A Gregoria Flores su papá le dijo cuando era niña: “Alguien lo tiene que hacer” y esa frase, que repite casi como un mantra, la ha acompañado desde entonces.
Este es un episodio de podcast. Para escucharlo, dale play al enlace de abajo.
Si quieres leer la transcripción de este episodio, la dejamos aquí.
Narradora: En un apartamento de tres cuartos, al sur del Bronx, en Nueva York, Gregoria Flores terminaba de alistar sus cosas para salir a una cita médica. Era 2013. Tenía 45 años.
Revisó sus papeles, recogió llaves, teléfono y cartera. Metió todo en el bolso. Se puso abrigo y zapatos y salió por la puerta. Al llegar a la calle, se encontró con tres personas con sus hijos. La estaban esperando.
Gregoria Flores: Me dicen: tía Goy, la andamos buscando porque nos dijeron que usted vivía en esta área y que por aquí la podíamos encontrar.
Narradora: Una mujer se arremangó el pantalón.
Gregoria Flores: Levantó su pantalón y me mostró que tenía un grillete en el tobillo. Y me dice: “Yo tengo este grillete y no sé por qué lo tengo, yo no acepté que me lo pusieran. Y tengo este folder de papeles”. Ella andaba un folder amarillo lleno de los documentos que le había dado el agente de inmigración después de entrevistarle en la frontera.
Narradora: No sabían qué hacer con los papeles. Estaban en inglés, no entendían una palabra y tampoco conocían a alguien se los pudiera traducir. Gregoria abrió el fólder, leyó por encima los documentos y rápido entendió que esas personas podían solicitar asilo en Estados Unidos.
Pero solos no iban a poder. Alguien tendría que ayudarlos. Alguien tendría que hacerlo. Ese día Gregoria no llegó a su cita médica.
Soy Carmen Quintela, periodista y editora de Ocote, y en este episodio de Las Recias iremos a Nueva York, al sur del Bronx, uno de los distritos de la ciudad con casi un millón y medio de habitantes. Más de la mitad, latinos e hispanos. Pero también viajaremos a Triunfo de la Cruz, una comunidad garífuna al norte de Honduras, bañada por las aguas del Caribe y con una historia de resistencia y de lucha por el territorio. Hoy, en Las Recias, conocerás a Gregoria Flores.
Narradora: Gregoria llega apurada a la entrevista. El calor pegajoso de finales de julio en Nueva York la sofoca. Se coloca los lentes, busca sus llaves en un gran bolso negro y se disculpa mientras se acerca a la entrada de un edificio de ladrillo. Abre la puerta metálica bajo un toldo con las palabras Evangelical Garífuna Church.
Se quita el turbante que cubre su cabeza, enciende un ventilador que más tarde apagará y coloca un par de sillas plásticas a la par de una mesa. Se prepara para viajar con la mente a Honduras, a 3,069 kilómetros de donde estamos ahora.
Gregoria Flores: Yeah, mi nombre es Gregoria Flores, soy garífuna, vivo aquí en los Estados Unidos de Norteamérica hace aproximadamente 16 años. Soy de la comunidad Triunfo de la Cruz. Actualmente estamos aquí en el center de la iglesia garífuna de Brook avenue…
Narradora: Gregoria nació hace 56 años en Triunfo de la Cruz, una comunidad que ahora, según las proyecciones de población del Instituto Nacional de Estadísticas de Honduras, tiene entre 8 mil y 10 mil habitantes. Su padre, Nicolás, creció en Belice y cuando era joven se fue a trabajar a Tela, a una de las fincas bananeras de la Standard Fruit Company.
Gregoria Flores: Entonces él trabaja de enfermero y por ahí conoce a mi mami, entonces se casan y empiezan los hijos.
Narradora: Gregoria fue la cuarta de los siete hijos que tuvieron Nicolás y Martina. Cuando todavía era una niña, tuvo que hacerse cargo de sus hermanos más pequeños y de sus sobrinos.
Gregoria Flores: Mis hermanos, cuando empezaron a aventurar, yo me fui quedando con los niños, con mi mamá… So yo los ayudé a crecer a sus hijos. Estamos hablando mucha gente. Estamos hablando de Danelia, Keneth, Mabel, Selene, Dennis, que es la biológica…
Narradora: Gregoria estaba de acuerdo con esta tarea.
Gregoria Flores: Soy mami Goy desde que tenía nueve años para mis sobrinos y sigo siendo mami Goy para ellos donde quiera que están.
Narradora: Además, también cuidaba de su mamá, que había vivido buena parte de su vida en silla de ruedas. Desde que le diagnosticaron polio a los cinco años.
Cuando tenía unos 10 años, Gregoria empezó a darse cuenta de que en Triunfo de la Cruz pasaba algo.
Gregoria Flores: Había personas que llegaban a la comunidad enfermos, no tenían dónde vivir, so yo me ponía a buscar espacio para ellos en la comunidad para que alguien les diera dónde vivir.
Narradora: Su mamá la regañaba porque Gregoria dejaba de hacer las cosas de la casa por atender a esas personas. Pero su papá no.
Gregoria Flores: Mi papi le dijo: “Yo no voy a castigar a mi hija por esto, por cosas que creo que no estén malas. Lo que ella está haciendo es algo que alguien tiene que hacer”.
Narradora: Esas palabras. Ese “alguien tiene que hacerlo” se quedarían grabadas a fuego para Gregoria.
Y entonces, llegó el conflicto de tierras.
Triunfo de la Cruz es una comunidad pequeña, de menos de cuatro kilómetros cuadrados. Pero con muchos atractivos. Tiene más de tres kilómetros de costa de playa de aguas cristalinas, directa al Caribe. Lagunas, manglares y, a una media hora a pie, el Parque Nacional Jeannette Kawas. Todo esto la hace muy atractiva para proyectos turísticos.
Con 19 años, Gregoria trabajaba como promotora de salud. Un día fue invitada a una reunión en la alcaldía municipal de Tela, para hablar del cólera.
Gregoria Flores: Entró el presidente del Banco Central y empezó a hablar sobre un plan que se tenía, de desarrollo del Atlántico, y que era un proyecto había sido gestado desde los años 30 y que ese proyecto se llamaba Tornasal y era para desarrollar con turismo todas las áreas de las comunidades.
Narradora: En esa reunión, Gregoria se levantó.
Gregoria Flores: Y luego se entró a preguntas y respuestas y yo le pregunté: “¿Por qué usted no menciona a las comunidades garífunas en las partes beneficiarias, en la participación directa en el proyecto?” Y me dice: “Las comunidades garífunas van a poder participar si dan dinero, porque ni siquiera la tierra donde están es de ustedes, so vamos a tener que sacarlos para desarrollar el proyecto”.
Narradora: De regreso en Triunfo de la Cruz, Gregoria habló con los líderes de la comunidad. Los organizó y les advirtió: lo que venía no pintaba muy bien.
Gregoria Flores: Así empezó el proceso de la lucha del territorio del Triunfo de la Cruz. Al principio nos decían “los cinco pelones y una dama”, porque yo era la única mujer entre cinco hombres.
Narradora: El grupo buscó respuestas sobre la comunidad.
Gregoria Flores: En ese momento, cuando hacemos la investigación, nos damos cuenta de que el Gobierno, a partir del Instituto Geográfico Nacional, le había documentado esas tierras que teníamos en garantía de ocupación a la alcaldía municipal de Tela, so tenían toda la autoridad de vender nuestro territorio y habían empezado a vender el territorio de la comunidad sin que nos diéramos cuenta, sin que fuésemos informados.
Narradora: La comunidad de Triunfo de la Cruz tenía un título de propiedad colectiva. Un área en el municipio de Tela que el Estado le había adjudicado en garantía de ocupación en 1979. Al ver que esto podía cambiar, decidieron organizarse.
Gregoria Flores: Ahí se creó el Comité de defensa de tierras y territorios del Triunfo de la Cruz.
Narradora:A Gregoria la nombraron fiscal del comité. Después, lideró la OFRANEH, la Organización Fraternal Negra Hondureña, una agrupación creada en 1978, que representa al pueblo garífuna en Honduras.
Gregoria Flores: Porque hicimos cambios con mi llegada a la OFRANEH, estaba siendo dirigida por hombres. Yo soy la primera mujer presidenta de OFRANEH, so, imagínate lo que significó eso para los machistas garífunas, para los hombres garífunas que son bien machos.
Narradora: En ese tiempo, también empezaron las intimidaciones, las amenazas. Los bloqueos a la señal de la radio que habían creado. Las palizas, las detenciones. Los secuestros, las desapariciones. Los asesinatos. Todos denunciados.
Gregoria Flores: Tuvimos que conocer todo el sistema jurídico a nivel de Honduras, porque lo tuvimos que caminar paso a paso, palmo por palmo, juez tras juez, policía tras policía, investigadores tras investigadores que nunca investigaron nada. Nos mataron a Jorge, nos mataron a Jesús Alvarez, nos mataron a un primo de ellos, Zacarías, también. Nos mataron a un niño que estaba…
Narradora: Luego capturaron a Alfredo. Alfredo López era vicepresidente de la OFRANEH. El 27 de abril de 1997, la Policía le acusó de viajar en un carro que, decían, llevaba cocaína.
En el 2000, tres años más tarde de su detención, un juzgado lo condenó a quince años de prisión por posesión de drogas. Desde que detuvieron a Alfredo, Gregoria se movió para sacarlo de la cárcel. En 2001, la Corte de Apelaciones declaró la nulidad de la sentencia, pero no liberaron a Alfredo.
Gregoria Flores: Una de las pocas veces que fui a la cárcel le dije: “Mira, yo no voy a regresar aquí. El día que yo regrese es para sacarte, para llevarte conmigo”. Porque yo sentía una situación con Alfredo. Yo me sentía presa con él.
Narradora: Gregoria, Alfredo y su esposa presentaron recursos para que lo dejaran libre, pero ninguno prosperó. Así que se fueron a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
Gregoria Flores: Cubrimos todo lo que es el sistema jurídico nacional de Honduras, vinimos a poner la primera queja a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, que tampoco entendían quiénes realmente éramos nosotros, porque somos afroindíngenas, entonces decían: “No son indígenas, ustedes son afros y nosotros no litigamos casos de los afros”. Ya nos tuvimos que aprender el sistema jurídico nacional Tuvimos que aprender, cancharse en el sistema interamericano. Hubo que entrar unos días en la Universidad de Derecho de las Américas de Washington.
Narradora: En 2003 un juzgado de Tela dejó en libertad a Alfredo. Fueron seis años y cuatro meses los que estuvo preso sin ser culpable. Gregoria lideró el caso de Alfredo y muchos más en la comunidad. En 2006, logró que la CIDH reconociera que el Estado de Honduras había violado la Convención Americana de Derechos Humanos al no haberle dado el título de propiedad colectiva a la comunidad de Triunfo de la Cruz.
Ella fue quien animó a los miembros de la comunidad, quien les enseñó de leyes. Edgardo Benedith era uno de los integrantes del comité.
Edgardo Benedith: Gregoria para nosotros significaba como nuestra reina, pues, nuestra jefa. Una persona con mucho conocimiento y que de alguna manera u otra nos ha ilustrado bastante. Nos ha hecho despertarnos en nuestros derechos.
Narradora: Edgardo dice que Gregoria no solo lideró esa lucha, también plantó semillas para que no se detuviera.
Edgardo Benedith: Sin duda alguna, por eso se conserva todavía la tierra de las comunidades, de esa oposición férrea y de lo que ella preparó varios líderes para que siguieran con la lucha.
Narradora: Mientras peleaba estos casos en la CIDH, Gregoria apoyó a la creación de comités de defensa territoriales en las demás comunidades garífunas de Honduras, fue coordinadora de la confederación de pueblos autóctonos de Honduras, la CONPA, y asesora del Consejo Indígena Centroamericano. Y mientras, en casa, cuidaba de sus hijos y de su mamá.
Gregoria Flores: Increíble, no sé cómo lo hice, I don’t know. No tengo ni idea cómo fue que pudimos salir bien con todas las cosas. La misericordia de Dios, ¿verdad?
Narradora: En esos años, también llegaron las amenazas contra ella.
Gregoria Flores:En la escuela empezaron a decirles a mis cipotes: “¿Ustedes se dan cuenta de toda la gente que murió? Falta la mamá de ustedes”. Amenazaban a mi mamá, sentada en su silla de ruedas en el corredor de la casa y le decían: “¿Cómo no te das cuenta que te van a matar a tu hija? Te la van a matar, falta ella”.
Narradora: Algunas amenazas se quedaron en eso. En avisos para meterle miedo a Gregoria y a su familia. Otras terminaron por cumplirse.
***
Gregoria Flores: Fue en mayo, 30, del 2005, que sufrí un atentado. Policías me hicieron un atentado, dispararon al carro, me hirieron. Todavía tengo por aquí las marcas del amor. Yo digo que son las marcas del amor porque sobreviví. Aquí en el pecho. De esos disparos que le llaman “mata policía”, de esos que son de fragmentación masiva. Toda mi cara, todo mi pecho estaba ensangrentado.
Narradora: Gregoria iba en su auto, con uno de los abogados que les apoyaba en el caso de Alfredo. Viajaban de La Ceiba a Triunfo de la Cruz. Pararon a repostar gasolina y un hombre, que después sería identificado como el guardia de seguridad de la gasolinera, disparó a Gregoria en el brazo.
Gregoria no quería irse de Triunfo de la Cruz, pero las amenazas continuaron. La presión era tan fuerte, que a finales de ese año, en diciembre de 2005, supo que tenía que marcharse.
Gregoria Flores: También tenía que reorganizar, tener asamblea con la comunidad, para saber cómo iba a quedar OFRANEH, cómo iban a quedar las organizaciones y ver cómo repartir a mi mamá y mis hijos, sacarlos de la universidad, de la escuela…
Narradora: En la comunidad lo entendieron, aunque fue un golpe duro.
Edgardo Benedith: Entonces, uno lo va a sentir que faltaba este la presencia de esa persona que con ese carácter, con esa convicción en verdad, de lucha, de valores éticos y morales, persona que respeta la justicia y que quiere que la justicia y las leyes se impongan.
Narradora: El 11 de enero de 2006 viajó a Estados Unidos, a Nueva York, con su visa de turista. Y ahí, aquí, desde donde habla ahora, supo que si tramitaba su asilo no habría marcha atrás. No podría regresar a Honduras.
Nada más llegar a Nueva York, Gregoria tuvo que ver qué hacía. Se movió y a las pocas semanas ya tenía trabajo. La seleccionaron para apoyar en la campaña electoral de Barack Obama. Después, entró a una oficina de asistente de hogar, en Queens, donde trabajaría los siguientes siete años. Hasta 2013.
Gregoria Flores: Un día que no fui a trabajar, tenía cita médica. Cuando bajo y llego afuera hay unas personas ahí con sus hijos y me dicen: “Tía Goy, la andamos buscando porque nos dijeron que usted vivía en esta área y que por aquí la podíamos encontrar” Habían estado semanas yendo.
Narradora: En 2013, a la frontera sur de Estados Unidos comenzaron a llegar miles de niños y de adolescentes de Centroamérica y de México. Muchos llegaban solos. El Gobierno de Barack Obama lo definió entonces como una “crisis migratoria”. Una crisis de refugiados que se mantiene hasta hoy.
Gregoria Flores: Estoy viendo que las personas están llegando, porque estoy viendo que están llegando a las iglesias a la mía y yo les estoy diciendo: ¿Qué está pasando? ¿Cómo están trayendo a estos niños? ¿Bajo qué acuerdos están entrando acá? ¿Qué tipo de documentos les están dando a estos niños?
Narradora: Las tres personas que llegaron esa mañana a casa de Gregoria venían con sus hijos. Tenían unos documentos en inglés, pero no sabían qué hacer con ellos.
Gregoria Flores: Los había entrevistado un agente de inmigración y les habían dado estos documentos para presentarse a la Corte, para dar un seguimiento para ver si podían defender y presentar pruebas sobre un supuesto abuso de derechos humanos que habían sufrido en su país. Y esta gente no estaba haciendo eso, porque no entendían.
Narradora: A los adultos les habían puesto grilletes en el tobillo y no sabían si debían pasar con ellos eternamente o si se los quitarían en algún momento.
Gregoria Flores: Entonces, yo decía: esto se parece a algo con lo que se puede sacar asilo. Esta gente puede. Pero yo necesito una opinión legal, mi opinión no es legal.
Narradora: Se empezó a mover. Le habló a un conocido, que le puso en contacto con un abogado, que revisó la documentación. Le confirmó que sí, que era un posible caso de asilo, pero que él cobraba por llevarlo. Ni las personas que habían migrado a Estados Unidos ni ella tenían dinero para pagarlo. Así que Gregoria empezó a estudiar.
Investigó qué tenían que hacer las personas que llegaban a Estados Unidos a pedir asilo. Pero después de esas tres personas, llegaron otras muchas más. Y hubo que buscar un lugar para atenderlas. Gregoria le pidió ayuda al obispo de las iglesias garífunas, que les cedió el espacio donde están ahora, en Brook Avenue. Un salón de unos ocho metros de largo, con las paredes decoradas con carteles y dibujos con proverbios bíblicos y datos de la historia garífuna. Un año después, la organización ya tenía nombre: Garífuna Community Service.
Comenzaron a hacer clínicas legales varias veces a la semana. Se reunían con las personas para escucharles y ayudarles a ordenar las ideas. Para revisar que sus historias no tuvieran vacíos y pudieran llenar su solicitud de asilo político, primero en español, después en inglés.
Gregoria Flores: A darles listados, a llamar, a conseguir abogados a coordinar con la New York Legal services, con VIP para hacer clínicas de oficinas de abogados, para que vengan y revisen los casos, que los tomen y tengan representación en la Corte. Hemos logrado muchas visas juveniles, hemos logrado muchas residencias, hemos logrado muchos permisos de trabajo, nos hemos quedado con los shelters de New York para nuestra gente… Pero no solamente atendemos garífunas. Atendemos a personas indígenas de Guatemala, de El Salvador, Nicaragua, colombianos, haitianos, venezolanos, de todos lados..
Narradora: En la organización también han hecho incidencia política, en Washington. Lograron reunirse con representantes en el Congreso.
Gregoria Flores: “¿Cómo es posible que no van a aceptar a estos niños? Abrieron la frontera, ¿cómo es posible que piensen botar a estos niños de aquí?” Fue como para ir a romper hielo, un viaje confrontativo para ir a romper hielo, a romper hielo…
Narradora: Y lo consiguieron.
Gregoria Flores: Dio fruto porque fue cuando surgieron los fondos para los niños no acompañados, so empezamos a trabajar. Ahora en vez de que nos den plata, logramos que cada uno tenga un departamento de abogados para revisar casos, en cada una de las oficinas de los representantes en Nueva York.
Narradora: Es un proceso, cansado, que hacen voluntarios y que Gregoria coordina, también como voluntaria. Y en este proceso, hay una frase que ella recuerda.
Gregoria Flores: La verdad que todo lo que he hecho ha sido porque está la necesidad y ha habido que hacerlo. Tal como me lo dijo mi papá, ¿no? Es algo que había que hacer, es algo que alguien tenía que hacer, así que hazlo.
Narradora: En 2020, Gregoria se contagió de coronavirus y estuvo enferma ocho meses. Eso detuvo el trabajo de Garífuna Community Services. Hoy, recuperada, aún con secuelas, Gregoria retoma el trabajo. Esta es ella, en julio de 2021, en una reunión con voluntarios.
Gregoria Flores: Están aquí porque nosotros llegamos por primera vez a buscar ayuda, pero si nosotros hubiéramos recibido la ayuda y nos vamos a nuestra casa o nos vamos a ir el sueño americano, ustedes no estarían aquí recibiendo de lo que nosotros aprendimos.
Narradora: Cuando se fue de Triunfo de la Cruz en 2006, Gregoria no imaginaba hacer lo que hace hoy en Nueva York.
Gregoria Flores: Mire, yo no me vine para acá pensando que iba a llegar el momento de que los garifunas iban a ser sacados de su territorio e iban a vivir en Estados Unidos. Yo me vine para acá para salvar mi vida y seguir apoyando el proceso de lucha desde aquí.
Narradora: En la oficina de la organización, en Brook avenue, en el Bronx, ha recibido a compañeras y compañeros de Triunfo de la Cruz, que han migrado después de recibir amenazas. Edgardo es uno de ellos.
Edgardo Benedith: Hay un dato aproximadamente de 27 defensores que han sido asesinados. Presidente de patronatos, defensores, miembros del Comité defensa de tierra y una buena cantidad que han tenido que venirse para acá, para Estados Unidos y otros que se han ido para para Belice y otros que siempre y sencillamente al ver que la situación está muy, muy complicada, se han tenido que retirar de la lucha por temor a que los maten.
Narradora: Gregoria reflexiona, con cierto pesimismo, cómo esas semillas que plantó en Triunfo de la Cruz están teniendo problemas para seguir creciendo.
Gregoria Flores: El pulmón que mantiene el mundo respirando está en Mesoamérica y los que están en Mesoamérica somos nosotros, los pueblos indígenas. Y conservando esos recursos y muriendo por esos recursos. Porque siguen secuestrando a los líderes de nuestras comunidades, siguen asesinando hombres y mujeres jóvenes líderes de nuestras comunidades y hay mucho temor. El futuro del liderazgo del movimiento indígena está en vilo porque están secuestrando y matando a nuestros muchachos.
Narradora: Ella, igual que muchas otras, conoce el precio de luchar por sus ideales, por su territorio, por su comunidad. El precio del exilio, el precio de hacer lo que alguien tenía que hacer.
Gregoria Flores: Yo estoy aquí en Estados Unidos y ha sido un precio carísimo, de verdad. No ver a mi mamá en sus últimos días, no verla fallecer, porque yo estaba aquí, no puedo regresar a Honduras porque la razón por la cual me vine, la persecución y criminalización de los líderes, no ha parado. Mataron a Bertha Cáceres, mataron a otros muchachos más, nos secuestraron al presidente del patronato de Triunfo de la Cruz. No poder volver a ese territorio que me vio nacer, ese territorio que amo tanto, es sangrar. Esas venas no se han podido cerrar.
Narradora: El guion y las entrevistas de este episodio los hice yo, Carmen Quintela. La edición es de Alejandra Gutiérrez. La producción y el montaje sonoro de Isaac Hernández con el apoyo de Jose Manuel Lemus. Música adicional de Lucas Zapiola y David de Gandarias.
El diseño gráfico y la portada es de Maritza Ponciano. Jenny Marroquín es la gestora de comunidad de este especial y Magui Medina la coordinadora institucional. La voz institucional de Radio Ocote Podcast es de Lucía Reinoso Flores. Julio Serrano Echeverría es el coordinador creativo. Alejandra Gutiérrez Valdizán es la directora general y editorial de Ocote.