El método “fasting” o ayuno intermitente, que consiste en largos períodos de ayuno con períodos de ingesta de alimentos, se ha convertido en tendencia en el último tiempo. Una dieta que, según los expertos, sí disminuye la grasa corporal, pero que si no se acompaña de un plan alimenticio o se acompaña de ayuda profesional, podría afectar la salud a largo plazo.
El “fasting” es un método de alimentación también conocido como “ayuno intermitente”. Uno de los más comunes es el “lean gains” o la dieta 16/8, llamada así por las 16 horas en que una persona se abstiene de ingerir alimentos, para tener tres tiempos de comida en las ocho horas restantes del día. Este ayuno implica que la persona únicamente bebe agua pura, café y té verde sin azúcar, durante esas 16 horas sin ingesta de alimentos sólidos.
Se ha convertido en el nuevo boom de las dietas y es mencionada por blogueros, blogueras y medios como El País y Women’sHealth . La nutricionista Luisa Ranchos, explica que esta dieta funciona para bajar de peso porque se seccionan las comidas en un tiempo corto, lo que crea un déficit calórico que reduce el peso en el cuerpo. “Pero no se trata de dejar de comer. Se trata de restringir la alimentación por unas horas. Ayunar por 12, 14 o 16 horas. Lo ideal es que sea dirigida por un profesional de la salud”, agrega.
Abel Sánchez, médico de la unidad de Gastroenterología del Hospital Roosevelt, asegura que sí es un método efectivo para acelerar el metabolismo. Sin embargo, afirma que este tipo de dietas genera consecuencias en el sistema digestivo si no hay supervisión médica. “El cuerpo necesita energía y degradará la grasa para seguir funcionando. Pero a largo plazo privará al cuerpo de su alimentación, y creará más sensación de hambre. Lo cual puede repercutir en la búsqueda de nicotina y cafeína”, dice.
Ranchos recomienda una evaluación de salud para saber si este método se adapta a los hábitos de cada persona. “Depende de si el método se acopla a los diferentes estilos de vida. Yo tuve dos casos con ayuno intermitente que sí lograban sus objetivos, pero no pudieron mantenerlo”, explica. Para una mujer embarazada, personas con gastritis o con trastornos como bulimia o anorexia, el fasting es un método impensable, según la nutricionista.
Ranchos explica que el fasting puede resultar útil para alcanzar un objetivo a corto plazo. Pero a partir de allí tener un plan alimenticio más balanceado y distribuido acorde a las necesidades de cada persona.
El Instituto Americano para la Investigación del Cáncer (AICR por sus siglas en inglés) incluye al fasting dentro de las dietas restrictivas y de moda, alcanzables, sin beneficios a largo plazo.
El proyecto de investigación en alimentación y nutrición Nutrimedia, de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, con apoyo de la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT) y el Centro Cochrane Iberoamericano, no recomienda esta dieta pues reconoce que los efectos pueden ser adversos y su efectividad, incierta.
Sánchez aduce que estos cambios de alimentación podrían repercutir en diarreas, intestino irritable, úlceras en el estómago y diabetes temprana debido a que el cuerpo gasta las pocas proteínas que obtiene durante las horas de alimentación. “Se pierde grasa, pero también se pierde masa muscular”, añade.
A estas consecuencias, Ranchos agrega dolor de cabeza, estreñimiento, gastritis o falta de concentración. “Usualmente el cerebro funciona con glucosa, entonces si una persona no consume alimentos en las primeras horas del día podría causar bajos niveles de azúcar en la sangre. Hay personas que entrenan en la mañana, y si lo hacen sin alimento podrían no rendir lo suficiente”, explica.
La recomendación de Ranchos es utilizar el fasting para alcanzar un objetivo a corto plazo y luego tener un plan alimenticio más balanceado y más distribuido acorde a las necesidades.
Sánchez es más cauteloso y concluye: “Si se quiere perder peso no hay que dejar de comer, hay que regular la alimentación”.
