Episodio 48 // El sobreviviente
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Francisco Chávez es uno de los sobrevivientes del genocidio maya ixil. En 2013 se enfrentó al exdictador guatemalteco Efraín Ríos Montt en el juicio en el que se le acusaba de los delitos de genocidio y deberes contra la humanidad. En este episodio te contamos la historia de un niño que se salvó de una masacre, que luchó por la tierra y su familia, y de su interminable búsqueda de justicia.


Este es un episodio de podcast. Para escucharlo, dale play al enlace de abajo.


GUION

Jueza Yasmin Barrios: Se llama al testigo Francisco Chávez Raymundo para que declare, entre otras cosas, cómo siendo menor de edad sobrevivió a la masacre de la aldea Tuchabuc, y la forma que se desplazó a la montaña en conjunto con la población sobreviviente…

Narradora: La primera vez que Francisco Chávez vio a los ojos a Efraín Ríos Montt fue el jueves 21 de marzo del 2013. Fue en el juicio en el que se acusaba a Ríos Montt de los delitos de genocidio y deberes contra la humanidad en contra la población maya ixil durante los años ochenta. En el banquillo estaban los generales Ríos Montt, jefe de Estado de facto de Guatemala entre 1982 y 1983, y José Mauricio Rodríguez Sánchez, jefe de inteligencia militar durante el mandato de Ríos Montt.

En una sala abarrotada, Francisco fue llamado a declarar. Vestía el tradicional saco ixil rojo y pantalones negros. Se quitó el sombrero cuando estuvo frente al tribunal y se sentó en una silla negra de oficina. En la misma silla en la que se sentarían más de 90 testigos que narrarían sus experiencias durante la guerra en Guatemala. La mayoría de ellas, historias de terror.

Narradora: A unos seis metros de Francisco, a su izquierda, estaban los acusados. Cuando Francisco se sentó, Ríos Montt lo miró fijamente. El acusado de 87 años tenía puestos unos audífonos para escuchar la traducción simultánea del idioma maya y jugueteaba con un lapicero verde. Lo giraba con sus manos arrugadas. En el momento en que la jueza Yasmin Barrios le preguntó

Abogado:¿Conoce usted a los señores acusados?

Narradora: Francisco cruzó por unos segundos su mirada con Ríos Montt.

Francisco Chávez: Hoy en día sí pero en aquellos tiempos no porque era niño en ese tiempo.

Narradora: Y así, a unos pasos del hombre acusado por la responsabilidad en la masacre de su familia y de su comunidad, Francisco empezó a recordar.

Abogado: ¿Podría indicarle al tribunal dónde vivía usted en los años 1982 o 1983?

Francisco: Señor licenciado, vivíamos en la aldea de Xoloché, cuando ya se estaban llegando los militares a visitar las comunidades con las quemas de viviendas de la población

Narradora: Soy Melisa Rabanales, periodista de Agencia Ocote, y en este episodio del podcast  Radio Ocote te relataré la historia de Francisco Chávez Raymundo, uno de los sobrevivientes del genocidio maya ixil, en el que más de 1,771 personas fueron asesinadas.

Es la historia de un niño que se salvó de la masacre en su comunidad, que luchó por su tierra y su familia, y que ahora, 39 años después, busca asilo político y refugio en Estados Unidos. La vida de Francisco es la cronología de un sobreviviente, un defensor de los derechos humanos, y de su interminable búsqueda de justicia.

Francisco Chávez: Mi comunidad vivió las persecuciones de parte de los militares del Estado de Guatemala. Mi comunidad es una de las comunidades que fueron masacradas por las que vivieron Tierra arrasada.

Narradora: Francisco Chávez pasó los primeros años de su vida en un pequeño caserío llamado Tuchabuc, de la aldea Xoloché, en Nebaj, una región rural al noroeste de Guatemala. A principios de los 80, en la comunidad vivían unas 15 familias maya ixiles.

Algunas de ellas habían llegado de otras aldeas cercanas, huyendo de la guerra. Tuchabuc era un lugar golpeado por la pobreza y el hambre. La gente apenas sobrevivía de lo que daban sus cultivos de maíz y frijol. Francisco vivía con su padre Tomás, su mamá Catarina y Marta, su hermana pequeña.

Francisco Chávez: Nuestra comunidad era más organizada, más tranquila, en el sentido en que las casas estaban muy distanciadas.

Narradora: En realidad, desde hacía 20 años nada era tranquilo en la Guatemala inmersa en el llamado Conflicto Armado Interno. El 3 de mayo de 1982, dos meses después de que Ríos Montt se proclamara presidente tras un golpe de Estado, soldados del Ejército guatemalteco irrumpieron en Tuchabuc.

Francisco tenía solo seis años. Estaba acostumbrado a la ocupación militar en el caserío. A ver cómo los soldados llegaban buscando guerrilleros. Pronto supo que ese día sería diferente.

Francisco: Ya no llegaron a pie como lo hacían antes, sino que llegaron en helicópteros

Narradora: A eso de las diez de la mañana, los helicópteros lanzaron morteros desde el aire, luego aterrizaron cerca de la aldea. Los soldados entraron caminando al caserío y dispararon contra los habitantes.

Narradora: Según algunos testimonios recuperados por el Proyecto Interdiocesano de Recuperación de la Memoria Histórica, conocido como REMHI, esa mañana de mayo de 1982, el Ejército abrió fuego contra hombres, mujeres y niños que estaban reunidos en la capilla de Tuchabuc.

A los que sobrevivieron los amarraron. Al mediodía empezaron las ejecuciones. Primero fueron los niños. Los degollaron. Los quemaron enfrente de sus padres. Luego siguieron con los hombres y las mujeres. A algunos también los degollaron, a otros los ejecutaron con ametralladoras.

Tiraron sus cuerpos en letrinas y cuevas. Quemaron los animales, las cosechas de milpa, las casas. Arrasaron con todo.

Narradora: Durante el Conflicto Armado Interno el Ejército implementó la estrategia llamada Tierra Arrasada. Su objetivo: destruir la tierra y aniquilar la base social que pudiese servir a la guerrilla. Eso significaba llevarse todo a su paso: cosechas, casas, aldeas enteras y sí: personas.

Bajo esta estrategia, según el REMHI, en los 36 años que duró la guerra, se cometieron 420 masacres dentro del territorio guatemalteco. La Comisión para el Esclarecimiento Histórico registró más: 626 masacres atribuidas al Ejército de Guatemala, a fuerzas de seguridad, o a estructuras paramilitares como las Patrullas de Autodefensa Civil, las PAC y 32 masacres atribuidas a los grupos guerrilleros. Más de la mitad de las matanzas ocurrieron solo en Quiché, el departamento donde vivía Francisco.

Pero Francisco y su familia se salvaron. Cuando su papá vio los helicópteros, tomó a Catarina y a los dos niños y huyeron a las montañas antes de que los soldados pudieran alcanzarlos. Francisco era muy pequeño, pero hoy aún recuerda algunas escenas. Se acuerda de cómo, en la huida, su primo cayó al suelo, alcanzado por una bala.

Francisco: Porque uno de mis primos, que se llama Clemente Raymundo Rayumundo, que cayó en ese momento, es el único que me acuerdo porque con él me había llevado de la mano con él, porque juntamente con él me iba a adelantando para escondernos en los lugares que es nuestro escondite en aquellos tiempos.

Narradora: Llegaron a las montañas. Marta, su hermana pequeña, que entonces tenía tres años, lloraba todo el tiempo. Sus padres intentaban calmarla, para que no los descubrieran. Comían lo que podían, lo que encontraban. Plantas que veían en el suelo, moras, papas. Vivieron así, escondidos, tres o cuatro meses.

Francisco: Nos llevó tiempo porque tuvimos que ir caminando de comunidades en comunidades, hasta llegar a las comunidades de CPR.

Narradora: Las CPR eran las llamadas Comunidades de Población en Resistencia. Pequeños grupos formados por personas que habían sido desarraigadas de sus aldeas y que se aislaron en la inhóspita zona del Ixcán.

Eran comunidades autogestionadas que, en medio de la precariedad, se organizaban para subsistir. Los habitantes dividían las tareas en grupos donde cada uno cumplía una función esencial: conseguir alimento, seguridad e insumos para la salud.

Francisco y su familia vivieron en tres CPR durante unos meses más: primero en Cabá, luego en Estrella Polar, y por último en Chel. Pero el horror estaba muy lejos de terminar.

Francisco: Pero igual los militares no nos dejaron en paz, nos tuvieron que ir a perseguir en Chel, en Cabá. De repente, nos tocó un día que nos fueron a capturar y de ahí que le dan la muerte a mi papá.

Narradora: Al padre de Francisco lo ejecutó el Ejército en otra masacre, en Chel. Lo acusaron de guerrillero, lo asesinaron y capturaron a Catarina y sus hijos.

A Francisco y a Marta los separaron de su mamá. Se los llevaron a un destacamento militar que el Ejército había instalado en un convento de Chajul, otro municipio de Quiché.

Francisco: Y ahí nos estuvimos yo y mi hermana por varios meses, detenidos por los militares. Ahí no teníamos comida, medicina, cobija, estábamos casi como que si fuera ver un grupo de perros callejeros, así nos tenían allá.

Narradora: En el destacamento no solo estaban Francisco y Marta. Había unos 20 niños y niñas más, que se habían quedado huérfanos durante las masacres. Ahora estaban a merced de los militares.

Francisco: En el mismo año que ya llevábamos casi las visitas de muchas personas religiosas, el párroco de Santa María Nebaj le interesó que pidiera o hiciera una solicitud a los encargados del destacamento militar, para que dieran de baja a esos niños que estaban ahí.

Narradora: Los militares accedieron. Fue así como el párroco de la iglesia católica logró instalar un espacio para los huérfanos dentro del mismo convento. Un orfanato. El Ejército siguió llevando niños.

Francisco pasó los siguientes cinco años en el hospicio haciéndose cargo de su hermana. A medida que iba creciendo, vio cómo algunos de los niños que habían llegado se iban con otras personas. Después sabría que muchos de ellos habían sido dados en adopción a familias de militares o extranjeros que llegaban a Guatemala. Él y Marta se salvaron de ser separados.

Francisco:¿Pues por qué no me fui yo? ¿Por qué no me fui con mi hermana? Por lo mismo porque ella estaba bien pequeña, yo me encargaba de cuidarla y es más, le pasaba casi enferma, la pasaba llorando. Es por lo mismo, no pudieron separarme de ella.

Narradora: Con el paso de los años, Francisco comenzó a perder la esperanza de salir del orfanato. También comenzó a olvidar. Se acordaba vagamente de su papá, tenía la certeza de que lo habían matado. Y de su madre… De ella comenzó a perder los recuerdos. Dejó de acordarse de su cara, de su voz, de sus manos cuando hacía las tortillas, de cuando lo cargaba. Se imaginó que, quizás, el día que los capturaron en Chel, la habían asesinado. Pensó que seguro también estaba muerta.

Francisco: Y ahí es donde ya tenía más o menos la idea, ya la habían matado o ya la habían llevado para otro lado. Pero ya con el tiempo, pues ni mayor idea donde estuvo.

Narradora: Pronto cambiaría todo. Más de El sobreviviente al regreso de la pausa.

*** PAUSA RADIO OCOTE**

Francisco: De repente, de los tiempos que ya tenía de estar en la casa y orfanatorio con las hermanas de la iglesia católica, de repente sale mi madre a buscarme. Y donde nosotros, yo y una mi hermana, ya no pensábamos que contábamos con nuestra madre, ya no creía que si ella es mi madre.

Narración: Cuando Francisco contó su testimonio en 2013, durante el juicio por genocidio, tuvo que hacer una pausa. Se le quebró la voz y sus ojos se llenaron de lágrimas al recordar el momento en que su madre apareció en el orfanato.

La jueza le pidió que se calmara, Francisco tomó aire y continuó.

Francisco: Al reencontrarme con mi mamá nos tuvieron que tratar más de un año…

Narración: Francisco se refería a que él y Marta necesitaron terapia psicológica. Cuando vieron aparecer a su madre, seis años después, ninguno de los dos la reconocieron. No se acordaban de ella.

Durante un año,las monjas del convento intentaron que, poco a poco, la familia se adaptara de nuevo a estar junta. Catarina jamás les quiso contar dónde estuvo, ni lo que le habían hecho los soldados. Nunca lo haría. Así, con ese gran silencio a sus espaldas, se llevó a los dos niños del orfanato.

Francisco: Después de que mi mamá llenó el requisito de obtener a sus dos hijos, costó pero sí nos tuvimos que ir con ella. Aunque fue un trabajo muy duro para ella y para nosotros. Y al ir con ella, pues ya nos fuimos a rentar o alquilar casas en uno de los cantones de Nebaj. Y nos quedamos casi, en lo mismo en lo peor, porque llegar y una casa vacía, no teníamos nada.

Narradora: Francisco, Marta y su mamá llegaron a Tzalbal, en Nebaj, lo que entonces se conocía como polos de desarrollo. Los “polos de desarrollo”, que nacieron de las llamadas aldeas modelos, eran pequeñas comunidades creadas por el Ejército, donde concentraban a varias familias, a veces de diferentes aldeas y diferentes etnias, para tenerlas controladas y evitar la entrada de grupos guerrilleros. La vida en Tzalbal era dura.

Francisco: Escasez de comida, de medicina, de ropa igual con mi mamá, porque apenas nos estamos encontrando con ella si en plena persecución todavía de los expatrulleros, de los exmilitares.

Narradora: La comunidad era un sitio militarizado. Francisco recuerda el miedo, las amenazas, el hambre y las órdenes que tenían que cumplir.

Francisco: De lo que decían los militares a los vecinos: “De todo lo que informan los

militares, que se quede en la comunidad y en el grupo”. Y que “hagan caso los que necesitan permiso para ir a trabajar al campo, que lo hagan, cuantas horas al día y cuántos días a la semana, y que no lleven más de cuatro o cinco tortillas para ir al campo y una botella de agua.”. Es como que “y el que no acepte esa norma o alguien también actúa mal en contra de esas normas, igual a las 6 de la tarde hay otra junta, y ahí mismo serán ejecutadas esas personas”.

Narradora: Francisco y su familia pasaron solo unas semanas en Tzalbal . Decidieron regresar a Xoloché, a la aldea donde estaba el caserío del que habían huido en mayo de 1982. Pero ya no tenían terrenos. Todos habían sido ocupados y redistribuidos a militares, expatrulleros civiles o dueños de fincas de la zona.

Catarina tuvo que comprarle el terreno que alguna vez había sido suyo a unas personas que no conocía. La madre de Francisco comenzó a organizarse con otras mujeres que habían sido víctimas de la guerra. Empezaron a buscar justicia por sus familiares muertos y desaparecidos.

Francisco: Mi mamá ya formó parte de la organización de viudas. Ella fue una de las señoras coordinadoras regionales de Conavigua, también estuvo pensando de que no vale la pena tenerle miedo a los militares.

Narradora: Su mamá lo inspiró. Ella se incorporó a Conavigua, a la Coordinadora Nacional de Viudas de Guatemala, una organización fundada unos años antes, que tenía el objetivo de resolver necesidades inmediatas de las mujeres sobrevivientes de la guerra y de sus familias. La alimentación, las medicinas, la vivienda… A sus 14 años, Francisco también comenzó a sentir la inquietud por hacer algo.

Francisco: Y de ahí, agarré valor, de que mi mamá estaba luchando de esa forma y ¿qué dije? Empecé a reencontrarme con mis compañeros con quien estuve viviendo en el orfanato de muchos años. Ya éramos casi de 12, 13, 14 años y ya conformamos una organización de Huérfanos por el Conflicto Armado Interno.

Narradora: Entonces, estamos hablando de 1987, ser parte de alguna organización podía implicar la muerte. Todavía faltaban nueve años para que se declarara el fin de la guerra en Guatemala, y el contexto seguía siendo peligroso para quienes se agruparan. Podían fácilmente ser tachados de subversivos.

Francisco no sabe si alguna vez se le quitó el miedo, pero estaba seguro de que valía la pena arriesgarse. El principal objetivo de los Huérfanos del Conflicto Armado Interno era conseguir ayuda para recuperar sus viviendas y sus tierras para cosechar. También tratar que otros jóvenes no fueran reclutados para prestar servicio militar.

Francisco: Fue algo bajo perfil, porque en aquellos tiempos de 14, 13 años que teníamos, ya teníamos la idea de qué nos estábamos reuniendo. Pero el problema está de que nos estábamos dando cuenta también de quiénes son los que nos están hostigando, vigilando, y qué va a pasar con nosotros.

Narradora: Los primeros años la organización los pasó en la clandestinidad. Pero en 1994, cuando Francisco cumplió 18, dos años antes de la firma de los Acuerdos de Paz, se fundó legalmente la Asociación de Víctimas del Conflicto Armado Interno. Luego pasaría a llamarse Asociación para la Justicia y Reconciliación, la AJR, una organización que tiempo después sería clave en el juicio por genocidio.

La guerra aún no había terminado, pero ya era más seguro obtener una personalidad jurídica. Así, junto con otros sobrevivientes, Francisco comenzó a trabajar para recuperar sus casas, sus tierras.

Francisco: Nuestra idea es que nosotros consiguiéramos proyectos productivos, mejoramientos en nuestras viviendas porque nuestra comunidad estuvo viviendo lo que es “la tierra arrasada” y las masacres y nos quedamos sin nada. A lo cual, de todo lo que estuvimos tratando de conseguir, no fuimos atendidos. Nos fuimos a toparnos con los mismos que habían sido parte de las persecuciones en contra de los pueblos mayas. A los que cometieron esas masacres.

Narradora: Con los Acuerdos de Paz, en 1996, Francisco logró que el Fondo Nacional para la Paz, conocido como Fonapaz, les diera algunos materiales para la reconstrucción de las viviendas en Xoloché. Apenas consiguieron unas 10 láminas. Nada más. Pero ese no era el único objetivo. También buscaban recuperar la memoria y encontrar justicia.

Francisco: Vamos a entrarle a trabajar a lo que es la exhumación de los restos de nuestras familias. Darle una sepultura digna a nuestras familias que han quedado muertos en las montañas, o están enterrados en los cementerios clandestinos.

Narradora: El Centro de Análisis Forense y Ciencias Aplicadas, CAFCA, ayudó en la exhumación de muchos de los cuerpos de la masacre de Tuchabuc. Francisco pudo enterrar a su padre en 1997. Lo sacó de Chel, donde estaba en una fosa clandestina y lo llevó al cementerio de Xoloché, a su tierra natal.

Francisco: Y cuando se logra eso pues igual, (corte) dijimos “qué nos queda” ya dimos una sepultura digna a nuestras familias en un cementerio legal, pero ¿dónde van a quedar los responsables?

Narradora: En 2001, AJR, la organización a la que Francisco se unió con 18 años, se adhirió a un grupo de organizaciones que presentaron las primeras denuncias en contra de Efraín Ríos Montt. Pasarían doce años hasta que se llevara a cabo el juicio. Doce años para que Francisco viera a los ojos a Efraín Ríos Montt.

Francisco: Yo tuve que verme a cara a cara con él, aunque no lo quería, aunque él tampoco, aunque los abogados no. No me quedaba de otra, ni a él. Cuando yo estaba testificando creo que tal vez se estaban burlando de mí, o sea como que si estaba mintiendo. Pero ya en la realidad, cuando se concluye el debate, o la atención de todos los testigos, pues a la hora de recibir la sentencia yo dije: “vale la pena seguir luchando”.

Narradora: El 10 de mayo de 2013, el tribunal presidido por la jueza Yasmin Barrios declaró culpable a José Efraín Ríos Montt de genocidio y delitos contra los deberes de la humanidad.

Yasmin Barrios: El tribunal ha resolver por unanimidad declara: primero, que el acusado José Efraín Ríos Montt es responsable como autor del delito de genocidio cometido en contra de la vida e integridad de los pobladores civiles de las aldeas y caseríos ubicados en Santa María Nebaj, San Juan Cotzal y San Gaspar Chajul. Por tal delito se le impone la pena de 50 años de prisión inconmutables. Que el acusado José Efraín Ríos Montt es acusado de los delitos de deberes contra la humanidad.

Narradora: Le dictaron prisión por 80 años. Por unanimidad los jueces que integraban el tribunal argumentaron que resultaba inexplicable que José Efraín Ríos Montt, siendo Jefe de Estado de facto  no tuviese conocimiento de las masacres, violaciones masivas, el hostigamiento, la tortura y  el establecimiento de destacamentos militares; y que tampoco hizo nada para pararlos. Pero, diez días después…

Noticiero: En Guatemala sorprendió la anulación de la sentencia contra el exdictador José Efraín Ríos Montt, la Corte de Constitucionalidad ordenó repetir el juicio contra Ríos Montt condenado a 80 años de cárcel por genocidio y crímenes de guerra.

Narradora: El argumento de la Corte de Constitucionalidad fue que existían unos supuestos errores de procedimiento y ordenó repetir el juicio. Para Francisco fue uno de los golpes más duros de su vida. Había esperado mucho tiempo para que se hiciera justicia. Aunque no lo tomó como una derrota.

Francisco: Vale la pena seguir luchando, la impunidad estaría peor porque los únicos que rompieron esa barrera de la impunidad son los sobrevivientes por el caso de genocidio ixil. Y si nos damos cuenta, hoy en día ya hay otros casos alrededor, pero el que hizo el camino o la brecha es el caso por genocidio por la región ixil.

Narradora: El tiempo le daría la razón. En septiembre de 2018, un tribunal confirmó por segunda vez que en Guatemala hubo genocidio. Pero en la sentencia no hubo ningún condenado. Efraín Ríos Montt había muerto tres años antes.

Noticiero: A los 91 años murió de un infarto el exdictador y general golpista de Guatemala, José Efraín Ríos Montt, quien enfrentaba un juicio y diversos cargos por genocidio tras el asesinato de 1,171 indígenas.

Narradora: Francisco jamás dejó de trabajar y de buscar justicia. Por cinco años más, ejerció como miembro activo de la junta directiva de AJR y logró la restitución de algunas tierras de su comunidad y de otras aldeas como Tzalbal. Se convirtió en uno de los activistas más importantes en la lucha por los derechos de la población maya ixil sobreviviente. La guerra terminó hace 25 años, pero la persecución nunca lo hizo. Defender los derechos humanos sigue siendo peligroso en Guatemala.

Francisco: Cada vez que estuvimos reuniéndonos con algunos diputados del Congreso pues, hay otros que no estaban de acuerdo de vernos. Ahí nos estamos metiendo en la boca del lobo. Estuve acompañando alrededor de tres años en esa lucha por la restauración de tierras y cedí el espacio para otros. Para que no “me blanqueen en su momento”, porque me estaban exponiendo mucho. Me tuvieron que advertirme en varias ocasiones para que yo pare porque sino estuviera muerto..

Narradora: En los últimos años, las amenazas y las persecuciones aumentaron. Francisco dice saber quiénes son, con nombres y apellidos. Pero por ahora se los guarda, por seguridad. Asegura, eso sí, que las personas que lo han amenazado están organizadas por militares retirados.

Francisco: Yo fui sujeto bajo amenazas de las personas de expatrulleros, exmilitares desde la capital, en la torre de tribunales y hasta los departamentos, en mi región. Me han robado, me han buscado en mi casa y han quitado cosas que es de la organización en mi casa y con esas denuncias que yo hice, de todo lo que me ha pasado, pues el ministerio público me había asignado seguridad (corte)

Narradora: Después de varias denuncias, le asignaron a algunos agentes de la Policía Nacional Civil para que lo custodiaran,pero no fueron de mucha ayuda. Las amenazas siguieron. Francisco y su familia estaban en riesgo y tenían motivos para tener miedo. Solo en 2018, el año en que las amenazas fueron más constantes, 28 defensores de derechos humanos fueron asesinados en Guatemala, según la Unidad de Protección a Defensoras y Defensores de Derechos Humanos conocida como Udefegua.

El 8 de junio del 2019, Francisco tomó una decisión que no quería tomar. Pero sabía que era la mejor. Decidió huir. Así como lo había hecho a los seis años, cuando se escapó de Tuchabuc con sus papás y con su hermana porque los militares habían arrasado con su pueblo. Francisco se adentró en las montañas. Solo que ahora tenía otro destino: Estados Unidos. Decidió migrar.

Francisco: Fue un día cuando nos advierten, y cuando salgo fue una sorpresa para mi familia cuando yo decido, salgo de mi comunidad como a las tres de la mañana y cuando me vengo pues no traía, no traía oriente, donde ir a parar. Lo que yo trataba era mejor olvidar de todo y que me escondo. No digamos de todo lo que yo ya había vivido en Guatemala, y cuando llego ya. Llego y cruzo al territorio mexicano pues igual, estuve viviendo las malas prácticas de las mismas autoridades mexicanas y pues, no digamos hasta que yo llegué hasta acá.

Narradora: “Hasta acá”, dice Francisco, porque ahora habla desde Nuevo México, Estados Unidos. Llegó el 15 de enero de 2021, junto a Gapar Cobo, otro activista. Antes de cruzar la frontera, pasó 17 meses en Ciudad Juárez, donde fue víctima de los narcotraficantes que lo extorsionaron, le pidieron dinero y lo amenazaron de muerte.

Ahí conoció a Carlos Spector, un abogado especializado en leyes de inmigración. Carlos ayudó a Francisco a conseguir los papeles para tramitar su asilo en Estados Unidos y se puso en contacto con organizaciones de derechos humanos para protegerlo.

Francisco: No me gustaría abandonar mi familia, mi pueblo, mi país, porque aquí en Estados Unidos, aquí no vengo a buscar el mejor vivir. Las condiciones que muchos lo dicen. Yo lo que vengo a buscar aquí es mi refugio, es sobrevivir, porque soy padre de familia y no quiero ver a mis hijos huérfanos tal y como me tocó a mí, eso es lo que me motivó a venirme para aquí.

Narradora: Ahora está lejos, separado de su familia que también buscó refugio en otro lugar, del que no puede decir mucho por seguridad. Todos los días se levanta, ve las noticias, revisa su celular y habla con su abogado para ponerse al día sobre su proceso de asilo. No ha encontrado trabajo,  por ahora cubre sus gastos gracias al apoyo del “Círculo de solidaridad”. un grupo de organizaciones y personas independientes que han apoyado económicamente a Francisco y a Gaspar.

Su abogado, Carlos, es optimista con su caso. Y aunque no puede revelar muchos detalles, espera que, en los próximos meses, las autoridades estadounidenses les den un resultado favorable para que Francisco pueda permanecer de forma legal y segura en el territorio norteamericano.

Desde Estados Unidos, Francisco también intenta seguirle la pista a sus compañeros, otros líderes que continúan en Guatemala, luchando por la recuperación de tierras, y que acompañan denuncias contra crímenes que ocurrieron durante la guerra.

Francisco: Para ellos, es una venganza lo que hacemos, para nosotros no es una venganza. Es una búsqueda de justicia transicional. Para que esto nunca se repita más.

Narradora: La investigación, la entrevista y el guion de este episodio los hice yo, Melisa Rabanales. La edición es de Carmen Quintela, la producción y el montaje sonoro de José Monterroso. La ilustración de Martiza Ponciano. Y la gestión de redes sociales de Jorge Sagastume.

Este episodio fue construido a través de entrevistas propias y cotejado con información documental del Informe del Proyecto Interdiocesano de Recuperación de la Memoria Histórica Guatemala: Nunca Más, y la sentencia del juicio de genocidio dictada por el Tribunal Primero de Sentencia Penal, Narcoactividad y delitos contra el ambiente de Guatemala.

Se utilizaron fragmentos del juicio por genocidio registrados por Plaza Pública e Izabel Acevedo para su documental El Buen Cristiano.

También se utilizaron fragmentos de noticias de los medios Milenio, NTN 24 y Prensa Libre. Y sonidos de archivo del documental Tierra arrasada.

**FIN **


Créditos

Investigación, guion y locución: Melisa Rabanales.

Edición del guion: Carmen Quintela.

Producción y edición sonora: José Monterroso.

Ilustración: Maritza Ponciano.

Música original: Juan Carlos Barrios.

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