como una sociedad diversa que avanza dando círculos, avanzando poco, retrocediendo mucho y empezando con ilusiones de nuevo.

Dada la magnitud de los aportes contenidos en el libro y las limitantes normales del prólogo, estas líneas se enfocarán en tres aspectos: el periodo histórico en que se escribe y aparece el libro; el autor y su pensamiento, y el contexto social y político del pueblo maya; elementos que guardan relación directa con el contenido.

 

Contexto temporal y político en el que surge este libro

La década iniciada en 1970 arrastraba los efectos de hechos significativos acaecidos en la década anterior –como el surgimiento de la guerrilla– y que marcaron los sucesos trágicos de la década de 1980, cuando se incrementó la violencia contra los pueblos indígenas, en lo que se ha tipificado como genocidio.

Situarse en el lugar de Guzmán Böckler y conocer sus hondas motivaciones y conocimientos es imposible, pero sí se puede asegurar la gran imaginación sociológica que vertió en el libro, porque en su densidad teórica y empírica encontramos el reflejo de la complejidad del momento y la predicción de sus aportes a los que, frecuentemente, la realidad y la historia les dan validez.

Lo importante es señalar que ese periodo temporal, salvando distancias y particularidades, se replica o mantiene de forma continuada, ya que Guatemala pareciera no cambiar a pesar de los cambios políticos y económicos impulsados por las élites de poder. Es justamente ahí donde el autor nos orienta con su pensamiento para comprender esa persistencia colonial.

El surgimiento del movimiento guerrillero, lo define en su origen como “(…) de la clase ladina y, en el interior de ésta, en la burguesía de servidumbre y la pequeña burguesía ladina urbana y rural, así como en el proletariado ladino urbano y rural y en el semiproletariado ladino urbano y rural” (p. 240), aparte de que sus impulsores principales son militares y la región donde surge es el oriente del país. Las causas sociales que justificaron el levantamiento, para variar, son la pobreza y una realidad sin salida aparente, provocadora de fuerte desempleo, corrientes migratorias, agresividad abierta y frustración generalizada.

El problema que señala Guzmán Böckler, es que la guerrilla “(…) no logró politizarlos en un tiempo prudencial y ello le acarreó una ola de traiciones que costó la vida de muchos militantes” (p. 241). Así fue más fácil la arremetida del ejército, apoyado por consejeros norteamericanos. Debido a ello, es que el autor concluye al respecto que “(…) la verdadera fuerza combativa que puede avivar una revolución está en el campesinado “indígena mayoritario” y asentado en las otras regiones del país”. El problema, dice, es cómo salvar el tremendo abismo que “cuatrocientos cincuenta años han abierto entre ladinos e “indios” (sic).

Y algo que puede aplicarse a la época actual, donde el fracaso político electoral puso en evidencia las profundas pugnas entre las dirigencias de la izquierda, movimientos sociales progresistas y organizaciones indígenas, es la falta de comprensión de parte del “ladino” de que “(…) en cualquier empresa que emprenda conjuntamente con “indios”, el mando de la misma no le corresponde a él como “natural”… Éste es, justamente, uno de los casos que ponen de manifiesto en qué medida el tiempo largo del “indio” no encaja con el tiempo corto del ladino, sobre todo cuando éste quiere deshacer en pocos años lo que sus antecesores han fortalecido durante siglos” (p. 242).

En el libro, el autor analiza al ejército en el contexto del colonialismo que propone como enfoque de la realidad social. Dice que “(…) los ladinos en proceso de desalienación y que luchan por reestructurar la sociedad, deben entender que se debe quebrar el régimen de lati-minifundio y los poderes que lo acompañan, en el frente interno, y en tanto no se arremeta contra el imperialismo norteamericano, en el frente externo, la situación colonial persistirá” (p. 243). Sin embargo, el problema son los diferentes intereses dentro de la izquierda guatemalteca que, desde 1962, se hicieron evidentes en la conformación de las distintas fuerzas “subversivas”, que tenían orígenes disímiles, concepciones diferentes acerca de la proyección y objetivos de la lucha armada revolucionaria, y ninguna noción estratégica, apunta con base en la obra Turcios Lima, publicada en La Habana, Cuba, en 1968.

Sus contradicciones eran tan fuertes que, en 1966, el PGT apoyó la propuesta del llamado “tercer gobierno de la Revolución” encabezado por Julio César Méndez Montenegro, el cual pudo “gobernar” por el pacto convenido con el ejército “(…) que se reservaba el poder efectivo a cambio de dejarlo completar el periodo presidencial” (p. 245).

En apoyo a lo aseverado por Guzmán Böckler, en la Biografía política de Guatemala2, se incluye el texto del Pacto secreto de 1966, firmado por todos los militares, desde el Ministro de la Defensa hasta los comandantes de los cuarteles, donde garantizan entregar el poder público al ganador de las elecciones y también la permanencia de dichas personas en el ejercicio de sus cargos durante el periodo constitucional, siempre que no promuevan actividades comunistas, individuales o colectivas; que sigan combatiendo a los grupos subversivos, prohibiendo cualquier acuerdo o pacto con ellos, salvo que se rindan; además de respetar los bienes de todos los funcionarios civiles y militares del actual régimen y sus familiares.

En ese sentido, el ejército se evidencia como el verdadero poder, el intérprete de la Constitución y por ello el gobierno debe obligadamente firmar ese “convenio” o no gobernar. El carácter predictivo de Guzmán Böckler en el libro se ha puesto a prueba: el tutelaje político sobre pueblos indígenas, las divisiones y derechizaciones de la izquierda y el peso del ejército en el Estado y la sociedad, siguen inamovibles y contundentes.

 

El autor

Guzmán Bóckler es ladino/mestizo del oriente del país, que desde su profesión de sociólogo se desprende de las concepciones y posiciones lineales vigentes en el país con la dualidad izquierda-derecha, lo cual le permite romper esquemas de interpretación de la realidad guatemalteca, que se habían reducido tradicionalmente a la aplicación de conceptos, teorías y metodologías desde el marxismo o desde el liberalismo, las cuales, hasta hace poco, se consideraban parte del pensamiento único y hegemónico de la civilización occidental. No se puede decir que el pensamiento del autor sea el origen de toda la epistemología descolonizadora actual, especialmente en América Latina, pero coincide significativamente en el actual planteamiento de que otras ciencias, otras epistemologías u otros mundos son posibles.

Darle un lugar en la ciencia universal al “otro”, al salvaje, al infiel, al indio, al ignorante, por ser eso; al explotado, al negado, al enemigo interno y reivindicar otras cosmovisiones, prácticas y saberes, es el legado del autor que, en el marco de un pensamiento amplio, profundo, crítico, rebelde, contrahegemónico y alternativo devela las raíces y frutos del colonialismo interno y externo, así como su permanencia histórica.

No situarse en la línea de polarización teórica y política imperante, ser de otra dimensión científica, utilizar de manera diferente métodos, conceptos y técnicas de la investigación, provocó planteamientos diferentes y alternativos que enriquecen la ciencia y el conocimiento de la diversidad guatemalteca e inspiran en diferentes momentos las luchas y posiciones reivindicativas de los pueblos indígenas, que a partir de 1970 empiezan a consolidar el concepto político de pueblo Maya. Negar que Guzmán Böckler influyó en esa dinámica es injusto. Muchos crecimos intelectual, social y políticamente inspirados en las ideas de don Carlitos.

Esa autodeterminación científica, le acarreó problemas, enemigos y exclusiones tanto de la izquierda como de la derecha, sumándose algunos críticos indígenas que han negado sus aportes para la comprensión de la realidad indígena y su lucha organizativa con sentido y pertinencia. Él lo sabía, al anotar en el libro la siguiente frase lapidaria y certera: “Las limitaciones del análisis de la sociedad guatemalteca corresponden a la situación de asfixia intelectual y moral a que ha estado sujeta la población de Guatemala durante cuatro siglos y medio, asfixia que se ha agudizado tremendamente en los últimos años”.

Su vasto conocimiento se plasmó en su obra de manera intensa, algunas veces complicada, en una construcción discursiva plena de conceptos y de coherencia, a pesar de ser el maestro de las digresiones, las cuales eran otros discursos amplios y fundamentados. En sus conferencias, el tiempo resultaba corto y los aportes enormes, dichos en un lenguaje excesivamente crítico que, sin ser mordaz, conmovía.

Algo que resulta a primera vista no científico es la predicción, por su carácter no demostrable, salvo que al paso del tiempo se compruebe lo aseverado en el pasado. El autor en este libro, a partir del análisis y estudio de la realidad, plasmó muchas proposiciones que a 45 años de distancia resultan verdaderas o muy cercanas a lo que los pueblos indígenas en su relación con el Estado colonial siguen viviendo. Por eso su pensamiento resulta perdurable.

 

Los pueblos indígenas

En cuanto a los pueblos indígenas, el contexto en que aparece el libro, marca acciones y propuestas interesantes e importantes, producto de la reivindicación permanente de los pueblos ante el Estado y el colonialismo, el desarrollo individual y colectivo alcanzado

por algunos estratos indígenas y la teorización aportada por Guzmán Böckler y otros autores, incluyendo incipientes pensadores indígenas. Los siguientes son algunos de esos hitos desde los pueblos en esa época.

 

Réplica del indio a una disertación ladina3

Esta pieza de 1972, escrita por Antonio Pop Caal, plantea que la discriminación racial es un hecho ideológico en la sociedad guatemalteca y que se reproduce en la superestructura “que nace desde la conquista española y la colonia, donde se establece un proceso de dominación integral (política, administrativa, religiosa, cultural)”. Pop Caal señala que “Guatemala, como ficción política creada por el ladino, es un país de mayoría indígena cuya población, a pesar de los censos, va en progresivo crecimiento, no sólo en el aspecto biológico, sino sobre todo en la toma de conciencia de su identidad”.

 

Frente Indígena Nacional, FIN4

Entre los planteamientos políticos del partido Frente Indígena Nacional, FIN, conocido como el Frente de Integración Nacional o PATINAMIT, que se formó a finales de la década de 1970 en el centro del país, y que tuvo una corta vida, se puede observar su propuesta de cambio total del Estado de Guatemala, proponiendo en ese momento el pensamiento indio como una nueva forma de hacer política. La propuesta central del FIN era llegar al gobierno para desde allí transformar el Estado y la Nación guatemalteca desde la lógica de una estructura material e ideológica indígena.

 

Guatemala, de la República Burguesa Centralista a la República Federal5

Este documento mimeografiado de 1978, elaborado por el Movimiento Tojil, manifiesta que Guatemala no es una nación sino una sociedad, que sólo es una colectividad institucionalizada que se mantiene unificada por la fuerza coercitiva de las instituciones estatales, ya que sus habitantes no comparten ni participan de la misma historia o cultura. Manifiesta que en el seno de Guatemala coexiste una pluralidad de naciones entre las que se encuentran las naciones tradicionales, cuya autonomía y evolución histórica fue obstaculizada por el hecho colonial y una nación surgida por y en el hecho colonial, pero que no se asume como tal, que es la nacionalidad ladina dominante. Argumenta que la comunidad ladina, es una “nación” sin conciencia nacional.

 

Réquiem por los homenajes a la Raza Maya6

Documento anónimo de 1978, que a través del concepto de Pueblo o Nación indígena, en el ejercicio de su derecho de autodeterminación, reclama reconocimiento a su soberanía dentro del Estado guatemalteco y propone un tipo de asociación con referente territorial en condiciones de igualdad con los ladinos. En esta propuesta la autonomía implica autogobierno. También reconoce a los ladinos como hermanos, pero como los que realizan homenajes, conmemoraciones, festivales, en nombre o a favor del indígena. El documento plantea que el folclorismo está condenado al fracaso porque sirve a los intereses del imperialismo mediante la esterilización y la fijación de las herencias culturales de los pueblos indígenas, mientras que los indígenas que sobrevivieron mantienen herencias culturales activas en las comunidades, que son innovadoras y creadoras, según la continuidad histórica interna.

 

Declaración de Iximché7

La declaración presenta un recorrido histórico e inicia con la denuncia: “más de cuatro siglos de discriminación, negación, represión, explotación y masacres hechas por los invasores y continuadas hasta la fecha por sus más salvajes y criminales descendientes”. Y advierte de la llegada de militares somocistas, a partir de 1975, a la Franja Transversal del Norte –FTN–, región rica en minerales como níquel, petróleo, madera y tierra fértil para la ganadería. Presenta un recuento de las rebeliones más importantes: Chiapas en 1708, mam de Ixtahuacán en 1743, Santa Lucía Utatlán en 1760, kaqchikel de Tecpán en 1764, q’eqchi’

de Cobán en 1770, San Martín Cuchumatanes, Santiago Momostenango, San Miguel Ixtahuacán en 1813, Atanasio Tzul en 1820, Jumay en 1838, Ixtahuacán en 1839, q’anjob’al en San Juan Ixcoy en 1898, k’iche’ en Totonicapán en 1905, Patzicia, Xujuyú en 1971.

 

***

Lo que pretendo señalar con lo anterior es la densidad de análisis, propuestas y enfoques de la realidad colonial de Guatemala que empatan, se alinean o se articulan al contenido del libro Colonialismo y revolución. Posterior a ese tramo de tiempo, viene lo más álgido y trágico de la represión que afectó más a los pueblos indígenas por el racismo colonial, planteado por Guzmán Böckler y otros pensadores posteriores. Racismo eterno que aún hunde sus raíces en las relaciones sociales de toda la población.

El apoyo norteamericano al Estado colonial, en ese periodo, continúa hasta la fecha y, como lo describe el autor, con acción cívica del ejército en 240 comunidades, para atender algunas necesidades materiales como alimentos, salud y recreación, donde se pensaba que podía haber brotes guerrilleros, por lo que, aparte de la precaria ayuda, se obtenía “información”. El programa de Desarrollo Socio-Educativo Rural, Desarrollo de la comunidad, los comisionados militares, el Programa de Seguridad Pública (AID) y otros posteriores que pueden situarse como los orígenes de programas actuales como el Plan Puebla-Panamá y la Alianza para la Prosperidad, son lo que en palabras de Guzmán Böckler ha sido “(…) la forma en que el colonizador externo ha intentado y sigue intentando apuntalar el régimen de lati-minifundio en beneficio del colonizador interno. O, si se quiere decir de otra manera, sin alterar el sentido de la frase, éste es el precio que los gobiernos de Guatemala, vale decir, la burguesía agroexportadora, la pequeña burguesía ladina y la burguesía de servidumbre reciben a cambio de la entrega del país, lo cual implica el mantenimiento de sus privilegios” (p. 250).

Para finalizar, y ante el aparente debilitamiento de las energías políticas de los pueblos indígenas a partir de 1985, cuando hubo un surgimiento explosivo de organizaciones no gubernamentales que mediatizaron el pensamiento y la acción de lucha concreta, y ante la utilización de las acciones multiculturales y asistencialistas del Estado colonial, cobra validez lo planteado por Guzmán Böckler al escribir que la intención es impedir “(…) la visión de conjunto de la problemática campesina al nivel de la sociedad global, sin perjuicio de intentar también la neutralización de la población a través de pequeñas dádivas y de obtener información. A pesar de ello, sin ánimo pesimista y con convicción académica y política, plantea un aliento de esperanza al afirmar de que “en medio de terribles y angustiosas contradicciones, el zigzagueante camino de la descolonización de Guatemala ya ha sido emprendido; y, en su esencia, es irreversible… Significa la quiebra de todas las ideologías colonialistas y, especialmente, el racismo… (y que) … las ideologías occidentales son insuficientes para enfrentar el futuro… únicamente a través de una acción libertadora global podrán surgir las que conduzcan a una efectiva descolonización”.

Por lo anterior y por mucho más la aparición de esta nueva edición del libro Colonialismo y revolución no sólo es un homenaje y un reconocimiento a Carlos Guzmán Böckler: también es una acción descolonizadora.

 

Quetzaltenango, junio de 2019.

 

Notas:

1Guzmán Böckler, Carlos. Guatemala: una interpretación histórico-social. Sexta edición. Editorial Cholsamaj, Guatemala, 1995.

2Villagrán Kramer, Francisco. Biografía política de Guatemala. Los pactos políticos de 1944-1970. Segunda edición. FLACSO, Guatemala, 1993.

3El documento fue escrito por Antonio Pop Caal en 1972 y fue publicado en 1979. Véase Guillermo Bonfil Batalla (comp.), Utopía y revolución. El pensamiento político contemporáneo de los Indios de América Latina, México, Nueva Imagen Editorial, 1981.

4Véase Charles Hale, 2006.

5Manuscrito de 1978, del Movimiento Tojil, sin datos de sus autores. Fue elaborado en la clandestinidad y circuló de igual forma. Más tarde fue publicado por el Centro de Estudios Integrados de Desarrollo Comunal, CEIDEC, Guatemala. Seminario sobre la realidad étnica, Vol.II, México, Editorial Praxis, 1990.

6Publicado en Guillermo Bonfil Batalla (comp.), op. cit.

7El 14 de febrero de 1980, miembros del Comité de Unidad Campesina, CUC, se reunieron en las ruinas de Iximché, capital del reino kaqchikel, desde donde emitieron la Declaración de Iximché, en la que denunciaron la quema de campesinos en la Embajada de España, el 31 de enero de ese año, en que fueron quemadas vivas 37 personas por las fuerzas de seguridad. Asimismo, denunciaron la continuidad de la discriminación, la represión y las masacres en contra de los pueblos indígenas.

 

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