Por qué lucha Guatemala / Manuel Galich
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Manuel Galich es un personaje fundamental para entender el sentir y el pensar guatemalteco del siglo XX. Dramaturgo, político, acucioso observador de la realidad y activo protagonista de los gobiernos de la revolución -como ministro de ambos-, escribió “Por qué lucha Guatemala” en 1956, siendo uno de los más ricos testimonios y reflexiones de aquellos 10 años de democracia. Mauricio José Chaulón Vélez, Historiador y antropólogo social egresado de la Escuela de Historia de la Universidad de San Carlos de Guatemala, escribió el prólogo a la reedición que Catafixia editorial hizo en 2016, y que compartimos acá para ustedes.


Manuel Francisco Galich López era, ante todo, un revolucionario.  Participó en la calle durante los sucesos de junio y octubre de 1944, que generaron la renuncia del dictador Jorge Ubico y el derrocamiento del gobierno, aún ubiquista, de Federico Ponce Vaides, respectivamente. Ya era Licenciado en Derecho cuando firmó el Memorial de los 311 para exigir la renuncia del gobierno dictatorial de 14 años, pero su firma no estaba plasmada sólo como un profesional comprometido, sino como un ciudadano que había tomado la conciencia de la importancia de la lucha contra la opresión y la injusticia.

Su vida fue eminentemente política. Su arte lo concibió como fuente y camino para luchar, denunciar y construir el pensamiento crítico, lo que queda evidenciado en la mayor parte de sus piezas teatrales, y en la lírica y el lenguaje poético de sus textos como funcionario de Estado, siendo uno de los más significativos el Código de Ética para trabajadores estatales.  Fue, en síntesis, un hombre de conciencia.

Su primera obra de teatro se titula Los Conspiradores, y es una muestra completa del ideario de su autor y de su activismo decidido, desde muy joven. Estaba por graduarse de maestro de educación primaria y bachiller en ciencias y letras. El liberalismo finquero-cafetalero y el expansionismo económico estadounidense definían la estructura de dominación en Guatemala, y aunque los gobiernos liberales de los 20 no habían incurrido en dictadura, se veía venir la agudización de las condiciones imperialistas del capitalismo, las cuales consideraban al continente latinoamericano, como lo siguen haciendo, un patio trasero de producción agrícola en la división internacional del trabajo.

El joven Galich daba una luz, a través del teatro, de lo que estaba por venir. Guatemala como un escenario de disputa y de otra dictadura por instalarse, más temprano que tarde. Y fue así.  Por ello, su involucramiento en los sucesos y procesos revolucionarios de 1944-1954 fue relevante y central. El Ministro de Educación durante el gobierno de Arévalo, el Ministro de Relaciones Exteriores durante el gobierno de Árbenz y el diplomático revolucionario en América del Sur, tuvo siempre muy claro el papel de Guatemala en el sistema internacional. Y también supo con claridad su papel como sujeto, como él, como el Manuel Galich escritor-abogado-intelectual revolucionario, en la construcción del nuevo Estado.

Por eso, el derrocamiento de Árbenz, que significó el derribo de un proyecto de nuevo Estado, de nuevo país y de nueva sociedad, definió para Manuel Galich un volver a situarse en el sendero firme de la praxis, profundizado en su construcción como sujeto político y figura pública de la Revolución atacada. No pudo regresar a la patria, y Argentina lo abrazó. Y desde ahí, en el exilio, como lo hizo Miguel Ángel Asturias cuando escribió Week end en Guatemala –ese contundente libro de una denuncia lírica y novelada del atropello imperialista y oligarca de 1954-, Galich concibió Por qué lucha Guatemala.

El nombre de la casa-patria, parafraseando el título del poemario de Julio Fausto Aguilera (La patria es una casa), se escribe consecuente en la voz de las letras que demandan justicia. En el libro de Galich, el título es una invitación a problematizar la situación de Guatemala frente a la embestida del imperialismo y de la acumulación latifundista, dentro de un contexto denominado como “Guerra Fría”, pero también en la realpolitik determinada por la geopolítica de los Estados Unidos en la región que había establecido como su “zona de influencia”, y en los intereses de una clase dominante local anticomunista, racista, dependiente, entreguista y profundamente conservadora.

Galich nos dice que el proceso revolucionario no se acabó con el derrocamiento de Árbenz, porque a partir de 1954, tomó forma de lucha para reinstalarlo, para reconstruirlo. La lucha es concebida por el futuro director de Casa de las Américas en Cuba como una complejidad procesual necesaria en la Historia, porque representa la acción dialéctica de las contradicciones de clase, de principios y de ideas.  La Revolución de 1944, por ejemplo, no se hizo por medio de pactos o esperando el momento oportuno, con la cautela dudosa de los timoratos, para sumarse a la nave que el pueblo puso en marcha: la Revolución, los revolucionarios y las revolucionarias se hicieron y se hacen luchando.

La pregunta de inicio con la que Manuel Galich presenta el libro, publicado dos años después del aberrante y vergonzoso bloqueo a la Revolución guatemalteca, es un cuestionamiento histórico, debido a que explica cómo los dos gobiernos de la Primavera Democrática enfrentaron el ataque sistemático multidimensional, proveniente del exterior y del seno del conservadurismo de su propia sociedad. Pero también es cuestionamiento histórico porque se hace presente siempre.

Tal y como lo hiciera Guillermo Toriello, el Canciller de la Dignidad, defendiendo en solitario a Guatemala en la X Conferencia Interamericana de Caracas, en 1953, Galich justifica con argumentos históricos, políticos y éticos por qué su patria puede y debe seguir luchando. Sólo que las hojas de su libro no nacieron en solitario: se hicieron letras de denuncia legítimas en los ojos, las conciencias y las manos de miles de lectores solidarios con esa Revolución que lideraba las transformaciones democráticas en América Latina.

Galich demuestra cómo el proceso revolucionario empezó a ser agredido desde su gestación.  Cuando el Triunvirato de octubre de 1944 a marzo de 1945, emitió los primeros decretos favorables a establecer las bases de una nueva forma estatal, el imperialismo estadounidense puso atención para maniobrar. Los intentos de golpe de estado para el gobierno de Arévalo, y el asalto a mano armada al gobierno de Árbenz, son explicados por el maestro y dramaturgo en la dimensión histórica de la terrible intervención de Estados Unidos para mantener su hegemonía.

Históricamente, Galich nos dice que Guatemala no lucha por nada más que por su dignidad, y esa palabra encierra muchas definiciones, conceptos, categorías y símbolos. ¿Acaso luchar por la soberanía no es dignidad de los Estados? ¿Acaso luchar por la justicia no es dignidad de las y los seres humanos honrados? Con razón, don Meme, como lo llamaba mi abuela Elsa Lagos al referirse a él como uno de los funcionarios que la ayudó con mi abuelo a obtener residencia como asilados políticos en la Guatemala primaveral, tiene una cátedra dedicada en la Universidad de La Habana.

¿Por qué lucha Guatemala? ha sido referencia histórica y reflexiva crítica, para muchos intelectuales que han escrito sobre las graves problemáticas que dejó instalada la contrarrevolución de 1954.  Conocer de primera mano las interioridades de dos gobiernos decentes que llevaron a la praxis de Estado la construcción de una sociedad sobre bases democráticas populares, no sólo es un recurso desde la metodología y el episteme de la Historia, sino también un cuestionarse constante acerca del valor de continuar luchando.

¿Por qué lucho como sujeta y sujeto político? ¿Qué conozco de mis luchas y de las luchas de otras y de otros? ¿Me reconozco en la lucha? Fueron muchas y muchos los individuos que al encontrarse golpeados con el espurio derrocamiento de Jacobo Árbenz, continuaron sus luchas, traducidas en las luchas de Guatemala, por diversas vías. Otras y otros decidieron, o fueron obligados a, limitarse en su cotidianidad, lo que no implicó que dejasen de luchar por el día a día. La lucha colectiva aparentemente sólo fue para los grupos radicalizados, pero, en realidad, lo que sucedió es que sólo se diferenció y jamás dejó de ser de todas y de todos. Y lo más importante, como lo demuestra Galich en este libro, nunca ha dejado de ser histórica.

Las explicaciones con argumentos demostrables que se hacen acerca de cómo se fraguó la interrupción tajante del proceso revolucionario en Guatemala, hacen de este libro una fuente de consulta obligada para la comprensión y el aprehender el presente guatemalteco, regional centroamericano y de América Latina, en relación a un imperialismo que aún existe, sólo que ahora con otros elementos pero con los mismos fundamentos y la misma esencia: el interés del capital sobre el ser humano.

Actualmente, Guatemala lucha de nuevo, en sus mujeres y hombres acuerpados en la decencia. La pregunta certera de Manuel Galich, puede ser respondida en manifestaciones con miles de carteles y gritos que reclaman justicia, así como en cualquier punto del país donde se encuentre un guatemalteco o una guatemalteca consciente de que las luchas son motor de la Historia. Y así como sabemos por este libro profundo y contundente que hoy se reedita en un momento adecuado, cómo el imperialismo de los Estados Unidos y los intereses de la oligarquía, así como los miedos infundados y cobardes de los conservadores in extremis –fuesen estos oligarcas o no-, son responsables históricos de que Guatemala haya regresado a caminos espinosos de corrupción, sangre, marginación y empobrecimiento, también sabemos que Guatemala lucha porque su Historia así lo demanda.

Utilizo, maestro Galich, un verso que Neruda escribió al Che Guevara, al enterarse de su muerte en 1967: usted, en las jornadas que vivimos ahora, seguro que viene cantando con nosotros.

 

Quetzaltenango, Guatemala, 27 de junio de 2015.

61 aniversario de la violenta interrupción de la Primavera Democrática en Guatemala.

Reeditado en el 75 aniversario de la gesta Revolucionaria del 20 Octubre de 1944. Ciudad de Guatemala, octubre de 2019.

 

 

 

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